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Injusticias ambientales, espacios segregados y ciudadanía excluida: una reflexión sobre los impactos de la pandemia del covid-19.

Condiciones de precariedad, falta de acceso a bienes y servicios e infraestructura de salubridad como agua potable y cloacas, hacinamiento urbano y saturación habitacional se suman a la ocupación de espacios de las megalópolis proclives a la contaminación que configuran el ámbito propicio para la expansión exponencial de enfermedades y consolidan la injusticia sanitaria para amplios sectores desfavorecidos de la población.

 

Introducción

Desde que las autoridades chinas alertaron a la Organización Mundial de la Salud  (OMS) el 31 de diciembre de 2019, sobre la existencia de casos de neumonía, de origen desconocido, el nuevo coronavirus, y la enfermedad covid-19  ha sido tema de debate en casi todo el mundo, rodeado de muchas indagaciones. En relación a la identificación, origen, formas de transmisión, tiempo de supervivencia fuera del cuerpo, período de incubación, tiempo de transmisibilidad y propagación; pero principalmente preguntas sobre cuáles serían las estrategias para prevenir el contagio y las formas de tratamiento. El debate se intensificó tras la declaración del 11 de marzo de que se trataba de una pandemia.

Desde entonces, los temas económicos, sociales, políticos y de salud, y sus impactos a nivel local y global se han incorporado a la discusión global, así como los desafíos presentes. Es importante pensar en los impactos y retos, ya que permiten la elaboración de alternativas para afrontarlos y ampliar posibilidades de éxito en la gestión.

Elegí para la reflexión los llamados espacios urbanos segregados, también llamados zonas de sacrificio, presentes en la mayoría de las ciudades latinoamericanas. Estos lugares están constituidos por las franjas del tejido urbano, ocupadas por una población pobre, desplazada a dichos lugares como consecuencia del proceso de urbanización implementado a lo largo del siglo XX y que se intensificó a partir de las primeras décadas del siglo XXI, con los proyectos de revitalización urbana en el contexto de las ciudades globales. Una marca común de estos lugares son las injusticias ambientales y también lo que se denomina “desastres lentos”, es decir, “desastres invisibles”, que se suceden a lo largo del tiempo todos los días. La pandemia del COVID-19 provocó un brusco surgimiento de nuevos desastres, con la mayor incidencia de casos de contaminación y muerte.

En este artículo analizo las implicaciones de las condiciones de vida en la ocurrencia de mayor contaminación y casos letales; algunos de los impactos sociales y psicológicos, y señaló algunos cambios que es necesario implementar en términos de políticas de urbanización. Resaltó cómo las universidades pueden ser un espacio importante para generar estrategias de comprensión de la dimensión urbana, a pesar de los ataques que estas instituciones vienen sufriendo como los esfuerzos privatizadores, la reducción de recursos, el desguace de sus instalaciones

Como Universidad creemos que tenemos un rol ineludible que asumir. Un rol, naturalmente, desde el trabajo de investigación que realizan académicas y académicos aportando con evidencias, pero también un rol social: servir y actuar como espacio para el debate de ideas. (Desastres Socionaturales. Position. paper n.1).

Mis reflexiones se construyen a partir de los aportes teóricos de Acserald, Maricatto, Bordieu y Santos, teniendo en cuenta el proceso de urbanización, el concepto de injusticia ambiental y el papel de las universidades. Esas contribuciones producen pistas, solo pistas. Esto se debe a que faltan mayores contribuciones de autores como Rinkevicius (2000) y Beker (2000). El primero señala la situación de “doble riesgo” que resulta de la combinación y superposición de los riesgos de pobreza y riesgos tecnológicos. Beker (2000), discute los nuevos riesgos de la crisis ambiental, destacando la dificultad de “percibir, predecir, calcular y compensar los nuevos riesgos producidos por la modernidad técnico-científica industrial”. Estos autores podrán contribuir a comprender las consecuencias de los impactos a largo plazo.

El artículo comienza con la presentación de los conceptos de injusticia ambiental y áreas de sacrificio y cómo se crearon en el contexto de la urbanización de los países latinoamericanos, que es segregante y excluyente. Continuar presentándose como el surgimiento de ciudades globales y la creación de un mercado de ciudades contribuirá a la profundización de las áreas de sacrificio, con énfasis en el proceso de gentrificación. La última parte presenta los “sacrificios sanitarios” de la pandemia en las zonas de sacrificio. Las conclusiones apuntan a la necesidad de cambios en la política de urbanización y cómo las universidades pueden jugar un papel importante en estos cambios.

  1. Zonas de injusticia y sacrificio ambiental: el reverso de la política de urbanización.

Los orígenes del concepto de injusticia ambiental se pueden identificar en los movimientos sociales en los Estados Unidos y en la movilización de parte de sus ciudadanos pobres y grupos vulnerables debido a su mayor exposición a riesgos ambientales porque viven cerca de depósitos de desechos químicos y radiactivos o de industrias con efluentes contaminantes.

Al estudiar el tema, Acserald et. al (2009) muestran cómo la injusticia ambiental está relacionada con el desplazamiento de poblaciones de lugares revitalizados a lugares que, además de tener un déficit en los servicios e infraestructura urbanos, también tienen altos niveles de contaminación ambiental. Dichos lugares también son llamados zona de sacrificio, una expresión que define las áreas que reciben una concentración de prácticas ambientalmente agresivas, que llegan a las poblaciones de bajos ingresos. Muchos locales reciben la denominación de zonas de sacrificio, esto porque:

“No es un concepto técnico ni una categoría jurídica, por lo tanto, no existen parámetros para calificar “objetivamente” a un lugar como una “zona de sacrificio”. Esta es una categoría social y política en construcción, que sirve para denunciar —e intentar revertir— una situación éticamente inadmisible: la existencia de lugares cuyos habitantes parecen haber sido condenados a vivir en un ambiente severamente contaminado, lo cual implica, directa o indirectamente, una vulneración de sus derechos más básicos” (FOLCHI; 2020:30)

Estos lugares se eligen para albergar empresas con alto potencial contaminante, sin estar obligados a cumplir con la legislación ambiental vigente en los distintos niveles de gobierno. A pesar de esto, o por ese motivo, dichos lugares se eligen para recibir poblaciones desplazadas de sus hogares debido a intervenciones en el espacio urbano, generando numerosos problemas socioambientales.

La injusticia ambiental está asociada con problemas de distribución desigual de beneficios y pérdidas. Según Acserald, se trata de:

“Un conjunto de situaciones que se caracterizan por la desigual distribución del poder sobre las bases materiales de la vida y el desarrollo social, surgida principalmente a través de la apropiación elitista del territorio y los recursos naturales, en la concentración de los beneficios que disfruta el medio ambiente y en la desigual exposición de contaminación y costos de desarrollo ambiental “. (Acserald et al., 2009).

Un examen de la política de urbanización en América Latina muestra que existe una apropiación de los espacios con mejores condiciones de vida por las elites, siendo los pobres expulsados y mantenidos fuera de tales áreas. O sea, los espacios de injusticia ambiental son resultado de la forma como las ciudades fueron desarrolladas y la producción del espacio geográfico en el desarrollo del capitalismo. En cada una de sus etapas fueron creadas formas de ordenación características (segregación y exclusión).

Es importante señalar que la segregación socioespacial consiste en la división del espacio urbano entre integrados (incluidos) y no-integrados (excluidos), con mayor notoriedad en las grandes ciudades porque esas, a pesar de concentrar un mayor número de individuos, explicitan más acentuadamente la forma desigual con que el espacio es apropiado por las clases sociales. En ese sentido, la segregación socioespacial existente en las ciudades es indicativa de que los locales, dentro de la arquitectura urbana, son previamente establecidos y desigualmente apropiados (LIBERATO, 2007, pp.16-17)

Bordieu (1997) y Santos (1978) discuten en sus trabajos como la organización del espacio refleja, y al mismo tiempo condiciona la organización de la sociedad. En una sociedad de clases, como en el capitalismo, las ciudades presentaron la misma jerarquización social. La ciudad capitalista es desigual y el proceso de urbanización ha creado y profundizado las desigualdades, injusticias, que pueden ser identificadas por la presencia de espacios desiguales, divididos por fronteras invisibles y al mismo tiempo visibles. Hay el “centro” y “periferia”; la zona “alta” y la “baja”; el “este” y “oeste”; y otras divisiones físicas que revierten en formas de exclusión social, cultural y económica. Hay desigualdades en las ciudades en la mayoría de los países del mundo en desarrollo. Los espacios de injusticia ambiental o las zonas de sacrificio son una realidad que puede ser vista en diversos países.

Este proceso se intensificó en la década de 1980, pero más intensamente desde los primeros años del siglo XXI con el advenimiento de las ciudades globales

2.Ciudades globales, competitividad urbana y gentrificación.

El origen del concepto de ciudad global está directamente relacionado con los impactos causados ​​en las metrópolis del Primer Mundo por el proceso de globalización de la economía, desencadenado desde finales de los años 70. Las transformaciones en la economía mundial habrían llevado a una crisis de la centralidad económica de esas metrópolis. Quienes perdieron el control sobre las actividades industriales, debido a que las compañías responsables de ellas fueron favorecidas por el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación e información, tuvieron una mayor flexibilidad para elegir los lugares de menor costo.

La principal característica de este momento fue el establecimiento de una nueva relación entre ciudades y metrópolis globales, en la que estas últimas se transforman en ciudades de mercancías, que compiten por inversiones globales.

Figura 1 –Ciudades globales y las Metrópolis

En este contexto de nuevas relaciones ciudades globales-metrópolis, los procesos de revitalización urbana se convierten en una de las estrategias más importantes para construir competitividad. Sassen (2000); Pinto (2006); Vale (2007). El proyecto de revitalización provocó la gentrificación a gran escala. La ciudad, para poder ser ofrecida en el mercado global, necesitaba presentar una serie de características y servicios que permitieran la reproducción del capital, tales como: capacidad de comunicación y transmisión de datos a nivel mundial, mercado laboral altamente calificado, sistema de producción, insumos altamente especializados, y tecnologías financieras avanzadas, complejos organizacionales que sirven de base para procesar información y tomar decisiones sobre el flujo de capitales, ambiente innovador y calidad de vida urbana para los nuevos estratos profesionales de la educación superior avanzada. Esta adecuación implicó procesos de gentrificación.

2.1 Gentrificación y expansión de las zonas de sacrificio

La gentrificación no es un fenómeno nuevo, sus orígenes se remontan a la década de los 60 o 70. Estudios realizados muestran cómo se materializa a través del cambio de la dinámica de la composición del lugar, como nuevos puntos comerciales, destrucción de equipos obsoletos y construcción de nuevas edificaciones, lo que implica la valorización de la región. A esta apreciación le sigue un aumento del costo de los bienes y servicios, lo que dificulta la permanencia de los antiguos residentes debido a la insuficiencia de ingresos para pagar los precios de los bienes y servicios locales.

Al no poder permanecer en sus lugares de residencia, se ven obligados a ocupar nuevos espacios, alejados de donde vivían, muchos de ellos en las áreas de sacrificio, en las que prevalece un alto nivel de injusticia ambiental. Hay mucha producción sobre este fenómeno.

En las condiciones normales la situación para estos pobladores es pesada y tensa, con la pandemia la situación se vuelve más difícil todavía, provocando impactos desde el punto de vista sanitario, social y psicológico.

Las condiciones de vida son:

“…A la dificultad de acceso a los servicios e infraestructura urbana, tales como: transporte precario, saneamiento deficiente, drenaje inexistente, dificultad de abastecimiento, accesibilidad a los servicios de salud, educación, mayor exposición a eventos de inundación y derrumbes etc. Agregar menos oportunidades de empleo (particularmente del empleo formal), menos oportunidades de profesionalización, mayor exposición a la violencia (marginal o policial), discriminación racial, discriminación contra las mujeres y niños, difícil acceso a la justicia oficial, difícil acceso al ocio. La lista no tiene fin”. Maricato (2003;)

También se puede decir que la gran mayoría trabaja, pero mal remunerada, vive en viviendas densamente ocupadas, y están a cargo de pequeñas empresas.

Todas estas condiciones conformaron un marco favorable para la difusión del covid-19, caracterizando lo que se puede considerar como una injusticia sanitaria. La segregación y la exclusión han mostrado su cara más dura, que, sin embargo, puede ser más intensa en el mediano y largo plazo, debido al decrecimiento económico que se proyecta para América Latina, por lo que es necesario discutirlas.

  1. Zonas de sacrificio, injusticia sanitaria y los impactos

No hay distinción entre ricos y pobres en relación con la infección por el virus. Ataca a ambos grupos. La diferencia está en la lucha, pues las condiciones materiales de vida, la precaria inserción en el mercado laboral, la falta de infraestructura de salud y la falta de acceso a la información dejan en condiciones de desventaja a los pobres, residentes de zonas segregadas. Una encuesta publicada en el diario El País titulada Los mapas de la pandemia revelan la desigualdad en América Latina, 4 de agosto, mostró, a través de los datos de contagio de las ciudades de São Paulo, Ciudad de México, Bogotá y Buenos Aires, cómo el covid-19 se intensificó en las zonas pobres y densamente pobladas, es decir, en las áreas de injusticias ambientales. Aquí podemos ver la exposición desigual de un gran porcentaje de la población no solo a la contaminación y los costos ambientales del desarrollo, sino también a una enfermedad. Si las élites se han apropiado de espacios que ofrecen mejores condiciones de vida; los pobres “se apoderaron” de lugares con peores condiciones de vida. También se puede ver lo que Bordieu (1997) y Santos (1978) discuten, la manifestación de las desigualdades sociales en el espacio urbano. En tiempos de crisis, como la provocada por la pandemia, estas desigualdades y sus impactos se hacen más visibles.

Al menos cinco factores contribuyen a la injusticia sanitaria:

El primer factor es el hacinamiento, las condiciones de la vivienda, con casas que no tienen ventilación adecuada, con un gran número de personas viviendo juntas.

El infectólogo y coordinador del Núcleo de Medicina Tropical de la Universidad Federal de Ceará (UFC), Ivo Castelo Branco explica que, al igual que el H1N1 y el dengue, la alta densidad demográfica, la mala ventilación de los espacios, el hacinamiento de las viviendas y la precaria salud son factores para una mayor y poco controlable difusión. Hay una aglomeración doméstica constante que se intensifica por la noche, cuando los dormitorios son compartidos por muchos.

El segundo factor es la imposibilidad de quedarse en casa. Esto afecta a la mayoría, ya sea en el mercado laboral formal o informal. En ambos casos se trata de inserciones laborales precarias que no les permite a las personas quedarse en casa.

El tercero responde a las dificultades para adquirir productos que permitan una limpieza eficaz, en un contexto de reducción de ingresos.

El cuarto es la precariedad de los servicios de salud o incluso su inexistencia. Hay pocos servicios de salud, con falta de personal y camas.

Y finalmente, tenemos un factor que comenzó a ser discutido luego de la publicación de una encuesta realizada por la Universidad Federal de São Paulo, que mostró cómo el transporte público es el foco de propagación del virus y que las personas de la periferia pasan muchas horas en su interior, contaminándose entre sí y contaminando a sus familiares.

La combinación de estos factores contribuye a que en las periferias el virus se propague con mayor intensidad, así como que sea más letal, generando impactos sociales y psicológicos. Los impactos sociales se refieren al aumento de vulnerabilidades, debido en gran parte al compromiso de los ingresos de las familias, provocado por los siguientes factores: desempleo, cierre de microempresas, imposibilidad de realizar actividades autónomas y muerte de los proveedores de edad avanzada.

Los impactos psicológicos se refieren al daño causado por diversas situaciones, tales como: conmoción por la muerte de familiares y vecinos, desempleo, interrupción de proyectos de vida e incertidumbre sobre el futuro.

Conclusión

Las reflexiones mostraron que, en los espacios segregados, también llamados zonas de sacrificio, los pobladores sufrieron con mayor intensidad la devastación del covid-19. También mostraron que los impactos que sufrirán pueden extenderse por generaciones, considerando que sus ingresos se vieron comprometidos, y sus proyectos de vida fueron interrumpidos.

Frente a estas incertidumbres, es necesario discutir, de manera más intensa y amplia, el rumbo de la urbanización en América Latina. Posiblemente el número de proyectos de revitalización disminuirá, considerando el contexto de la economía mundial. Sin embargo, algunos serán efectivos y requerirán cambios. La disputa por las inversiones en ciudades globales, por parte de la metrópoli, no puede priorizar sólo las necesidades de reproducción del capital. También deben existir mecanismos para mantener a la población en lugares revitalizados. En otras palabras, prevenir la gentrificación, la pandemia ya demostró lo dañina que es.

Promover tales cambios es uno de los mayores retos pospandémico, visto que ocurrirá con el desarrollo de nuevas políticas de urbanización, construidas a través del establecimiento de una nueva relación entre ciudades globales y metrópolis. Lograr esto depende de cuestiones políticas y económicas, cuya solución es compleja, pero extremadamente necesaria. En cierta medida, podemos decir que ese será el reto para que se superen las barreras invisibles de la ciudad.

En conclusión, creo que se pueden tomar medidas dentro de las universidades para construir nuevas ciudades a través de la producción de conocimiento, la inserción de temas urbanos en los contenidos de diversos cursos y en las actividades de extensión.

  

Referencias bibliográficas

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[author] [author_image timthumb=’on’][/author_image] [author_info]Lourdes Santos Argueta

Coordinadora del grupo de CNPq Ingeniería, ciudad y sustentabilidad en Universidade Federal Fluminense. Diretora en Centro de Educação Ambiental Gênesis(BRASIL)[/author_info] [/author]