Por Ernesto, de Cuba.
Es bastante conocido que el régimen cubano desde sus primeros años tuvo poco o ningún respeto en las libertades personales de los ciudadanos que gobernaba. Prueba de ello fueron las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Recientemente (gracias a los documentos obtenidos por el periodista cubano José Raúl Gallego Ramos) han salido a la luz y se han difundido nuevas pruebas sobre la existencia y el carácter de las llamadas UMAP cubanas que permiten describirlas y denunciarlas más que nunca como lo que eran: campos de concentración para personas LGBT, ligadas a una religión u opuestas al régimen y las ideas que representaba.
Constituye un importante deber de todos los que queremos una Cuba libre preservar la memoria y la historia de las víctimas del totalitarismo. Con el recuerdo y la información adecuada nos podremos asegurar de no repetir la historia. Por tanto, vale hacer un recuento de lo que fueron las UMAP y las marcas que dejaron en la sociedad cubana.
La Revolución cubana no fue un movimiento político progresista o liberal en temas sociales jamás, siempre estuvo basada más que nada en su nacionalismo y carácter redistributivo en lo económico, el mismo Fidel expresaba sobre la homosexualidad: ´´(…) que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución, la sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones (…) ´´. En la búsqueda de chivos expiatorios para crear enemigos contra el naciente orden totalitario no bastó con opositores comunes o ´´contrarrevolucionarios” e intelectuales desafectos al proceso de cambios en marcha; se añadió a ello personas creyentes en las diferentes ramas del cristianismo o incluso religiones afrocubanas y una creciente persecución contra la homosexualidad y todas las prácticas relacionadas o simplemente dotadas del estigma gay. En la búsqueda de ese “hombre nuevo” se ideó la creación de campos de reeducación para estas personas “desviadas” que finalmente verían la luz en 1965: las UMAP.
Estas instituciones, que evidentemente violaban múltiples derechos humanos marcaron la vida de muchos jóvenes, y han sido ampliamente documentadas por diferentes autores. Entre ellos Abel Sierra Madero en “El cuerpo nunca olvida. Trabajo forzado, hombre nuevo y memoria en Cuba (1959-1980)”, Armando Navarro Vega en “Cuba, el Socialismo y sus éxodos” y Carolina de la Torre Molina en ´´Benjamín. Cuando Morir es más sensato que esperar´´, con un toque más personal. Estas auténticas piezas de periodismo permiten conocer más acerca de la situación de los reclusos.
Es importante saber que “según la Ley No. 425 de 7 de Julio de 1959, fundamentalmente en sus Capítulos I (Delitos contra la integridad y la estabilidad de la Nación) y III (Delitos contra los Poderes del Estado)”1 los cubanos podían terminar en las UMAP por cosas como:
“-la conducta impropia atribuida a los homosexuales (raritos, bitongos o flojitos como se los llamaba en la prensa de la época), enmarcada dentro de los Delitos contra el Normal Desarrollo de las Relaciones Sexuales y Contra la Familia, la Infancia y la Juventud; (…)
-por exhibir tendencias extranjerizantes, como preferir determinados géneros musicales como el jazz, el pop o el rock, escuchar emisoras de radio norteamericanas, o por hacer ostentación de ropas o de artículos de consumo capitalistas;
-por poseer, leer o hacer circular revistas y libros diversionistas, o hacer apología de la sociedad de consumo a través de simples comentarios privados (…)
-por peligrosidad social, una suerte de delito metafísico, un difuso “estado predelictivo” tipificado para encarcelar preventivamente a cualquiera en cualquier momento y durante años sin un motivo real, una variante particularmente perversa de la “convicción revolucionaria”;
-por mantener relaciones no autorizadas con extranjeros (de cualquier país e independientemente de su posicionamiento político), o con familiares y amigos “apátridas” residentes fuera de Cuba (especialmente en los Estados Unidos);
-por ser “religiosos”, en especial católicos a principios de los 60´, santeros o Testigos de Jehová, perseguidos estos últimos con saña por oponerse a vestir uniforme y usar armas, ofreciendo así un ejemplo muy peligroso.”2
Las consecuencias por no encajar en la nueva “legalidad socialista” era ser enviado a Camagüey, donde estaban ubicados la mayor parte de estos campos de trabajo forzados. Se estima que entre 25 y 35 mil personas sufrieron este proceso entre 1965 y 1968.
Si bien la mayor parte de los reclusos fueron hombres” para 1967 un informe de la CIA describía la existencia de “Unidades Femeninas de Ayuda a la Producción (UFMAP). Según el reporte, en un lugar conocido como El Jagüey se encontraban confinadas unas setenta mujeres. Habían sido trasladadas de una prisión en Nuevitas con el objetivo de implementar un nuevo experimento concentracionario”3
Según estimaciones del exagente de la Dirección de Inteligencia Norberto Fuentes de aproximadamente 35.000 internos, 507 terminaron en salas psiquiátricas, 72 murieron por torturas y 180 se suicidaron. La Organización de los Estados Americanos en un informe de derechos humanos de 1967 reveló que más de 30.000 internos fueron «obligados a trabajar gratis en granjas estatales de 10 a 12 horas diarias, de sol a sol, siete días a la semana, mala alimentación con arroz y comida en mal estado, agua insalubre, platos sucios, cuarteles congestionados, sin electricidad, letrinas, sin duchas, los reclusos reciben el mismo trato que los presos políticos».
De lo anterior se concluye que los reclusos fueron utilizados como mano de obra forzada al tiempo que eran castigados por no encajar en el molde social del sistema totalitario. Es preocupante que nunca nadie ha rendido cuentas por las consecuencias que tuvieron para decenas de miles de cubanos estos campos de trabajos forzados. Algunos finiquitan la cuestión citando una entrevista donde Fidel Castro se “disculpa”, como si eso resolviera el daño causado.
Entre los documentos revelados recientemente existe uno que detalla las categorías en las que se clasificarían a los retenidos, de acuerdo a su rol en las relaciones sexuales homosexuales, así como su postura respecto a abandonar el país y su capacidad para dejar a un lado su desafecto u oposición a la revolución cubana. De acuerdo con lo anterior sería su lugar en los batallones de las UMAP y el programa de reeducación asignado. También describe la estructura de los programas de reeducación. Se dedicaría la mayor parte del tiempo al trabajo agrícola, la cual separaba los seis primeros meses de “rehabilitación social” que incluía en algunos casos clases de infantería y los últimos 6 meses, también eran de rehabilitación social.
La ´´rehabilitación social´´ incluía tortura psicológica y un fuerte adoctrinamiento. El programa totalizaba 3 años, la duración del Servicio Militar Obligatorio en aquellos tiempos. A los contrarrevolucionarios que planeaban abandonar el país no se les enviaba a las UMAP “ya que su estancia de 3 años en el país además de crear problemas, cuesta caro a la economía nacional.”, mientras para los demás, se esperaba “borrar el comportamiento amanerado”, “borrar el comportamiento antisocial” y “cualquier manifestación de hostilidad a la Revolución”. Todo lo anterior fue integrado conveniente en la estructura del Servicio Militar Obligatorio, establecido con anterioridad en 1963, con el objetivo de poder enmascarar el verdadero fin de las UMAP: ser campos de reeducación y trabajos forzados.
Entre los documentos hay uno que intenta buscar una explicación psicológica/científica a la homosexualidad, y propone la creación de escuelas premilitares y un plan de trabajo para reeducar a los individuos que sean declarados con tendencias homosexuales. Otros documentos son un estudio de las religiones presentes en la Isla, probablemente con el objetivo de comprender e incidir más sobre los reclusos por motivos religiosos en las UMAP.
Las UMAP cerraron pronto, 1968, a solo 3 años de su apertura. Su estrepitoso fracaso demostró la irracionalidad de este intento del totalitarismo imperante de imponer el pensamiento único y forjar su ansiado hombre nuevo. El amor y la atracción entre personas del mismo sexo, la pluralidad de pensamientos y las creencias religiosas siguieron existiendo, mucho más reprimidas, pero sin desvanecerse, a pesar del alto coste humano y material de este experimento macabro de ingeniería social. Luego de su clausura, la represión, las violaciones a los derechos humanos y la opresión no dejaron de estar presentes. Cabe señalar que muchos de los que hubieran ido a las UMAP siguieron yendo al Servicio Militar Obligatorio (que aún existe) en condiciones bastante similares y a las prisiones en caso de los presos políticos, disidentes y homosexuales mayores que la edad de reclutamiento (que eran penados con cárcel por su orientación sexual hasta 1988, aunque persistió el estigma). Aún hoy en Cuba los opositores, y aún más los LGBT pagan un alto precio por ejercer sus derechos políticos, llegan a ver violados muchos de sus derechos humanos más esenciales cuando son recluidos en prisión.
En este enlace se podrá acceder a los documentos recién publicados por el periodista cubano José Raúl Gallego Ramos:
https://drive.google.com/drive/mobile/folders/1YumVggGRWk9HWXcLvlKAwdUeze0jQD1j?usp=sharing
1Armando Navarro Vega, Cuba, el Socialismo y sus éxodos, p46
2Armando Navarro Vega, Cuba, el Socialismo y sus éxodos, p47,48,49
3Abel Sierra Madero, “El cuerpo nunca olvida. Trabajo forzado, hombre nuevo y memoria en Cuba (1959-1980)”, p14
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