[vc_row][vc_column][vc_column_text]Análisis de las condiciones en las que las mujeres desarrollan su participación política en América latina y Argentina en particular, desde el Observatorio de Mujeres y Política de Transparencia Electoral. El Programa para el Fortalecimiento del Liderazgo Democrático de las Mujeres que se desarrolla desde 2021 tiene la mirada puesta en la mujer como protagonista.
Valentina Cuevas*
A lo largo de 2021 hemos llevado adelante nuestro Programa para el Fortalecimiento del Liderazgo Democrático de las Mujeres, en el que contamos con la participación de reconocidas especialistas, y se desarrollará hasta el mes de diciembre. Entre los temas abordados nos ocupamos de reflexionar, debatir y brindar herramientas en cuanto a “Partidos políticos y participación política de las mujeres. Liderazgo con perspectiva de género y candidaturas” junto a Mariela Coletta y Beatriz Roque López; “La violencia política contra las mujeres”, con la participación de Carolina Barone; “Organización de campañas electorales (financiamiento político y de campañas electorales)”, junto a Noelia Ruiz; “Comunicación Política” con la exposición de Paola Zubán. Y también se llevaron adelante encuentros especiales sobre elecciones en México, junto a Gloria Alcocer Olmos; elecciones en Chile, con la exposición de Javiera Arce; elecciones en Argentina, junto a Macarena Acuipil. Entre los temas de los encuentros siguientes tenemos más presentaciones especiales y abordaremos aún más temas que hacen a la participación política de las mujeres.
En estos encuentros ha sido reiterada la referencia a la Argentina como un país pionero en cuanto a la aprobación de normativas en el camino hacia la paridad. Desde 1991 tenemos la Ley de Cupos, que establecía que el 30% de las candidaturas debían pertenecer a mujeres y, desde 2017, la Ley de Paridad de Género, que establece que el 50% de las candidaturas deben ser para las mujeres y que además deben ubicarse en la lista de forma intercalada con las candidaturas de hombres (es decir: mujer-hombre-mujer u hombre-mujer-hombre).
Si analizamos la aplicación de estas legislaciones a nivel subnacional, nos encontramos con que 21 distritos aplican la paridad (50/50), 2 provincias cuentan con “cupo femenino” del 30% (Tucumán y Corrientes) y un distrito cuenta con “cupo por género” del 30% (Tierra del Fuego).
Hoy, a pocos días de las elecciones primarias de 2021, es inevitable la pregunta de si esas normas y sus regulaciones, entre otras herramientas, han provocado efectos en las relaciones que se dan en el Estado, la sociedad y –fundamentalmente- hacia el interior de los partidos políticos. Y si esas relaciones se dan en ámbitos de igualdad y promueven acciones afirmativas hacia la paridad real.
En esta oportunidad, la ciudadanía argentina concurrirá a las urnas para elegir qué nóminas de candidatos a diputados y senadores serán las que se presentarán en las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Este 2021, se renovarán las bancas de 127 diputados -que tendrán mandato de cuatro años hasta 2025- y de un tercio del Senado -24 escaños-. El mandato de los nuevos senadores durará seis años, hasta 2027.
Actualmente, nuestras Cámaras legislativas están formadas por un 41% de mujeres en el caso de la Cámara de Diputados y 39% en el Senado[1].
Lo que primeramente observaremos es este efecto llamado “cabeza de lista en magnitudes impares”, ¿por qué entender esto es esencial si queremos seguir caminando hacia la paridad? Y, también, ¿qué otros factores intervienen en la sobrerrepresentación de los hombres en los resultados, en este caso, la conformación de nuestro Poder Legislativo? Consideramos que las decisiones que se toman en la conformación de las listas y su posterior impacto en la conformación de las Cámaras, es la expresión fáctica de lo que ocurre en la política en general.
Los datos
*Elaboración propia en base a datos tomados de la justicia electoral en los 24 distritos de la República Argentina
En Argentina, el 12 de septiembre se llevarán adelante las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), que determinarán cuáles serán las candidaturas que se presentarán en noviembre en las elecciones generales.
Desde el Observatorio de Mujeres y Política, analizamos la conformación de todas las listas presentadas y legalizadas por la justicia electoral, tanto las listas de candidaturas a Diputados y las que se presentan para integrar el Senado.
Aquí ya encontramos un primer dato fundamental: de un total de listas en todo el país de 325 (entre listas de candidaturas a la Cámara de Diputados y al Senado), solo 97 de ellas están encabezadas por mujeres y 228 por hombres. Expresado en porcentajes esto muestra que solo un 30% de las listas a nivel nacional, para todos los cargos que se eligen en esta oportunidad, son encabezadas por mujeres.
Ahora, si indagamos por separado entre las candidaturas, tenemos que:
- En las candidaturas a diputados/as nacionales: de un total de listas en todo el país de 241, solo 77 (32%) de ellas están encabezadas por mujeres y 164 (68%) por hombres.
- En las candidaturas a senadores/as nacionales: de un total de listas en todo el país de 84, solo 20 (24%) de ellas están encabezadas por mujeres y 64 (76%) por hombres.
En el caso de candidaturas al Senado nacional, llamamos la atención especialmente sobre la provincia de Tucumán, la cual no tiene ni una lista encabezada por una mujer de un total de 9 boletas oficializadas.
*Elaboración propia en base a datos tomados de la justicia electoral en los 24 distritos de la República Argentina
En otras variables, si analizamos los frentes electorales mayoritarios de la Argentina (Juntos por el Cambio y el Frente de Todos) y sus boletas afines en las provincias, encontramos que en el caso de Juntos por el Cambio, este frente tiene, entre sus listas de candidatos/as para la Cámara de Diputados solo 10 encabezadas por mujeres de un total de 63 y para el Senado solo 4 de 35 listas; y, por su parte, el Frente de todos presenta un total de 34 listas de candidatos para la Cámara de Diputados, de las cuales 15 tienen mujeres en el primer lugar y 13 para la Cámara de Senadores, de las cuales solo 3 son encabezadas por mujeres.
Al analizar los totales (candidaturas a diputados y senadores), observamos que, del total de listas, Juntos por el Cambio acumula un 14% de listas encabezadas por mujeres. Mientras que el Frente de Todos cuenta con un 38% de listas en las que el primer lugar es ocupado por una mujer.
Ya en las elecciones nacionales del año 2019, solo el 20% de las listas de candidaturas a diputados habían sido encabezadas por mujeres y el 6,25% de las listas al Senado. En el escenario que nos presentan las PASO de 2021, hay un aumento de mujeres encabezando, ya que en diputados constituyen un 32% y para las candidaturas al senado un 24%. Habrá que revisar, luego de las primarias, cómo quedan estos porcentajes para poder hacer una comparación efectiva con los números de 2019.
¿De qué nos hablan estos datos?
Aquí debemos considerar que estas listas que tenemos hoy, son el resultado de las interacciones que se dan en la sociedad y en los partidos políticos, que se influyen entre sí de manera recíproca.
Si bien tenemos desde 1991 cupos y desde 2017 la Ley de Paridad, observamos que ni en la sociedad, ni en el Estado, ni en los partidos políticos, han cambiado ciertos estereotipos y mecanismos que alejan a las mujeres de lugares de representación efectiva y liderazgo con poder real.
Para analizar por qué, al día de hoy, no tenemos un sistema plenamente igualitario (a pesar de que algunos prejuicios –como que los hombres son mejores líderes que las mujeres- ya han sido dejados de lado por la sociedad) debemos indagar en diferentes factores. ¿De qué se tratan los pisos pegajosos, los techos de cristal, los techos de billetes y demás metáforas?
En primer lugar, observamos las dinámicas internas de los partidos políticos. Es de especial importancia su análisis, ya que, paradójicamente, es dentro de ellos en donde encontramos las principales dificultades para el acceso de las mujeres en espacios de representación.
En Argentina, algunos partidos han incorporado la paridad para sus estructuras internas, sin embargo, tanto en la composición de las mismas como en los procesos en los que se deciden las candidaturas asistimos a una presencia profundamente arraigada de instituciones informales (usando el concepto de Steven Levitsky[2]). Estas instituciones son las que permiten que se perpetúen mecanismos en los que los hombres son los que tienen la última palabra al decidir. Las instituciones informales son mecanismos no democráticos, y son uno de los obstáculos que tenemos que detectar para combatir las desigualdades desde dentro de los partidos. Cuáles son estas instituciones informales, en qué momento ocurren, cómo son esas interrelaciones partidarias.
En el primer encuentro de nuestro Programa, Mariela Coletta[3] hizo alusión a que en la Argentina existen 41 partidos políticos y que en 27 de ellos la mitad de las afiliadas son mujeres. Entonces, inevitablemente nos preguntamos por qué la mayoría de los lideres, dirigentes y/o presidentes de los partidos son hombres.
Encontramos en este punto el espacio para una reflexión, las herramientas de acción positiva nos dan la posibilidad de acceder a la política con mayores oportunidades, pero con esto no alcanza. El trabajo interno en los partidos políticos debe corresponderse con estas, eliminar las barreras estructurales existentes, educando a la clase política desde las bases en cuanto a qué es la discriminación hacia las mujeres que participan en la política.
La sub-representación de las mujeres también se hace presente en la manera en que se organiza el trabajo en campaña, estamos detrás de cámaras, en roles organizativos, no somos voceras de los partidos en medios de comunicación. Esto también genera un desincentivo a la participación, porque, además, les quita la posibilidad a otras de ver a mujeres liderando y tomarlas como ejemplo para su carrera política.
Es necesario identificar quiénes toman las decisiones, desnaturalizar los “clubes de varones”, deconstruir los mecanismos de decisión y exigir formar parte de esas mesas chicas. Las instituciones informales hacen daño a un sistema político igualitario.
En segundo lugar, observamos la violencia política contra las mujeres. Todavía existe una carga cultural y simbólica, con la que conviven las mujeres en todos los ámbitos de sus vidas. Los hombres no perciben su paso por la política de la misma forma que las mujeres. En la medida en que las mujeres ocupamos mayor espacio en el ámbito político, el sistema, como si fuera un mecanismo de autodefensa del status quo, multiplica y reinventa las manifestaciones de violencia.
El sistema patriarcal en el que nos insertamos genera y reproduce roles y expectativas para las mujeres que no son los mismos para los hombres. Se cuestiona el liderazgo de las mujeres por su sensibilidad, si demuestra poca sensibilidad es muy dura, impone, no cede y si es muy sensible es frágil, doblegable, no ganará las discusiones que importan; se las cuestiona por su rol como madres (o futuras madres) ¿cómo alinearan su vida familiar con sus tareas políticas? o si no tienen hijos también se cuestiona su decisión, la vuelve insensible, calculadora, fría, egoísta. Se cuestiona su vestimenta, su andar, su carisma, cómo se relaciona con los votantes. Y otra vez, un largo etcétera.
Encontrar el equilibrio entre todas estas cuestiones (y aún más) es desgastante y frustrante para muchas mujeres. No solo se trata de lidiar con internas partidarias, posicionar a su partido, pensar estrategias, estar al tanto de los temas que se defienden y los que se cuestionan, sino también verse enfrentada a cuestionamientos por ser mujer.
Y esto se acrecienta si hablamos de mujeres jóvenes que buscan candidatearse u ocupar lugares de poder en las estructuras partidarias. Se las cuestiona y ataca no solo por ser mujeres sino también por ser jóvenes.
Estas tensiones, desembocan en violencia política. En la República Argentina, la violencia de género se define en la Ley Nº 26.485, y habla de seis tipos de violencia entre los que, desde 2019, encontramos a la violencia política como un tipo de violencia de género. Incorporarla al marco normativo es un avance, porque les permite a las mujeres denunciar en ámbitos penales y también porque implica el reconocimiento implícito de la violencia política en razón de género como un problema presente en la sociedad argentina. Además, a partir de esto, algunos partidos del país comenzaron a incorporar protocolos o mecanismos de denuncia a situaciones de violencia en sus ámbitos internos.
En los tiempos que corren, las redes sociales constituyen uno de los ámbitos en los que la política también se desarrolla. Allí se ha comprobado que los ataques hacia las mujeres contienen niveles de violencia que van mucho más allá de sus ideologías políticas, sus propuestas y su trabajo, se focalizan en su aspecto físico y su vestimenta, entre otras cuestiones que poco tienen que ver con el tema central de sus actividades o posturas políticas. Esta violencia se fortalece con la posibilidad de actuar de manera anónima en las redes sociales y las dificultades que esto genera al momento de realizar denuncias específicas.
En cuanto a los medios de comunicación tradicionales (televisión, diarios y radios) se observa como positivo que algunos de ellos comiencen a incorporar editoras de género en sus equipos y políticas internas que de manera transversal incorporen perspectiva de género en sus producciones. El camino por delante es largo y todavía muchos medios no ven como necesarias este tipo de incorporaciones, replican estereotipos e incurren en situaciones de violencia simbólica contra las mujeres, pero se vislumbran iniciativas positivas en este sentido.
Es necesario continuar trabajando en la formación con perspectiva de género en todos los ámbitos y, fundamentalmente, en la concientización de las militancias de base, los cuadros políticos y las dirigencias sobre cómo propiciar ambientes proclives a la participación de las mujeres. Esto requiere una transformación desde la raíz de la cultura partidaria y sus prácticas.
En tercer lugar, nos encontramos con el acceso a recursos económicos. Las relaciones de poder entre hombres y mujeres son desiguales, esto se traslada al manejo de los recursos de campaña, fundamentalmente los recursos económicos. Hablamos aquí de la figura de “los techos de billetes”, que refieren al acceso limitado al dinero y las redes de financiamiento. Las mujeres reciben menos dinero para hacer sus campañas (así sean las que encabezan las listas), esto nace de que son los hombres los que también definen cómo se distribuye y se administran los fondos.
En nuestro encuentro más reciente, Paola Zubán[4] hizo mención a lo cíclico de estas diferencias en la distribución de recursos y cómo perjudican a las mujeres. Los partidos políticos antes de lanzar un candidato o una lista, miden a sus representantes, si no se mide a las mujeres en encuestas (porque son jóvenes, porque no tienen dinero, porque “no están listas”, y un largo etcétera) estas no entran en el espectro de consideraciones para formar parte o encabezar listas; luego al momento de hacer campaña no recibirán el mismo dinero que los hombres, lo que impide obtener resultados satisfactorios que las ayuden a crecer políticamente ya que el armado de equipos, la publicidad, los viajes, las actividades de campaña y todo lo que sucede alrededor necesita de fondos para realizarse; esto, a su vez, condicionará los resultados en las elecciones; y así volvemos al punto de partida del ciclo.
La transparencia en la información y en el manejo de los recursos es fundamental, porque demuestra cómo son las dinámicas de poder entre hombres y mujeres. A partir de contar con esta información podemos establecer estrategias y mejores mecanismos para fortalecer el liderazgo y el apoyo a cuadros políticos de mujeres.
Conclusión
Las mujeres no vamos a encontrar las condiciones ideales de igualdad solo a través de normas. Necesitamos deconstruir estructuras de poder arraigadas durante años en la sociedad, en los partidos políticos y en el Estado.
Tenemos que cuestionar y cuestionarnos los patrones y los mandatos culturales que nos atraviesan a todos y todas. Exigirles a los partidos políticos que incorporen las demandas de los grupos de mujeres, de la agenda feminista. Una democracia no está completa si se excluye de ella a las mujeres.
Hemos comprobado en las actividades del Observatorio de Mujeres y Política que los obstáculos son casi siempre los mismos, no hay diferencias ideológicas en las barreras a las que nos enfrentamos al momento de involucrarnos en política.
Hay herramientas normativas para hacer que los sistemas sean más “amigables” con las mujeres, sí. A algunas de ellas los mencionaba Javiera Arce[5] en su exposición “el uso de distritos electorales pluripersonales de alta proporcionalidad, las listas cerradas con enforcement, la alternancia y el encabezamiento de las mujeres en la lista, paridad/cuota en cada distrito y mecanismos de paridad de entrada y salida”. Esta lista puede ser más larga si profundizamos la observación.
Pero también hay otros factores intervinientes, además de las normas. El principal cuestionamiento entonces es ¿quién maneja la lapicera? Más allá del desafío que aún representa la paridad nominal, para alcanzar la paridad real necesitamos cuestionar cómo se distribuye y se representa el poder. El poder, no solamente entendido como la obtención de un cargo o un puesto partidario que permite instalar un discurso de inclusión y progresismo, sino como la posibilidad real de ejercerlo en la toma de decisiones.
Nadie regala el poder. Debemos fortalecernos entre nosotras, con sororidad, con perspectiva de género, para reclamar el poder que nos corresponde. Para ejercerlo. Para que no se nos deje de lado al momento de hablar en nombre del partido. Para liderar y ser ejemplo de las que vienen detrás. Para dejar de ser las convidadas de piedra de la política.
Referencias
[1] Información disponible en “Democracia paritaria: Mapa de Género en la política argentina”, CIPPEC https://oear.cippec.org/novedades/democracia-paritaria-mapa-de-genero-en-la-politica-argentina-2020/
[2] Helmke, Gretchen y Steven Levitsky (2006) Informal Institutions and Democracy, Baltimore, John Hopkins University Press.
[3] Presidenta del Comité Capital de la Unión Cívica Radical, Auditora General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
[4] Directora de investigación y co-fundadora de Zubán Córdoba y Asoc. Consultora. Cofundadora y disertante de staff de Maratón de Comunicación Política. Integrante Mujeres Líderes de América, Fundación Documenta España por iniciativa de OEA. Integrante ALICE.
[5] Magíster en Ciencia Política. Secretaria Ejecutiva de la Unidad de Igualdad y Diversidad (Universidad de Valparaíso). Activista por los derechos civiles y políticos de las mujeres.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]*Valentina Cuevas. Licenciada en Relaciones Internacionales, Coordinadora del Observatorio de Mujeres y Política de Transparencia Electoral, Coordinadora de Programas de Promoción Democrática en DemoAmlat, Asesora política y legislativa, cursando el Programa de Liderazgo y Análisis Político (CIAS).[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]