Desde la independencia, con recursos limitados y el apoyo de la juventud y el feminismo, Claudia López logró derrotar al uribismo y convertirse en la mandataria de la ciudad colombiana más importante.
En un contexto de relativa paz, a partir del proceso histórico iniciado en Colombia, las elecciones regionales expusieron la actual situación política del país y sus principales referentes.
Por un lado, un Iván Duque que, después de un año, aún no pasa de primera marcha en la gestión pero que a su vez aceleró al tope su desgaste, esfumando de a poco aquellos aires de renovación que se respiraban al comienzo de su gestión.
Por otro lado, tenemos a Gustavo Petro, el ex guerrillero devenido en referente político de la izquierda colombiana y ex alcalde de Bogotá. Una figura que mantiene el mismo nivel de imagen positiva y negativa (si no es más) debido a los fantasmas que sus orígenes representan para la sociedad colombiana.
Y, por último, la situación actual de Miguel Uribe, el verdadero perdedor de las elecciones acontecidas recientemente. Las calles hablan a través del voto y, esta vez, los colombianos decidieron ponerle un rotundo fin a la indecencia, violencia y corrupción que representa la controvertida figura de Salvador Uribe.
En este contexto, no es menor la aparición de Claudia López. Su figura, a pesar de que ella tiene una probada carrera en el ámbito político, se puede señalar como outsider. Precisamente, por ser una forastera del sistema político actualmente en vigencia que, poco a poco, iba mutando al status quo (con sus propias reglas).
Los colombianos votaron decencia, independencia, honestidad y una propuesta sin grises que, sin dudas, traerá nuevos aires a la política colombiana.
En este contexto, el revuelo generado por su orientación sexual no es más que una anécdota para una mujer que irrumpió con aires posmodernos en la política colombiana y que, sin dudas, llegó para quedarse.