Skip links

Uruguay: una democracia… ¿a flor de piel?

¿Por qué consideramos que hoy la República Oriental del Uruguay es uno de los países más democráticos de la región? Podemos decir que debe a uno entre tantos factores a analizar: su sistema de partidos altamente institucionalizados. 

Es necesario tener en cuenta qué entendemos por institucionalización para así poder establecer la razón por la cual se lo considera uno de las variantes claves para la democracia, también cuál es la relación que establece con los partidos políticos y por qué se considera al país en cuestión, optimo a diferenciarse del resto. 

En primer lugar, el autor Philip Selznick  plantea una doble dimensión del concepto: por una parte toma la institucionalización como la “rutinización” de un sistema formal de reglas y objetivos, y por otra, como un proceso que implica la “internalización de valores”. De tal manera que la define como el proceso por el cual adquieren valor y estabilidad las organizaciones y procedimientos. 

Empíricamente, el desarrollo de este sistema hace menos factible que se produzca una crisis de gobernabilidad al tener una alta organización y estabilidad de partidos políticos presentes en una sociedad de intereses heterogéneos, que a su vez se van renovando con el tiempo sin caer en dogmatismos. Uruguay pasa a ser un ejemplo claro de ello. 

Esa existencia de partidos fuertes, consolidados y coherentes en este país se debe a una cultura política que fue evolucionando y reforzándose desde la declaración de su independencia hasta la actualidad. 

Durante los procesos independentistas, lo que antes se conocía como la Banda Oriental, tuvo un curso complicado en el que luego de varias batallas y luchas ideológicas, hizo que se independizase un poco más tarde del resto y que hoy, ese dato más allá de ser un descontento, se convierte en una ventaja. 

En ese momento, en Argentina ya había actores económicos, religiosos y políticos mucho antes de que se constituyera el Estado. En cambio en Uruguay, no había una Iglesia fuerte, ni ejército, ni terratenientes y hacendados que exploten las tierras, ni un comercio consolidado. Esto hizo que de alguna manera, estos sectores se incorporasen a la política a través de los partidos y no por fuera ni por encima de ellos.

Por ende, fue desde el comienzo que los partidos políticos se transformaron en los principales mediadores entre la sociedad civil y el Estado, convirtiéndose en un medio para los reclamos sectoriales y en generadores de proyectos de gobierno. En la actualidad, involucra a otros actores y al mismo tiempo se renuevan y adaptan a los cambios históricos y avances tecnológicos. 

En segundo lugar, analizando los partidos políticos en Uruguay, encontramos que tienen una identidad definida y son grandes canalizadores de las demandas de los gobernados, pero a su vez se convirtieron también en un medio en el que otros actores políticos, como las coorporaciones, sindicatos y empresarios se expresan, dándoles así, un rol preponderante en la dinámica del sistema político. 

La ausencia de la dicotomía entre partidos (conservadores y liberales) hace que no caigan en el sectarismo ni el autoritarismo primando la tolerancia ante las diferencias ideológicas. 

Otro punto a favor sistema político uruguayo es que las políticas públicas que resultaron beneficiosas para el alcance del bien común se mantienen o tienen cambios muy leves, sea el gobierno que sea, lo único que varía es la manera de implementarlas. Acción que no pasa en Estados tan dicotomizados ideológicamente en los que gana más la confrontación que el consenso y sus políticas de gobierno son tendenciosas a cambiar en cuanto se renuevan los mandatos haciendo que los cambios sean bruscos y en vez de progresar, involucionen.   

Por último, es preciso contrastar el rol preponderante que cumplen los partidos políticos en Uruguay y la falta de protagonismo del poder ejecutivo, que si bien es institucionalmente fuerte, también lo es políticamente débil, por la misma presión que recibe de estos grupos y de los organismos de control que responden a ellos limitándole su poder de gobierno. 

Todo esto se debe a que una de las características mismas del sistema de partidos institucionalizados es la negación de personalidades o lideres autoritarios como “dueños” de determinado partido, sino a lo que se sigue es a un grupo, tal vez a un referente, a unas ideas y a un propósito. 

Sostienen que sin eso, se caería en un populismo y el fenómeno populista supone discursos antipartidarios con figuras que surgen por fuera de las instituciones y que tratan de representar a la nación entera no respetando la diversidad de intereses y justificando así la concentración de poderes, haciendo a la nación, a su medida.

Concluyendo, se puede decir que hoy, la República Oriental del Uruguay, sigue avanzando en cuanto a democracia, a ese gobierno de la mayoría y al respeto de las minorías, a la diversidad de intereses que se ven representados en cada partido y en cada sector de la sociedad, en la tolerancia hacia el otro y en la búsqueda del consenso para así llegar al propósito último del Estado, y que, al fin y al cabo, de eso de trata la cultura democrática.