Un panorama fragmentado es el que deberán enfrentar los ecuatorianos en las elecciones del próximo 07 de febrero. Actualmente, acorde al Concejo Nacional Electoral, existen 11 candidaturas escritas en firme, 1 calificada y 3 que se encuentran en plazo de subsanación. En un país de 17 millones de personas, tendríamos 1 candidato por cada millón de habitantes, siendo esto un hecho histórico en la vida democrática de nuestro país. Esto ha sido criticado por la ciudadanía que no logra concebir como se pueden tener tantas candidaturas, que posteriormente suelen quedarse por debajo del 5% de los votos. Como referencia, en las elecciones del 2017, existieron 8 candidaturas y 4 de ellas no alcanzaron este porcentaje de votos.
Otro factor que marca esta carrera electoral es el retorno de la “marea rosa” en Latinoamérica. México, Argentina y ahora Bolivia dan demostraciones de que el “progresismo latinoamericano” no fue eliminado como apuntaban algunos analistas sino tal vez puesto en pausa. Adicionalmente, los resultados obtenidos por el MAS-IPSP, con el 55% de votos en una sola vuelta, serán sin duda utilizados como referencia para lo que pueda pasar en Ecuador en los siguientes meses.
Si hablamos de potenciales escenarios, tenemos que analizar también a los diferentes candidatos, alianzas y alcance que tienen de cara a las elecciones venideras.
Primeramente, tenemos a Guillermo Lasso (CREO-PSC) que logró consolidar una alianza que lo posicionaba como favorito de cara a febrero 2021 y también como único representante de la derecha ecuatoriana, tras la declinación de Jaime Nebot y posteriormente de Cristina Reyes. Sin embargo, el fantasma de cogobernar, sobretodo en materia legislativa, con el actual gobierno de Lenin Moreno ha mermado sus capacidades de conectar con los votantes y ahora le costará desmarcarse para venderse como una opción de “cambio”. Adicionalmente, la alianza forjada con el Partido Social Cristiano parece haber quedado en papel, puesto que al no tener un plan de gobierno común y no coincidir en candidaturas para la Asamblea Nacional, parecería que la estrategia del PSC es no apostar a la presidencia, donde su olfato político les dice que no tendrían las mejores posibilidades, pero si buscar la consolidación de un bloque legislativo sólido que les permita manejar los hilos desde la Asamblea Nacional.
Por otro lado, tenemos a la Unión por la Esperanza – UNES (Fuerza Compromiso Social y Centro Democrático) que busca aglutinar al “progresismo” alrededor de la figura del expresidente Rafael Correa. Al presentar como candidato a Andrés Arauz, la estrategia busca posicionar un recambio generacional, que permita retomar los logros del gobierno de Correa y a la par corregir sus errores. El voto duro del correísmo brinda bases solidas a esta candidatura, que ahora deberá convencer a votantes por fuera de sus bases, apelando al recuerdo de tiempos mejores y también mostrándose como quienes han sido perseguidos por sus ex coidearios y pese a esto han sido la “oposición” al gobierno de Lenin Moreno. Todo esto, sumado a que, al día de hoy, la candidatura de Arauz no ha sido inscrita en firme y afronta hasta último minuto, varios cuestionamientos legales, que buscan impedir su participación.
A esta lista, hay que sumar a Yaku Pérez, candidato de Pachacutik (brazo político de la CONAIE). Pérez busca generar simpatías en primera línea con el “progresismo” que no se identifica con el correísmo y por fuera de esto capitalizar el voto de aquellos que no están conformes o no se sienten representados con las candidaturas de Arauz y Lasso. Resta por ver cual es el techo de Pérez para atraer a más votantes, puesto que su gestión en la Prefectura del Azuay ha sido cuestionada en base a las alianzas que generó, más cercanas a CREO y en general con la derecha, que con las bases indígenas y progresistas que lo llevaron a este cargo. A esto se suma la inconformidad que ha mostrado la CONAIE con la candidatura de Pérez y las pugnas internas por las candidaturas del movimiento Pachacutik a la Asamblea Nacional.
Por fuera de estos candidatos que aparecen como mejores opcionados según varias encuestas, para llegar a una virtual segunda vuelta, existen otros que apelan a ser outsiders viables dentro de esta lid electoral. Es el caso de Isidro Romero (Avanza) o de César Montufar (Partido Socialista – Concertación) quienes buscan presentarse como candidatos por fuera del establishment, para así capitalizar el voto de los desilusionados con la política actual.
Según la encuestadora CEDATOS, en un estudio realizado en el mes de agosto de 2020, se refleja que las principales preocupaciones de los ecuatorianos actualmente son: Economía (desempleo y crisis económica del país), Corrupción (mal manejo de recursos públicos) y Crisis Sanitaria (COVID19). Esto a su vez decanta en que el 84% de los ecuatorianos se coloca en un estado pesimista, molesto frustrado y poco optimista sobre el futuro.
Esto nos presenta un panorama en el que los diferentes candidatos deberán apelar a propuestas y discursos que demuestren la viabilidad de sus ideas para resolver las preocupaciones, hoy por hoy principalmente económicas de los ecuatorianos. Tomando en cuenta este antecedente, el debate actualmente se centra en términos muy reales sobre cuando los ecuatorianos estaban mejor, ya que la figura de Rafael Correa sigue siendo parte central del debate político en nuestro país.
Esta narrativa será impulsada en base a la crítica situación económica del país, que lleva a candidatos a plantear propuestas en términos que les permitan conectar con sus votantes. Aquí se plantea una disyuntiva, ¿Cómo va a evaluar el ecuatoriano promedio la gestión actual en términos económicos? La respuesta a esta pregunta dirigirá la decisión de muchos votantes, ya que la gestión actual estará altamente ligada a Guillermo Lasso y sus propuestas, versus el planteamiento de un pasado mejor, no tan lejano, como lo plantea Andrés Arauz.
Por fuera de esto, el descontento con el manejo de lo público y las críticas sobre varios casos de corrupción, actuales y pasados, brindaran oportunidades de ataque a candidatos como Pérez, Romero o Montufar. Esta narrativa que busca criticar a los candidatos provenientes de gobiernos actuales o pasados (Lasso – Arauz), puede tener calada en el votante promedio, que se encuentra desencantado con todo aquello que represente el pasado o presente del Ecuador y que busca con ansias una propuesta que le haga tener esperanza en el futuro.
Este escenario altamente fragmentado y volátil es el que enfrentaremos como país en los siguientes meses, hasta llegar al 07 de febrero. En un contexto regional, las elecciones ecuatorianas juegan un rol esencial que marcará la posibilidad de un retorno de la “marea rosa” a Latinoamérica, con Chile y Brasil como siguientes en esa lista. En un contexto local, el proceso electoral que enfrentamos permitirá vislumbrar el derrotero por el que caminara el Ecuador en el mediano y largo plazo, ya que, en medio de una grave crisis económica, el camino que escojan los votantes dará una clara señal casa adentro y hacia fuera de que opinan los ecuatorianos sobre el modelo de desarrollo por cual debería optar nuestro país.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://demoamlat.com/wp-content/uploads/2020/11/Enrique-scaled.jpg[/author_image] [author_info]Enrique Crespo
Licenciado en Relaciones Internacionales y Ciencia Política por la Universidad San Francisco de Quito y posee una maestría en Políticas Públicas y Administración –especialidad en política pública comparada- por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres. Miembro de Global Shaper del Foro Económico Mundial y lidera la coordinación de Ciencia, Tecnología e Innovación en la Agencia de Promoción Económica de Quito – ConQuito.[/author_info] [/author]