Por Vladimir Rouvinski*
Durante la Guerra Fría, América Latina y el Caribe sirvieron de escenario para la competencia de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La lógica de un mundo bipolar guio el diseño de políticas de Washington y Moscú. Por esta razón, después del colapso de la Unión Soviética en 1991, la nueva Rusia inicialmente perdió su interés en la región. Primero, ante las enormes dificultades económicas, el gobierno de Boris Yeltsin colaboró con Estados Unidos en muchos temas de la agenda internacional. De igual manera, durante la década de los 90, Moscú estaba construyendo nuevas instituciones democráticas, y la vida política en este país se caracterizaba por un proceso político que tenía como su referente principal el modelo de la democracia liberal. En este contexto, llama la atención el hecho que, a principios del nuevo siglo, cuando la Rusia bajo el gobierno de Vladimir Putin volvió al hemisferio occidental, el regreso ruso coincidió con el comienzo del proceso de la regresión democrática, ataques contra la integridad de las -todavía débiles- instituciones democráticas rusas, el Estado de derecho y las libertades de la población rusa.
Si bien se pueden identificar varias razones detrás de la decisión de la Rusia de Putin de regresar a la región latinoamericana y caribeña, la noción de reciprocidad es el factor más importante. Aunque en la literatura académica de relaciones internacionales no existe una definición universalmente aceptada del concepto, la reciprocidad se puede entender como la práctica de un Estado que busca responder a un gesto o acción de otro Estado realizando un gesto o acción similar asociado a su identidad y las metas de su política exterior. Adicionalmente, se puede diferenciar entre reciprocidad, que se traduce en acciones tangibles por parte de los Estados, y reciprocidad simbólica. El primero va desde cumplir y rechazar ciertas normas en el ámbito internacional, hasta realizar nuevos arreglos militares para mantener el equilibrio de poder, mientras que el segundo se limita a gestos o acciones simbólicas. Al mismo tiempo, lo simbólico no debe ser percibido como “inofensivo”, pues puede conducir a los cambios en otros Estados respondiendo a los objetivos vinculados a una agenda política particular del Estado que usa reciprocidad simbólica como una herramienta de su política exterior.
En el caso de las relaciones entre Rusia y América Latina, el hecho es que las élites que gobiernan Rusia hoy en día, continúan viendo –tal y como lo estuvieron haciendo las élites soviéticas– todo el hemisferio occidental como el área prioritaria de la preocupación política, económica y social de Washington. De manera similar, los altos funcionarios del gobierno de Rusia consideran el territorio de la antigua Unión Soviética, un «extranjero cercano», como el área geográfica más importante para Moscú fuera de las fronteras de Rusia. El liderazgo ruso está convencido de que Moscú tiene derecho a tener intereses especiales en este «extranjero cercano» debido a los lazos históricos, culturales y económicos, y, recientemente, ideológicos asociadas con la idea del “Mundo Ruso”.[1] Por lo tanto, los líderes rusos postsoviéticos insisten en que todos los gobiernos fuera de la región deben considerar los intereses especiales de Rusia antes de avanzar en sus relaciones con los países de la ex Unión Soviética.
La reciprocidad simbólica tiene múltiples manifestaciones en el ámbito de la política exterior rusa. En primer lugar, es una oportunidad para que el gobierno de Putin demuestre que Rusia puede responder recíprocamente a lo que las élites rusas perciben como acciones destructivas del gobierno de Estados Unidos en el «exterior cercano» de Moscú. Por ejemplo, durante la crisis de Georgia en 2008, el gobierno ruso expresó su preocupación por la presencia naval estadounidense en el Mar Negro y el apoyo ofrecido por Washington a las fuerzas anti rusas. Aún más importante, existía la preocupación rusa con los avances en la construcción de las instituciones democráticas en varios países de la ex Unión Soviética pues este avance tenía lugar en el mismo tiempo que ha comenzado la regresión democrática en Rusia propia: las “revoluciones de colores” estuvieron vistas por el liderazgo ruso como una amenaza a su propio régimen. En ese entonces, Moscú envió sus bombarderos estratégicos y buques de guerra al hemisferio occidental justo después de la guerra de cinco días entre Rusia y Georgia en 2008. Además, las señales de una mayor cooperación militar y política con Nicaragua, Venezuela y Cuba coincidieron con la anexión de Crimea en 2014 y el apoyo estadounidense a Kiev. La participación activa de Moscú en la más reciente crisis de Venezuela es una manifestación más del enfoque de reciprocidad simbólica en América Latina. La visita del viceprimer ministro Borisov en vísperas de la guerra en Ucrania en febrero de 2022, y las declaraciones hechas en la Habana, Managua y Caracas[2] pueden considerarse como una acción recíproca en respuesta al apoyo de Estados Unidos a Ucrania. Al mismo tiempo, y dado que Rusia tiene recursos convencionales limitados, recurre con más frecuencia a métodos asimétricos para seguir una política de reciprocidad en nuestra región. El uso de propaganda y desinformación es una de estas herramientas.
Desinformación y propaganda rusas: la diplomacia rusa
En el mundo globalizado de hoy, las partes interesadas en el uso de las herramientas de la reciprocidad simbólica tienen a su disposición un abanico de los medios a través de los cuales pueden llevar a cabo su estrategia, incluso las sanciones simbólicas. Los ejemplos de estas últimas incluyen la prohibición de entrada a Rusia a los funcionarios de ciertos gobiernos que jamás iban a visitar este país, la congelación de las cuentas no existentes de los políticos de los países o introducción de las listas de los países “no amigos”[3]. No obstante, los más importantes, en términos de su alcance a mediano y largo plazo, son la diplomacia y medios de comunicación.
En la coyuntura actual, la diplomacia rusa responde poco o nada a las tareas tradicionalmente asociadas con el oficio de un diplomático que busca una solución pacífica de las controversias que emergen en situaciones de alto riesgo. Más bien, se trata de una diplomacia pos verdad que está movilizada por el gobierno de Vladimir Putin para exponer sus versiones de los hechos y justificar las acciones de Rusia desde una perspectiva que difiere de normas y prácticas aceptadas en la comunidad internacional. La ventaja que cree tener el gobierno ruso, al momento de convertir la diplomacia tradicional en un canal de propaganda y desinformación, es tener la protección del oficio diplomático en el exterior bajo las leyes y regulaciones internacionales. Aprovechando el legado soviético en cuanto a la membresía en las organizaciones internacionales formales tales como las Naciones Unidas, los diplomáticos rusos usan las plataformas, originalmente diseñadas para fomentar la cooperación multilateral, como unos canales de comunicación estratégica, difundiendo una narrativa falsa que carece de sentido y es contraproducente en cuanto a la búsqueda de una solución negociada.
Adicionalmente, hay evidencias de que los diplomáticos rusos buscan generar una confusión a través del uso de lo que se puede llamarse “el poder agudo”. Acuñado por Christopher Walker y Jessica Ludwig[4], el poder agudo describe los esfuerzos que buscan perforar, penetrar y alterar los entornos políticos internacionales y del ámbito interno en los países democráticos. En este contexto, la diplomacia rusa constituye actualmente uno de los principales vehículos de poder agudo de Moscú que le permite al gobierno de Putin cortar el tejido de la sociedad internacional, cuestionando el orden establecido y disminuyendo la influencia de los actores democráticos en el sistema internacional.
El impacto para América Latina de los esfuerzos de la diplomacia rusa es significativo. En primer lugar, actualmente, Rusia tiene relaciones diplomáticas con todos los países latinoamericanos y del caribe.[5] Sus embajadas son muy activas en el ámbito de la política interna latinoamericana y caribeña, y aprovechan la protección legal de su ejercicio diplomático para la difusión de las narrativas del gobierno de Vladimir Putin. Además, usan su presencia en las redes sociales populares entre los latinoamericanos, para desinformar a la opinión pública, incluso en aquellas, donde en la Rusia misma el acceso está prohibido (Facebook, Instagram). Al mismo tiempo, cuentan con el apoyo de las organizaciones de la sociedad civil –compatriotas, egresados de las universidades rusas y soviéticas– para movilizar el apoyo a la causa rusa más allá del ámbito diplomático. Desde la perspectiva rusa, se trata de las acciones de la reciprocidad contra las cuales los gobiernos de los países democráticos tienen pocas medidas coercitivas.
Desinformación y propaganda rusas: medios de comunicación
Después de que Putin llegó al poder, Moscú optó no solo por ampliar el alcance de su comunicación en el extranjero por la vía diplomática, sino por ejercer un «poder agudo» a través de mecanismos sólidos que pudieran difundir de manera efectiva los valores, intereses y objetivos deseados. En este contexto, el modus operandi de Rusia en América Latina, aparte de la diplomacia, depende en gran medida de los medios de comunicación controlados por el gobierno, a saber, la RT Actualidad y la agencia de noticias Sputnik Mundo. Como parte de la estrategia exterior de Putin, las operaciones de información en idiomas extranjeros se dirigen a los seguidores en regiones como América Latina porque Moscú cree que es más fácil atraer nuevas audiencias aquí que competir con los medios establecidos en Estados Unidos y Europa Occidental. Efectivamente, durante mucho tiempo, los latinoamericanos habían solicitado una cobertura más diversa de temas políticos e internacionales en comparación con los principales medios locales, pero la oferta seguía siendo limitada. Por lo tanto, desde la perspectiva rusa, los mercados de medios deberían responder favorablemente a los nuevos medios internacionales en español los cuales brindan una perspectiva diferente sobre varios temas críticos de interés público. Por ello, aunque Russia Today comenzó en 2005 transmitiendo en inglés a los televidentes en los países occidentales de habla inglesa, luego centró una parte considerable de su atención en América Latina.[6]
Para inicios de 2022, es decir, sólo un poco más de doce años después de su primera emisión en español, la señal de RT Actualidad estaba disponible en todas partes de la región. En algunos casos, el canal estaba disponible como parte de los sistemas de transmisión de televisión pública (Argentina, Venezuela y Cuba) o como parte del sistema satelital estatal en Bolivia. En otros países, como Colombia, además de Claro, el principal proveedor de cable del país, cientos de pequeñas redes locales de cable estuvieron transmitiendo la programación de RT Actualidad en sus redes. Además, hubo casos cuando RT pagaba a los operadores de cable para llevar su señal en las redes aliadas y, por lo tanto, dificultaba la identificación del origen de los programas transmitidos. Debido a que RT también tenía acuerdos para transmitir programas en canales locales, los televidentes a menudo no sabían que la información que ellos reciben proviene de Rusia. Este enfoque permitió a RT extender su alcance a potencialmente millones de espectadores adicionales en América Latina. Además, incluso cuando algunos proveedores de la televisión por cable tomaron medidas urgentes para limitar el alcance de RT, el canal sigue disponible gratuitamente las 24 horas del día y en línea. Como resultado, a inicios de 2022, RT en español en Facebook (www.facebook.com/ActualidadRT/) tenía más de 18 millones de seguidores. RT en español, el canal de YouTube, tenía más de cinco millones de suscriptores. RT Play en español en Facebook tenía más de seis millones de seguidores y más de 3,5 millones de personas siguen a RT en español en la cuenta de Twitter (twitter.com/actualidadrt). Finalmente, la identificación de la presencia de los medios patrocinados por el gobierno de Rusia sería incompleta sin mencionar a la agencia de noticias Sputnik Mundo. Este medio de comunicación mantiene sus propios sitios web además de la radiodifusión tradicional y digital en tres docenas de idiomas, pero forma parte del mismo marco organizativo que RT televisión.
El éxito de los esfuerzos rusos por llegar a un público amplio en América Latina y el Caribe es evidente especialmente ahora, después del inicio de la guerra en Ucrania. El hecho es que las narrativas difundidas a través de RT Actualidad y Sputnik Mundo no solo enfatizan el papel de Rusia como actor global, sino también destacan que Estados Unidos resiste al proceso de que Rusia recupere su debido lugar en la arena internacional y construye un nuevo orden multipolar con la participación de socios latinoamericanos. Moscú también busca desinformar a sus seguidores sobre las políticas de Estados Unidos en Ucrania y otros países de la ex Unión Soviética, negando a ellos su derecho de ser independientes y escoger sus propias alianzas. Como resultado, las sociedades latinoamericanas parecen estar divididas tanto en cuanto a las razones de la guerra, como sobre cómo deben actuar sus gobiernos frente a las medidas que están tomando las sociedades democráticas para frenar el avance destructivo de las tropas rusas en Ucrania. Debido a esta polarización, los gobiernos latinoamericanos tienen el espacio de maniobra limitado, tomando en cuenta las campañas electorales en varios países de la región, incluyendo a Colombia, por ejemplo, donde las fuerzas opositoras buscan apoyar su postura política ofreciendo una visión “alternativa” al conflicto en Ucrania que tiene mucho que ver con las narrativas rusas[7]. Adicionalmente, una considerable parte de la opinión pública latinoamericana está convencida en que no se debe limitar la presencia de los medios de comunicación rusos en la región haciendo referencia a los ideales de la libertad de expresión y conciencia, sin tener en cuenta los propósitos reales de la existencia de RT Actualidad y Sputnik Mundo que provienen de un país donde estas libertades estás severamente restringidas. Desde esta perspectiva, la estrategia de la reciprocidad simbólica rusa dio los resultados esperados por el gobierno de Vladimir Putin.
Conclusiones
El inicio de la guerra en Ucrania marcó un “antes” y un “después”. Y no solo en términos de la sobrevivencia de la arquitectura del orden internacional tal y como la conocemos después del fin de la guerra fría. Más allá de un asalto militar contra un país que escogió ser democrático a pesar de la presión del gobierno autoritario ruso, es un asalto contra la democracia como forma de gobierno aceptada en muchas partes del mundo y, sobre todo, por los pueblos en América Latina y el Caribe. Esta afirmación es especialmente importante si tomamos en cuenta el hecho que la democracia es clave para la seguridad en el Hemisferio Occidental: la idea de la paz democrática no deja ser relevante para la región. En este contexto, la reciprocidad rusa que inicialmente buscó adelantar las acciones simbólicas en una región considerada por Vladimir Putin y las élites rusas como una “zona de influencia” estadounidense, en respuesta al avance de la democracia en los países de la ex Unión Soviética, ha transformado en una estrategia de largo alcance que intenta aumentar la polarización en las sociedades latinoamericanas y caribeñas, utilizando el poder agudo, y, últimamente, debilitar las instituciones democráticas en la región. En este sentido, es urgente fomentar la conciencia –tanto de los tomadores de decisiones como la opinión pública– en cuanto a la presencia de los medios de comunicación rusos y las estratégicas llevadas a cabo por la diplomacia rusa en esta parte del mundo.
Referencias
[1] Paul, Fernanda. Rusia y Ucrania: qué es el «Russkiy Mir» («Mundo Ruso») al que Putin quiere unificar, BBC.com, 5 de marzo de 2022, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60528995
[2] Sequera, Vivian. Venezuela a key Russian ally in Latin America – Borisov, Reuters.com, 16 de febrero de 2022, https://www.reuters.com/world/venezuela-key-russian-ally-latin-america-borisov-2022-02-17/
[3] BBC.com, 15 de marzo de 2022, Rusia y Ucrania: Moscú sanciona al presidente de EE.UU., Joe Biden, y al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60753192
[4] Walker, Christopher and Jessica Ludwig. 16 de noviembre de 2017. «The Meaning of Sharp Power: How Authoritarian States Project Influence». Foreign Affairs.
[5] Rouvinski, Vladimir (2022), “Russia in Latin America: A Framework of Analysis” in Rouvinski and Jeifits (eds.), Rethinking Post Cold-War Russian-Latin American Relations, Routledge, forthcoming
[6] Rouvinski, Vladimir (2020), El “retorno” ruso: cinco claves para entender las relaciones de la Rusia postsoviética con América Latina y el Caribe, Documento de trabajo No. 36, Fundación Carolina, https://www.fundacioncarolina.es/wp-content/uploads/2020/07/DT_FC_36.pdf
[7] Fajardo, Luis. Rusia y Ucrania: cómo se han posicionado los países de América Latina ante la invasión rusa. BBC.com, 8 de marzo de 2022, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-60651863
*Vladimir Rouvinski. Director/a Lab. de Política y Relaciones Internacionales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Laboratorio de Política y Relaciones Internacionales
Universidad ICESI. Ph. D / Doctorado – Hiroshima University , 2006. Áreas de énfasis: Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Maestría – Hiroshima University , 2003
Áreas de énfasis: Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Pregrado – Irkutsk State University , 1992. Áreas de énfasis: Historia y Relaciones Internacionales.