Los avances relativos a la conformación de la representación política en cuanto a la paridad de género son firmes pero lentos y los desafíos de la integración de la mujer en posiciones de poder en el escenario de cargos ejecutivos en gobernaciones específicamente encuentra aún mucho camino por transitar.
Por Valentina Cuevas*
A pesar de los avances, la participación política de las mujeres sigue enfrentándose a múltiples desafíos y obstáculos a la hora de alcanzar la representación y el acceso al poder de forma equilibrada con los hombres.
En el ranking de Empoderamiento Político, Argentina ocupa el 25° lugar dentro del índice general de Igualdad de Género, con una brecha del 39% entre la participación de mujeres y hombres en la política. Por otra parte, según el World Economic Forum, la brecha de género terminará recién dentro de 135 años, es decir, nadie que esté leyendo este artículo llegará a presenciarla.
En Argentina solo tuvimos dos presidentas, María Isabel Martínez de Perón (por sucesión presidencial, luego derrocada por la última dictadura militar) y Cristina Fernández de Kirchner (por elección democrática, en sus dos mandatos). Es decir que en 206 años desde que se declaró la independencia de nuestro país y en 71 años desde que las mujeres podemos votar, solo 10 de ellos fueron testigos de una mujer presidiendo.
Pero ¿qué hay de los gobiernos provinciales? Solo tuvimos 9 gobernadoras de provincias argentinas en toda nuestra historia. En la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal (2015-2019); en Catamarca, Lucía Corpacci (2011-2015 y 2015-2019); en Tierra del Fuego, Fabiana Ríos (2007-2011 y 2011-2015) y Rosana Bertone (2015-2019); en Santa Cruz, Alicia Kirchner (2015-2019 y 2019-2023); en Santiago del Estero, Mercedes Aragonés de Juárez (2002-2004, solo medio mandato) y Claudia Ledesma Abdala de Zamora (2013-2017); en Río Negro, Arabela Carreras (2019-2023); y en San Luis, María Alicia Lemme (2001-2003, solo medio mandato).
Tras las elecciones generales de 2019 en la mayoría de las provincias y de 2021 por la renovación del ejecutivo provincial en Santiago del Estero y Corrientes, llegamos a 2022 donde solo contamos con dos de ellas aún en ejercicio: la santacruceña Alicia Kirchner y la rionegrina Arabela Carreras. Teniendo en cuenta esta información, de 24 distritos, solo 7 fueron o son gobernados por mujeres y 17 nunca tuvieron a una mujer a cargo del poder ejecutivo provincial en toda su historia.
Además, si analizamos los datos referidos a sus períodos de gobierno, nos encontramos con que todas ellas llegaron al poder una vez comenzado el siglo XXI -la primera fue María Alicia Lemme, por sucesión, cuando Adolfo Rodríguez Saa (gobernador en ese momento) fue designado y duró 7 días en el cargo de Presidente de la Nación a fines de 2001-. Otra particularidad es que el período con más mujeres gobernadoras ocupando el cargo al mismo tiempo se dio en 2015, con cinco gobernadoras a la vez.
Paradójicamente, la provincia con más gobernadoras en su historia es Tierra del Fuego, que hasta hace pocos días no contaba con una ley de paridad para la elección de cargos legislativos provinciales. Lo que nos lleva a la reflexión de que más allá de que los cargos estén ocupados por mujeres, hace falta que se piense el gobierno y la gestión con perspectiva de género para ampliar los espacios de participación.
Si el acceso de mujeres al poder está sujeto a estereotipos tradicionales, relaciones asimétricas de poder y la reproducción de patrones de desigualdad, el cambio demorará más en llegar. Necesitamos más mujeres en los diferentes poderes del Estado. Por supuesto, esto es necesario pero no suficiente, porque más aún necesitamos mujeres con perspectiva de género amplia, interseccional y progresista.
Por otra parte, entre los 24 distritos que conforman la República Argentina encontramos 18 vicegobernadores y 6 vicegobernadoras, todas ellas con un correspondiente gobernador varón. A nivel provincial existen 18 duplas ejecutivas varón-varón, pero ninguna dupla mujer-mujer. Las vicegobernadoras (todas en duplas varón-mujer) pertenecen a las provincias de Buenos Aires (Verónica Magario), Santa Fe (Alejandra Rodenas), Entre Ríos (Laura Stratta), Tierra del Fuego (Mónica Urquiza), Chaco (Analía Rach Quiroga) y La Rioja (Florencia López).
La situación presentada es la expresión palpable y visible de diferentes barreras para el acceso al poder político y también para la permanencia de las mujeres en los espacios donde se distribuye el poder. Llegar a gobernar una provincia requiere una trayectoria de varios años en los partidos políticos, generar legitimidad, bases militantes, recursos de campaña, aparato político y alianzas. La probabilidad de permanencia de las mujeres para conseguir todo esto es menos frecuente que la de los hombres, por diferentes situaciones. Muchas de ellas abandonan la carrera por la frustración de no poder superar pisos pegajosos, techos y paredes de cristal que las limitan desde afuera, sumado a niveles de violencia política que los hombres jamás llegan a sufrir.
La ausencia de las mujeres en los ejecutivos provinciales (como dijimos, de 24 distritos solo dos son gobernados por mujeres y 18 no tienen mujeres en la dupla de gobierno), significa a su vez la exclusión de gran parte de la población de la toma de decisiones y del ejercicio del poder, es la falta de representación y el desequilibrio al momento de participar activamente en política lo que impide que más mujeres lleguen a esos espacios.
Además, el déficit en la representación significa obstáculos para todas las mujeres, al imposibilitar a otros potenciales liderazgos la oportunidad de referenciarse en otras o -peor aun- entenderse a sí mismas como piezas de una lógica calculadora, en la que se nos concibe como una cuota que cumplir o un requisito para la paridad. Simplemente como un número, más que como un cuadro político o técnico de valor, una dirigenta o una referenta social con posibilidades de aportar al partido o a la coalición electoral.
En el armado de listas, en la selección de candidaturas y en otros procesos políticos seguimos escuchando “la puse porque es mujer” de boca de dirigentes, generalmente los de los llamados “círculos rojos” o las “mesas chicas”, varones que despliegan en tan solo cinco palabras siglos de machismo y misoginia acumulados, expresando con desdén que el armado de una fórmula electoral responde a una lógica de corrección política y apariencia de inclusión que está muy alejada de la realidad. Esas situaciones eliminan deliberadamente cualquier tipo de legitimidad para la mujer que pasa a ser una figura “puesta por otro” y saca de nuestras manos la libertad de acción cuando llegamos al poder, que es el momento en el que más interesa que seamos autónomas para decidir y para liderar.
Debemos dejar de confundir la fidelidad política -natural e incluso lógica en la gran mayoría de las relaciones partidarias- con la asimetría de poder entre hombres que dirigen y mujeres subordinadas a ellos (aunque ocupen mejores cargos en la estructura), disfrazada de fidelidad.
En Argentina, las mujeres tenemos derecho a votar desde 1951, pero eso aún hoy no significa que tenemos igualdad de oportunidades para ser votadas, ser candidatas o liderar partidos políticos. El poder -a fin de cuentas- no está en el cargo, ni en el lugar en la lista o en quien encabeza la fórmula, el poder está en manos de quien maneja los recursos intangibles que le permiten definir quién está en los demás lugares. Es ahí donde también debe haber más mujeres para que en algún momento hablemos de más mujeres liderando provincias. El proceso para tener ese poder es más costoso para la vida de la mujer, el camino es más empinado, los techos son más impenetrables, la violencia política es más dura y más reiterada, pero lo estamos consiguiendo y lo vamos a seguir ampliando.
El camino es crear redes, empoderar a otras, generar bases militantes y legitimidad real.
*Valentina Cuevas. Licenciada en Relaciones Internacionales, Coordinadora del Observatorio de Mujeres y Política de Transparencia Electoral, asesora política y trabaja también en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.