Skip links

La renovada visión blanquinegra en la política electoral latinoamericana y el potencial del periodismo popular para la transformación

Mirada sobre el lugar que ocupan los distintos medios de comunicación en la construcción de la opinión pública atravesada por los discursos hegemónicos contra hegemónicos dentro de las democracias, el espacio de poder que le cabe al periodismo independiente.

 

I.

La democracia es tema pendiente de Nuestramérica. Con un poco más de ímpetu pudiéramos todavía decir que la democracia es tema pendiente en el mundo. Esta idea, sin embargo, tan transparente como se pretende, encierra al menos dos puntos de vista de nuestro interés en la discusión.

Por un lado, la democracia pendiente resulta sinónimo de la democracia utópica, del proyecto como utopía. Por el otro, no obstante, la calidad de proyecto desplazado de manera perenne implica la imposibilidad de su realización. Tal es un aspecto medianamente formal del asunto.

Desde el avistamiento, ahora, del fenómeno (el de la democracia pendiente, siguiendo con el juego de palabras) se pueden abstraer un par de elementos más. El primero es claro, la democracia, de facto, se encuentra inacabada. En cada lugar del mundo será preciso establecer de qué manera esto resulta cierto. En México la cosa es fácil, recientemente, por ejemplo, el titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, José Agustín Ortiz Pinchetti, dijo con toda soltura que en este país no hemos experimentado “elecciones enteramente limpias nunca”[1]. Un fraude por aquí, compra de votos por allá. Sin embargo, este es el punto de vista primero, el superficial. La respuesta a la problemática pretende ser desde aquí, tema técnico, de la misma forma que lo es la realización logística de las elecciones.

El segundo elemento es develamiento de lo anterior: la democracia, de facto, está inconclusa. Ciertamente, también, como fue concebida en la República platónica, es por naturaleza incompleta. Aparece como parte del devenir de la historia, como una etapa de su desarrollo. Nuestro argumento se parece a este, pero hemos de invertirlo: no es un simple escaño del porvenir, es uno, además, que se construye sobre las ruinas de los pueblos nunca modernos. Entonces diremos que no es la democracia por naturaleza inacabada: muy por el contrario, el problema es histórico.

La población migrante, por ejemplo, que suele coincidir con la población campesina y, en parte, con diversos pueblos originarios ha quedado fuera de la ciudad y de la consecuente condición —ciudadana—, de manera paralela a los esclavos de la Grecia democrática. Esto es: el 90 por ciento de la población jornalera migrante proviene de localidades de menos de 15 mil habitantes, es decir, de zonas rurales. Las implicaciones concretas son varias, por ejemplo, que el 75.4 por ciento de esta población se encontraba para el 2012 en condición de pobreza según las formas de medición gubernamentales[2]. La incidencia de pobreza extrema para este renglón de la sociedad representa más del doble de la media nacional.

Así, podríamos pensar que la finalidad de la democracia es la igualdad de los pueblos que conforman la República, pero sería este el camino platónico, ahistórico, burgués. La cosa es al revés: partir de la formalidad de la democracia supone la igualdad de las personas, pero suponer la igualdad de las personas ante semejante escenario, es poco menos que firmar su sentencia de muerte. El resultado es lo que observamos, la pobreza extrema como aspecto históricamente inalterable: es hacer una República, como dicen, para los de arriba.

Desde una perspectiva distinta se dice también que la historia la hacen los pueblos[3], por lo que, situándonos ahora en las rendijas de la vida pública, el periodismo libre de lucro transfigura la escena de los grandes relatos que se escriben desde el presente y denuncia que la otra cara de la luna existe.

En esta tónica, el presente texto llama a reflexionar sobre la mala costumbre de pensar de manera maniquea. Ya lo dijera Gramsci: la vida es tomar partido… pero no hacerlo a ciegas. El periodismo ciudadano pretende irrumpir en la esfera pública como un brazo más de la participación ciudadana, ápice siempre de asunto electoral. De tal forma que su capacidad de ‘hacer historia’ es realmente limitada. A pesar de ello, en el camino, los métodos de esta disciplina refieren con claridad una tarea urgente: darles el micrófono a víctimas de diversos tipos de despojo.

Como aspecto particular de este asunto declaradamente histórico se ha puesto de relieve, con la situación pandémica, la relación entre lo público y el desarrollo de —por no decir también creciente dependencia— lo tecnológico. Para observar este fenómeno consideremos el paralelismo que se da entre la corriente de la comunicación popular y una pedagogía en la misma línea, que en su aspecto academicista se funda en algunas ideas claves, sobre todo las concernientes a Paulo Freire. Hablamos, por ejemplo, de Mario Kaplun cuando pone el diálogo por delante como consecuencia, prácticamente, del gigantesco trabajo del brasileño[4]. Para el uruguayo el recorte de la realidad necesita nutrirse de quien, posteriormente, será el receptor. Se pone de manifiesto un elemento epistemológico, de tal forma que podemos situar en un mismo plano la investigación (de la cual el grueso de la población, la comunidad dentro del aula, hace de sujeto) que supone el buen desarrollo de docentes, con la investigación periodística que supone, al final, poner la información más relevante y de forma completa al alcance de un público.

Construido semejante lazo, ahora Inés Dussel puede agregar que “las tecnologías no son objetos externos que ‘llegan’ a las escuelas, sino que la escuela es ella misma un entorno socio-técnico poblado por artefactos (libros, láminas, cuadernos y carpetas, mapas, retratos, escritorios) que materializan formas particulares de registrar y organizar el conocimiento y la memoria humanas”[5]. Esta influencia, para cerrar el argumento, se interioriza, pues “además del cambio en las relaciones de poder y en las subjetividades de docentes y alumnos, puede notarse el desplazamiento de verbos centrales para la acción escolar, como leer, escribir, estudiar y atender, por otros que asimilan las acciones educativas a cualquier otra: clickear, linkear, acertar, compartir, visualizar y mapear”[6].

A esta luz, no es descabellado sugerir que los tiempos modernos parecen delimitarse, en buena medida, por la preferencia y el fomento a la inmediatez de la vida y de sus ámbitos; si trasladamos esto a lo político puede llevar a escoger lo conocido, cómodo y autorreferencial. Ante la existencia de tendencias ideológicas marcadas, la escena política-electoral se torna una pasarela de lugares comunes, cuya afinidad contextual se renueva con las jergas y los temas de moda y deja en las tinieblas a las grandes preguntas de ayer y hoy. Puede considerarse esta situación como ideológica, en el sentido de una distinción entre diversas posiciones con igualmente diversos aportes a lo hegemónico.

La posibilidad de permear en los esquemas de pensamiento y comportamiento, a través de un discurso y una praxis contra-hegemónica, es quizá la principal herramienta transformadora de los mecanismos democratizadores; llámense educación popular, empresas cooperativas, periodismo comunitario —cuyo potencial suele ser mayor conforme más se alejan de las estructuras y convenciones del Estado-nación—.

Sin embargo, semejante alejamiento limitaría sobremanera la influencia que tales esfuerzos pueden ejercer sobre el entorno: palidecen los lazos con las redes de apoyo institucionales. Para la socialdemocracia, esta situación implicaría la vieja pretensión de construir un nuevo Estado, para, posteriormente, mediante medios generalmente violentos —aunque ello no invoca necesariamente los disparos— desplazar al antiguo régimen.

Los medios de comunicación comunitarios no están exentos de ello. La crítica, cuando es aguda, como la práctica, cuando es constante, atraen la persecución, por vías legales unas veces, por caminos oscuros en otras. En el terreno de lo legal podemos nombrar los atentados que se fundan en combatir transmisiones irregulares, por no contar los medios con permisos necesarios, aun cuando en lo concreto su trabajo sea de la mejor calidad. En el ámbito más oscuro, la persecución ha ido desde allanamientos a centros de transmisión hasta ataques relacionados con el crimen organizado.

Por tal motivo contamos con tan pocos referentes informativos comunitarios de largo alcance y estos palidecen ante la maquinaria mediática de las televisoras y los periódicos que, con sus vínculos institucionales (reforzados explícitamente vía líneas editoriales y transferencias monetarias), extienden sus tentáculos discursivos a todos los territorios.

La escala clásica izquierda-centro-derecha hace de andamio sobre el cual se monta esta maquinaria y reproduce las tragicomedias del periodo electoral en turno, y es aquí donde nos centraremos para pensar en la llamada opinión pública. Quien asiste al espectáculo corre el riesgo de vivir exclusivamente a través de la risa, el llanto, el escupitajo y el aplauso. No hay mucho más que sombras; una vez más sentimos la República platónica, la formal y ahistórica. El guion está ya dado, por lo que resta únicamente asistir para subir o bajar el pulgar.

No se trata simplemente de un inacabado intento de la población por comprender lo que sucede en la tarima. La producción, la actuación, así como el acto de dirigir, conllevan sujetos con intenciones bien determinadas, quienes emiten mensajes desde un contexto que se encuentra lejos de ser homogéneo a lo largo y ancho del territorio que nos compete, sea México, sea Nuestramérica.

La opinión pública, por tanto, queda develada como el resto de los y las participantes de lo democrático: nada es totalmente imparcial. Un oligopolio televisivo como narrador de la vida común se sitúa muy por encima de las posibilidades de los medios libres, como en el caso de México. La opinión pública, despojada de la imparcialidad, se muestra menos pública y más privada.

Los grandes medios de comunicación al tener fines de lucro concentran vínculos y directrices que dirigen el sentido de su existencia, como el de cualquier otro agente económico real, sin tomar en cuenta los supuestos de las teorías que optan por excluir la historia y la política de la racionalidad microeconómica. Por tal naturaleza son entes, en lo esencial, discriminatorios.

La línea editorial de estos gigantes recorta explícitamente la región noticiosa del mundo, dejando fuera al resto. Hemos visto, al tiempo, actos discriminatorios más velados, tácitos: basta la polémica generada por las declaraciones de un cantante (en el año 2009 o llamando terrorista al Estado mexicano tras los asesinatos, detenciones arbitrarias y abusos sexuales por parte de la policía en Atenco, Estado de México, en 2006) que provocó su autoexilio del país.[7]

A su lado, el general colombiano Óscar Naranjo, asesor de seguridad de Enrique Peña Nieto durante su presidencia de México, sí puede llamar terroristas a los narcotraficantes mexicanos, en entrevista con el diario El País;[8] para él no importa que el Artículo 33 Constitucional advierta sobre la intromisión de personas extranjeras en la política interior, a él lo respalda el régimen y la opinión pública.

 

II.

Preferimos partir, como ya asomaba, de la contrahegemonía fraguada no desde un poder unificador, sino desde distintos cauces. De acuerdo con Federico Engels, la dinámica de la historia tiene la siguiente forma:

“[…] pese a los fines conscientemente deseados de los individuos, un aparente azar; rara vez acaece lo que se desea, y en la mayoría de los casos los muchos fines perseguidos se entrecruzan unos con otros y se contradicen, cuando no son de suyo irrealizables o insuficientes los medios de que se dispone para llevarlos a cabo. Las colisiones entre las innumerables voluntades y actos individuales crean en el campo de la historia un estado de cosas muy análogo al que impera en la naturaleza inconsciente.”[9]

Debido a ello, no observamos lo contrahegemónico haciendo de barrera para contener lo azaroso del mañana, sino como una articulación de partes independientes, por lo que algo de incertidumbre se torna ineludible.

Otro elemento constituyente del incierto devenir de la historia como presente, se relaciona con lo contrahegemónico desde un extremo en ocasiones opuesto al nuestro. Los proyectos progresistas latinoamericanos son fruto de una tradición política de izquierda que vela por no volver a los viejos baños de sangre de las viejas dictaduras. Son proyectos que por momentos se alejan de la violencia de fondo, cosa que les permite asumir el traje electoral. Entran al escenario, en consecuencia, buscando con desesperación la unidad capaz de asumir el bastión de clase.

Desde esta posición, el manejo del discurso puede invocar al fantasma del autoritarismo. Esto especialmente cuando la oposición, otrora régimen institucional anquilosado, está conformada por personajes de la clase propietaria y enriquecida. Con tantas voces concertadas ciertamente como clase, golpeando a diestra y siniestra, ha de resultar sencillo agrupar toda crítica como parte de lo mismo. Se corre el riesgo de caer de manera indefinida en el lugar común de quien señala a la crítica de “hacerle el caldo a la derecha”.

En el peor de los casos se busca lapidar las voces, de acuerdo a que, siguiendo a Rita Segato, esta necesidad de unidad incuestionable es una invitación forzada a aceptar y colaborar con la hegemonía del aparato gubernamental, lo que incluye sus prácticas y formas de ver el mundo y, por ende, estará en constante choque y contradicción con otros esquemas de organización social más horizontales, con lo que llamamos la diversidad política.[10]

Las grandes preguntas, las más necesarias, se piensan y se hacen en las calles, las escuelas, las cantinas, las radios comunitarias y los medios libres. Podemos cuestionar la injerencia extranjera resultante a través de transferencia de recursos a Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) como parte de las miras que apuntan a desestabilizar todo lo que huela a tierra mojada y maíz tostado; no obstante, cuestionar la labor crítica de grupos cuya trayectoria es probatoria, sin más argumento que la búsqueda por detonar este vicio cruel de que los unos vivan a costa del padecer de los otros, es oportunismo.

El periodismo callejero, el que no tiene fondos internacionales y por eso necesita mecanismos de defensa, no solo les exige a los de arriba bajar de la tarima, nos empuja a todos y todas a salirnos del teatro, a vernos las caras y reconocernos en los mismos llantos, en los lamentos de las desapariciones forzadas, de la violencia sexual, de las muchas horas y los pocos salarios, de la diabetes y el cáncer, del miedo a las balas perdidas y a que te encuentre Migración. Este periodismo es el que nos recuerda que la policía no nos cuida y que los candidatos de uno u otro color pueden equiparar los votos con ingresos.

Es necesario para una buena praxis periodística no solo mirar lo inmediato, el blanco-azul de un lado o el negro-rojo del otro, sino construir una visión coyuntural que, como tal, aporte una interpretación de lo presente y lo pasado en relación recíproca. Ninguna noticia puede ser definitiva ni es posible tal cosa como la objetividad. El campo de disputa no es un tablero de ajedrez.

Infaltable también resulta la articulación entre medios de comunicación como emisores y los sujetos políticos como receptores, lo que difícilmente admite una configuración horizontal. Pero, no olvidemos la articulación horizontal, desde lo formal, entre movimientos sociales, medios comunitarios y comunidades despojadas en general. De otra manera, las posibilidades quedan reducidas a las de un agente privado, cosa reconocible incluso en casos de ONGs. Por más esfuerzo que se imprima en este último caso, la teoría no llegará, por aislamiento, a la condición de praxis. Dicho de otra forma: considerar el periodismo y la comunicación en su sentido comunitario implica asumir también su aspecto político como actividad transformadora del mundo.

Sea en forma de nota, de reportaje, de opinión, de cápsula informativa, los grandes medios buscan la política primeramente en sus bolsillos. El periodismo popular, en cambio, el callejero, comunitario, independiente, el periodismo de los que hemos perdido una y otra vez, se planta frente a la hidra y, con los pies bien puestos, atina su punto de partida, el único aceptable: la coyuntura que ocurre entre sus pies descalzos y la tierra nuestra. Desde allí se teje diariamente un nuevo guión, la nueva historia presente.

 

[1] Castillo, G. 5 de abril de 2021. “Las elecciones tienen como gran enemigo al crimen organizado: Ortiz Pinchetti”. La Jornada, disponible en: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/04/05/politica/las-elecciones-tienen-como-gran-enemigo-al-crimen-organizado-ortiz-pinchetti/

[2] Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas. 2019. Primer Informe sobre Violación de Derechos de las y los Jornaleros Agrícolas en México. Disponible en: http://cecig.org.mx/wp-content/uploads/2019/03/INFORME_RNJJA_2019.pdf

[3] Allende, S. 11 de septiembre de 1973. Último discurso en la Casa de la Moneda. Disponible en: https://www.eldesconcierto.cl/nacional/2017/09/11/la-historia-es-nuestra-y-la-hacen-los-pueblos-el-ultimo-discurso-de-salvador-allende.html)

[4]  Kaplun, M. (1998). Una pedagogía de la comunicación. Ediciones de la Torre.

[5] Dussel, I. (2018). “¿Nuevas formas de enseñar y aprender? Las posibilidades en conflicto de las tecnologías digitales en la escuela”. Perfiles educativos Vol XL, número especial, p. 147. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/pdf/peredu/v40nspe/0185-2698-peredu-41-spe-142.pdf

[6] Íbid, p. 150.

[7] “Chao, M. ¿En realidad fue VETADO por el gobierno mexicano? Aquí la historia”. 29 de marzo de 2021. El Heraldo de México, disponible en: https://heraldodemexico.com.mx/cultura/2021/3/29/manu-chao-en-realidad-fue-vetado-por-el-gobierno-mexicano-aqui-la-historia-video-276914.html

[8] Prados, L. y Camarena, S. 29 de septiembre de 2012. “Llamar guerra a la política de seguridad en México es un error garrafal”. El País, disponible en: https://elpais.com/internacional/2012/09/29/actualidad/1348923489_454432.html

[9] Engels, F. (1888). Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, p. 43. Disponible en: https://www.fundacionfedericoengels.net/images/engels_feuerbach_RL_crisis_socialdemocracia.pdf

[10] Segato, R. 6 de diciembre de 2019. Conferencia “Nuevos rumbos teórico-políticos: institucionalidad y comunalidad a la luz de la Colonialidad del Poder y de las luchas feministas del presente”. XXXII Congreso Internacional de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Hacia un nuevo horizonte de sentido histórico de una civilización de vida. 1 al 6 de diciembre de 2019, Lima, Perú.

 

Liliana Orozco Camacho

Economista por la Universidad de Sonora y Maestra en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara, México. Colaboradora independiente de Política y Rock & Roll Radio 106.7 FM, la radio ciudadana de Hermosillo y primera concesión federal de radio comunitaria en México.

Alberto Duarte Andrade

Asesor educativo y Director del proyecto educativo impulsado por Sociedad Activa, A.C., dirigido a jornaleros y jornaleras agrícolas en la región costa de Hermosillo, Sonora. Colaborador independiente de Política y Rock & Roll Radio 106.7 FM, la radio ciudadana de Hermosillo y primera concesión federal de radio comunitaria en México.