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Diáspora y oposición transnacional cubana: el nacimiento de un movimiento diferente

Leduán Ramírez*

 

En todo sistema político existe una arbitrariedad cultural que establece el deber ser ciudadano. Ese deber ser varía entre el tipo de régimen, la relación con sus ciudadanos y el derecho normativo establecido. En gobiernos autoritarios, la relación es asimétrica: no permite el disenso. Por lo tanto, cualquier protesta es controlada mediante la violencia. El gobierno impide la canalización de la frustración y la contradicción sociopolítica. Mediante esas acciones se imponen relaciones arbitrarias de orden y acción social que no tienen impugnación sino mediante la traslocación de las fuerzas ejercidas sobre los sujetos que pertenecen a ese sistema social, o vinculados con él.

Los sucesos del 11J y el 15N[1] en Cuba permiten el análisis de una situación en la que se relacionan los argumentos distintivos de los movimientos y la acción social, unido a la importancia de la emigración cubana. Con estos acontecimientos podemos ejemplificar cómo la emigración cubana ha sido un elemento clave para que la acción social contra el gobierno cubano autoritario permanezca de forma constante. Tal interés posee una dimensión multidisciplinaria al tomar como partida algunos de los conceptos claves desarrollados por los estudiosos de la acción social, y las características de la emigración cubana en el exterior.[2] De tal forma, la diáspora cubana se ha presentado como un movimiento social transnacional permanente. En este sentido, se ha cuestionado      el principio de la temporalidad como un elemento contrario al movimiento en sí mismo. Según la investigadora Ligia Tavera “los movimientos sociales son el producto de un momento histórico particular” (Tavera, 2000:450). Entender cómo, y por qué; distintos sectores sociales se agrupaban y promovían distintos discursos según sus intereses, dieron una perspectiva de acción social que podía incrementarse, o disolverse, en un determinado tiempo.

Uno de los grandes problemas en el análisis de tales acontecimientos es la relación entre las distintas realidades de los cubanos alrededor del mundo. Frente al 11J y el 15N se aprecian dos tipos de sociedades con intereses diferentes entre los cubanos de adentro y los de afuera. E incluso, entre la diáspora, el debate se agrupa en torno al futuro de Cuba construido desde la participación social y política actual. Esto ejemplifica entonces un movimiento social transnacional. El concepto de transnacionalismo, nos ayuda a entender cómo la comunidad cubana participa activamente en la vida de la acción social al exportar ideales y sentidos políticos hacia la Isla. En un texto posterior la investigadora Bobes (2011) describe que:

[…] la definición de comunidad transnacional apunta a la existencia de un grupo de personas y actores cuyas vidas transcurren a través de un contacto continuo de personas y actores cuyas vidas transcurren a través de un contacto continuo y habitual que atraviesa las fronteras y las identidades nacionales, lo cual los ubica en un continuo entre el país de destino y de origen […] las comunidades migrantes transnacionales involucra a un número significativo de personas tanto en el país de origen como en el receptor y finalmente sus actividades adquieren contenidos específicos (diferentes de los típicos contactos esporádicos de las diásporas tradicionales) no transitorios, sino estables, simultáneos y sostenidos en el tiempo (Bobes, 2011:55).

En tal sentido, la comunidad transnacional cubana ha tomado distintos significados. Entre ellos, se ha caracterizado por el distanciamiento político con el Estado cubano, quien a su vez, ha utilizado calificativos para desacreditar su ciudadanía e identidad. El fenómeno migratorio transnacional ocupa otra vertiente en nuestro estudio. A través de él se analiza la configuración de las fronteras y los espacios políticos en un país determinado. Esta idea constituye uno de los pilares en los que se fomenta la política de exclusión y condena de cualquier actividad social que tenga un origen en la diáspora cubana. Lo que podemos encontrar con las manifestaciones del 11J y el 15N demuestran que existe una comunidad pujante que no ha olvidado su relación con la Isla y con un sistema diferente al autoritarismo:

[…] las identidades sociales y culturales trascienden las fronteras nacionales y conducen a formas múltiples y diferenciadas de pertenencia. El transnacionalismo podría tener importantes consecuencias futuras para las instituciones democráticas y la pertenencia política. Esto se corresponde con el hecho de que, a través de la globalización, una gran parte del poder político y económico se traslada a las corporaciones transnacionales y a las agencias internacionales, las que en la actualidad no están abiertas al control democrático. La supervivencia de la democracia puede depender de encontrar formas de inclusión de personas con identidades múltiples en una gama de comunidades políticas. También significa asegurar la participación ciudadana en nuevos lugares de poder, sea en los ámbitos supranacionales o subnacionales, públicos o privados. (Castles y Miller, 2004:61)

En este sentido, la relación entre las distintas realidades de la diáspora frente al disenso contra el gobierno cubano es un fenómeno que enfatiza las asimetrías del poder. Además, esa violencia solo es posible en la medida de relaciones de autoridad. A partir del discurso legítimo se convence para ejecutar las decisiones del dominante por parte de los dominados sin cuestionamientos hacia ese propio discurso impositivo. Además, es necesario que los patrones y códigos establecidos sean reproducidos constantemente para que las relaciones asimétricas se mantengan y por resultado se demuestra la existencia de esa violencia permanente.

La violencia es entendida como un mecanismo o hecho que pone énfasis en los sujetos involucrados en ella. En esta realidad, el gobierno cubano ha utilizado la represión social, física y penal en todas sus dimensiones y por encima de cualquier normativa de derechos humanos. Por ejemplo, a raíz de los acontecimientos del 11J se produjo una persecución implacable contra la sociedad civil cubana que había participado bajo cargos tipificados como sedición, propagación de epidemias y desacato. Sin embargo, su única acción fue participar en una manifestación pacífica (Figura 1) Otro ejemplo relevante es el caso del joven Luis Robles (Figura 2), quién al realizar una presentación a favor de la libertad del rapero Denis Solís (Figura 3) fue inmediatamente encarcelado en noviembre de 2020 y permanece en prisión hasta la actualidad sin la realización de un juicio.

Figura 1. Personas detenidas o desaparecidas tras las protestas del 11J-Cuba

Fuente: Cubalex (2021). https://m.facebook.com/ONGcubalex/posts/2950824351800866?locale2=hi_IN

 

Figura 2. Luis Robles en manifestación por la libertad del Rapero Denis Solís

Fuente: Lima, L. (2021). ¿Quién es Luis Robles, el joven que lleva preso casi cuatro meses en Cuba por pararse en una calle con un cartel? BBC News Mundo 19 de marzo de 2021. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56368410

 

Figura 3. Foto personal y Cartel por la Libertad de Denís Solís

Fuente: Cubalex (2021). Todas las violaciones en el caso de Denis Solís, 13 de enero de 2021. https://cubalex.org/2021/01/13/todas-las-violaciones-en-el-caso-de-denis-solis/

Imagen de Cártel: Gorki Águila en Lamar, L. (2020). El caso de Denis Solís, el Movimiento San Isidro y los Derechos Humanos, Árbol Invertido, 20 de noviembre de 2020. https://arbolinvertido.com/sociedad/el-caso-de-denis-solis-el-movimiento-san-isidro-y-los-derechos-humanos

 

Contrario a lo que pudo pensarse inicialmente de que tal represión hubiese fragmentado la protesta, la diáspora continúa con una propuesta de unidad y protesta a raíz de los sucesos el 11J. El peso de la violencia ha recaído sobre los cubanos en la Isla. Pero justamente la unidad de la diáspora se ha trasladado y permanece mediante las plataformas digitales en sus múltiples propuestas de acción. Espacios en redes sociales como Telegram y Twitter (Figura 4) han unido y convocado a una comunidad dispersa ideológicamente pero con un mismo objetivo. Esa reorganización de la diáspora ha permitido ampliar las redes de solidaridad y establecer visibilidades a las violaciones de derechos humanos en la Isla. Esta influencia no es nueva pero su magnitud sí representa una apropiación de derechos ciudadanos externos a las fronteras de la Isla. De la misma manera se ha potenciado la colaboración transnacional entre cubanos.

Figura 4. Espacio en Twitter de la plataforma Amarillo y Medio dedicado al sistema de justicia en Cuba

Fuente: Amarillo y Medio (19 de Noviembre de 2021). La Justicia en Cuba, Invitado Edel González. https://twitter.com/AmarilloYMedio

 

Unido al temor de que la diáspora pueda poseer algún tipo de influencia sobre la política movilizativa de Cuba también se suprimen los mecanismos bajo los cuales los ciudadanos de la Isla se cuestionen el sistema gubernamental. La Constitución de la República de Cuba es un poco ambigua en el respeto a las exigencias y respeto a derechos humanos, pues los condiciona a la salvaguarda de los objetivos gubernamentales. El Estado es el mediador en todos los conflictos de intereses que aparezcan, o surjan, en la sociedad. En ninguno de sus artículos se prescribe la libertad de expresión individual o colectiva, así como el derecho a la asociación colectiva con intereses de movilización y protesta. No obstante, la idea de estar alineados con un objetivo común que les permita guiar su acción puede aplicarse a cómo se promueve la acción social desde la emigración hacia un contexto definido (en este caso, Cuba).

Una parte de la comunidad cubana en Estados Unidos ha enfocado sus recursos sociales, digitales y humanos para participar en los deseos de cambio para Cuba. Una comunidad que solo permanecía de forma pasiva frente a la actitud parásita del gobierno cubano que solo veía en su diáspora una fuente de recursos monetarios.  En este sentido el trabajo se ha enfocado a la exportación de ideas para fomentar estilos de acción social desde el exterior. Este mecanismo se conoce como remesas sociales. Se constituye en la exportación de distintos objetivos y sentidos de la acción social y a la unidad en torno a la represión cubana.

Amenta (2010) destaca la capacidad que posee un movimiento social para influir en el cambio de un proceso democrático, en las decisiones legales, o en las estructuras burocráticas. Al definir la acción política de los movimientos sociales, los actores cubanos no siempre la desarrollan desde Cuba, sino desde el exterior, casi siempre manifestando inconformidades con políticos o ciudadanos que habitan en la Isla. Estos actores y organizaciones buscan transformar el déficit de participación política por parte de la sociedad cubana con llamados constantes a los ciudadanos de la Isla a movilizar sus recursos en función de una acción política determinada. (Amenta y otros, 2010:288)[3]

Contrario al presupuesto de la organización, en el caso cubano los incipientes esfuerzos por movilizar a una estructura coherente con un determinado fin, ha carecido precisamente de eso: de un fin aceptado por toda la diáspora y la sociedad en la Isla. El poder aglutinador de un manifiesto político y la concreción de ideas pertinentes y fácticamente realizables se ha desmembrado en diversas vertientes. A la par, el discurso político ofrecido por el gobierno ha sido el de manipular el lenguaje de esas organizaciones presentando las luchas internas existentes entre sus líderes por la dominación de los recursos o por responder a intereses foráneos, con la propia invención de realidades inexistentes.

La sociedad cubana no ha respondido, en su mayoría, a los llamados de protesta organizados por los grupos de disidencia en la Isla o en el exterior. No obstante, un nuevo espacio para la movilización comenzó a desarrollarse a partir de 2020 con el aumento de la represión a partir del Decreto 349 o Ley Mordaza en Cuba. A partir de ese entonces se observaron ciertas oportunidades políticas debido a cambios en la estructura gubernamental. Pero los eventos posteriores evidenciaron que el gobierno no está dispuesto a negociar los marcos de privilegio que posee en la sociedad cubana. Y frente a tales privilegios, la discreta oposición cubana no ha logrado fragmentar el monopolio represivo ni unir a las diferentes posiciones políticas al interior de la Isla. Los resultados del 15N así lo evidencian.

Así, en el nuevo contexto de gobierno, aunque incipientes, podemos encontrar los tres factores enunciados por McAdam y otros, que propician un desarrollo de los movimientos sociales: oportunidades políticas, estructuras de movilización y procesos enmarcadores (McAdam y otros, 1999:42-43). Tarrow señala que la estructura de las oportunidades políticas permite incorporar a las personas como una respuesta a esas oportunidades y que en la medida de que se van integrando se crean nuevas maneras para construir nuevas coyunturas.

Sin embargo, una nueva estructura en la movilización social ha sido canalizada a través de los diversos grupos digitales. La red se ha convertido en el espacio donde cada vez, con mayor aceptación y popularidad diversos contenidos de crítica y cuestionamiento hacia los distintos problemas de la sociedad civil cubana han encontrado un espacio de movilización. Debemos señalar que esa repercusión no ha propiciado las movilizaciones propiamente físicas, pero ha puesto en entredicho la versión oficial del gobierno a las dificultades democráticas de la Isla, así como el acceso a una mayor información sobre diversas temáticas y oportunidades. Surgió así un nuevo tipo de movilización social en Cuba: las redes de sociedades informativas.

A manera de conclusión

El proceso de surgimiento, desarrollo y estructuración de los movimientos sociales precisan la intervención de diversos factores que se contextualizan según el tipo de gobierno imperante y la capacidad para el análisis del beneficio que puede conllevar una acción social. En el caso Cuba, la centralidad gubernamental, y el planteamiento de estructuras legales integradas a la Constitución de la República, ha propiciado que las acciones sociales con fuerte crítica al gobierno sean duramente censuradas y castigadas, por lo que la sociedad civil interna no se involucra masivamente con ellas.

Además, el papel que ha desempeñado la emigración cubana desde el exterior ha estado marcada por la vinculación con los diferendos históricos desde la ideología y la centralidad del poder en Cuba, por lo que cualquier intento de movimientos social financiado desde el exterior es utilizado por las autoridades cubanas, calificando dichas pretensiones de diversionismo y subversión, con la consabida penalización. A la par, los gobiernos más democráticos no se han involucrado en posturas críticas hacia Cuba por la propia connotación internacional que conlleva. No obstante, diversos sistemas políticos, como el estadounidense y la Comunidad Europea han propiciado relaciones con esas incipientes acciones sociales junto a posturas diversas respecto al autoritarismo cubano.

Las distintas opciones de movilización social no han encontrado en Cuba un núcleo receptivo que conlleve a la integración de diversos sectores. El miedo a la represión oficial ha coartado la capacidad de cuestionamiento social, por lo que muchos sectores prefieren permanecer alejados de cualquier intento de movilización.

En medio de este panorama, diversas acciones como las reuniones mediante las redes sociales como Twitter y los espacios en Telegram (Ágora y Amarillo y Medio) han encontrado eco y han sido capaces de movilizar el pensamiento y la actitud crítica al gobierno denunciando los males de la política pública, defendiendo derechos constitucionales y propiciando una amplia expansión en la comunidad cubana a través de los distintos foros de debate y comentarios online. Tales espacios han logrado más aceptación y divulgación social que la controlada prensa nacional.

Actualmente nos queda el papel de apoyar y mantener la voz por los objetivos convocados desde el 2020. Asimismo, una necesidad de recuperar la figura del individuo y el ciudadano en la reivindicación de los derechos humanos y la libertad democrática.

 

Fuentes de Información

 

 

Amenta, E. et al (2010): «The political consequences of social movements», Annual Review of Sociology, 36, pp. 287-307, University of North Carolina

Bobes, V.C. (2011): Los tecuanes danzan en la nieve. Contactos transnacionales entre Axochiapan y Minnesota, FLACSO: México.

Castles, S. y Miller, M. (2004): La era de la migración. movimientos internacionales de población en el mundo moderno, Universidad Nacional de Zacatecas: México.

Gaceta Oficial de la República (2018). Decreto no. 349/2018. Contravenciones de las Regulaciones en Materia de Política Cultural y Sobre la Prestación de Servicios Artísticos, Gaceta Oficial No. 35 Extraordinaria de 2018, La Habana: Cuba. Recuperado de http://juriscuba.com/legislacion-2/decretos-2/decreto-no-349/

Gaceta Oficial de la República (2021). Decreto-Ley no. 35. De las telecomunicaciones, las tecnologías de la información y la comunicación y el uso del espectro radioeléctrico, Gaceta Oficial No. 35 Ordinaria del 17 de agosto de 2021, La Habana: Cuba. Recuperado de https://www.gacetaoficial.gob.cu/sites/default/files/goc-2021-o92.pdf

McAdams, D.; McCarthy. J.D. y Mayer N. (1996): Movimientos sociales. Perspectivas comparadas, Editorial Istmo: España.

Tavera, L. (2000) “movimientos sociales” en Laura Baca et al (Comps.) (2000), Léxico de la política: conceptos y categorías de las ciencias sociales en un diálogo intercultural, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México: México.

 

Referencias

[1] El 11 de julio (11J) ocurrieron las mayores manifestaciones antigubernamentales en la historia de la Revolución Cubana. Posterior a esa fecha se convocó a una marcha pacífica el día 15 de noviembre (15N) pero el gobierno movilizó sus fuerzas militares y policiales para impedir su realización.

[2] En tal sentido, no es lo mismo el estudio de la acción social promovida desde los Estados Unidos (donde habitan alrededor de 1.2 millones de cubanos) como desde otros países. Unido a esto, el tema Cuba ha confrontado diversas lecturas, opuestas entre sí, desde aquellos que la apoyan, hasta aquellos que ven en su gobierno la más representativa dictadura castrista, con una fuerte verticalidad en las cuestiones políticas. Por tanto, este análisis se torna en extremos controvertido, por la propia contextualización de los debates y las propuestas. Por otra parte, no es igual la emigración cubana asentada en los Estados Unidos que aquella que encontramos en otros países como México, Venezuela o ecuador, por solo citar tres países de nuestra región donde habitan un número significativos de cubanos.

[3] Aquí podemos situar el caso de Radio y TV Martí, administradas desde la Florida pero con una programación ajustada a los requerimientos políticos que pretenden movilizar desde el exterior a la población cubana contra el gobierno.

 

*Leduán Ramírez. Licenciado en Letras y Diplomado en Formación del Pensamiento y la Identidad Nacional por la Universidad Central de Las Villas. Maestro y Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México. Ha investigado sobre el papel de la migración transnacional en contextos democráticos y autoritarios. Sus líneas principales se concentran en el estudio del transnacionalismo migratorio, el ejercicio de los derechos en todas sus dimensiones por parte de grupos vulnerables y la ciudadanía.