En el siguiente artículo, analizamos la efectividad de la actuación del Grupo de Lima, como respuesta a la crisis política de Venezuela, caracterizada por grandes esfuerzos y logros parciales en materia diplomática, los cuales no han sido suficientes en la tarea de lograr la restauración de la democracia a través de elecciones libres y transparentes.
El Grupo de Lima, es una instancia internacional creada en la capital peruana el 8 de agosto de 2017, tras una reunión convocada por el canciller peruano Ricardo Luna, con el principal objetivo de encontrar una salida pacífica y democrática a la crisis venezolana. Está integrado por un bloque de 14 naciones: Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana, México y Santa Lucia.
Tras la elección presidencial de México donde resultó electo AMLO, dicho Estado se encuentra desvinculado de la iniciativa regional, justificando su actuación bajo la doctrina Estrada, la cual consiste en la defensa de la autodeterminación de los pueblos. Adicionalmente, se encuentra Estados Unidos como colaborador externo y el diputado a la Asamblea Nacional, Julio Borges, como representante diplomático del gobierno interino de Juan Guaidó.
Los gobiernos del grupo de Lima, desconocieron las elecciones presidenciales fraudulentas realizadas el 20 de mayo de 2018, donde resultó electo de forma ilegítima Nicolás Maduro. Tras la juramentación del Presidente Juan Guaidó el 23 de enero de 2019, más de 50 Estados lo reconocen como Presidente Encargado de Venezuela, siguiendo la ruta del cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres y democráticas planteadas por el dirigente de Voluntad Popular.
El principal logro del grupo de Lima durante los últimos meses, ha sido la visibilización de la emergencia humanitaria compleja en Venezuela, en medio de una crisis social, política, migratoria y económica sin precedentes en la región, y al mismo tiempo, evidenciar el talante autoritario de un régimen que está dispuesto a todo para permanecer en el poder, demostrado tras el incendio de la ayuda humanitaria en febrero de 2019 por parte de los cuerpos de seguridad del régimen, en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Aunado a esto, el grupo de Lima ha demostrado su compromiso con la democracia en la región, coordinando esfuerzos con los países del hemisferio para realizar una importante escalada de sanciones económicas y diplomáticas contra el régimen de Maduro, arreciando el cerco diplomático sin dejarse llevar por discursos belicistas. Además, el bloque americano ha impulsado el reconocimiento de Gustavo Tarre, como Embajador de Venezuela ante la Organización de Estados Americanos en coordinación con el Secretario General de dicha organización, Luis Almagro.
En el plano internacional, el Grupo de Lima también logro prohibir la participación de Nicolás Maduro en foros políticos de la región y en las instituciones de integración regional, lo cual, más allá de tener efectos simbólicos, tiene una repercusión material al dificultar los intercambios comerciales y los beneficios con préstamos.
A pesar de los diversos esfuerzos realizados por el Grupo de Lima, no se ha logrado todavía el cese de la usurpación del régimen de Maduro, donde las sanciones y las declaraciones abogando por elecciones libres y democráticas no han sido suficientes para lograr un quiebre dentro del status quo en el Palacio de Miraflores. Hasta el momento, las decisiones del grupo de Lima, tienen que ver más con la posición asumida por cada Estado que con la restauración de la democracia en el país.
Cabe destacar que ningún Estado perteneciente al Grupo de Lima esta dispuesto a realizar de forma unilateral una intervención militar que altere la simetría del poder dentro de América Latina. La historia de las dictaduras sangrientas en el mundo ha demostrado que el aislamiento y el desconocimiento de un gobierno, no suele ser eficaz en la búsqueda de una transición política pacífica, a pesar de que esta es considerada una herramienta legítima dentro del Derecho Internacional.
Al mismo tiempo, el Grupo de Contacto integrado por países de la Unión Europea, México y Uruguay, ha entorpecido el trabajo realizado por el Grupo de Lima, el cual tienen como principal agenda explorar opciones para realizar una elección libre, pacífica e inclusiva, sin considerar el cese de la usurpación como requisito indispensable para el rescate de la democracia. El canciller español Josep Borrell y el Presidente de Colombia, Iván Duque, han declarado reiteradas veces que no permitirán una intervención militar dentro de la región.
Por otro lado, Nicolás Maduro, apuesta por oxigenarse tras la entrada de la ayuda humanitaria en manos de la Cruz Roja, el cual acostumbrado a defenderse bajo una retórica de resistencia, sabe que en manos del Grupo de Lima, el tiempo juega a su favor. Maduro no va a renunciar, no va a entregarse ni a rendirse a pesar de todos los obstáculos. En contra parte, los países de América tienen diversos problemas internos que atender, a pesar de los efectos devastadores de la crisis migratoria que ha incidido en su economía nacional.
Considerando lo anteriormente expuesto, podemos concluir que, el Grupo de Lima, una instancia regional creada para encontrar una salida pacífica al conflicto venezolano, no ha logrado su principal objetivo. Sin estar a la altura de las circunstancias históricas, América Latina se encuentra en una dinámica distinta a la de la crisis venezolana, demostrando una vez más que los tiempos de la diplomacia nunca han sido y nunca serán los mismos que los tiempos de los pueblos de nuestra América.