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Evo desde afuera

Probablemente todos recordemos el informe del 10 de noviembre pasado, donde la OEA (Organización de los Estados Americanos) confirmaba que el hallazgo de irregularidades en el proceso electoral del 20 de octubre del 2019. A lo que Evo no tardó en convocar a nuevas elecciones, pero a las pocas horas el panorama ya había dado un giro inesperado. Morales renunciaba a la presidencia luego de 14 años en el poder, y tras él todos los funcionarios oficialistas que podrían haberle sucedido en el mando. Pocos días después asumió temporalmente la presidencia, la en ese entonces senadora, Jeanine Añez con el único propósito de llamar nuevamente a elecciones.  

Seis meses más tarde, y próximos a las siguientes elecciones que definirán el destino de Bolivia, consideró conveniente preguntarnos cuál es el lugar que ocupa hoy el MAS (Movimiento al Socialismo). Con Evo en Argentina, sin posibilidad de ser electo en ninguna categoría, orquestando una campaña a la distancia. Porque, si bien el Tribunal Electoral rechazó la candidatura del ex presidente, autorizó la participación del MAS con la fórmula Luis Arce – David Choquehuanca. 

Después de que el caos se apoderara de las calles bolivianas tras los comicios de octubre, cualquiera podría plantearse la idea de que el siguiente capítulo de esta historia comienza con un cambio significativo para la política boliviana, pero no. El escenario cambió, eso es un hecho innegable. La aparición de nuevos candidatos, como es el caso de la misma Jeanine y la revuelta en el ambiente son puntos claves. Pero, aun así, las cifras de las encuestas parecen mantenerse prácticamente estáticas. Para septiembre del año pasado. las estadísticas indicaban que las elecciones se iban a disputar entre el líder del masismo con el 33% y el exmandatario Carlos Mesa con el 26%, seguidos por el resto de candidato con más de diez puntos de diferencia. Sin embargo, para marzo de este año, la encuesta realizada por el canal televisivo ATB, posiciona al frente a la fórmula del MAS con un 32.6%, le sigue nuevamente Mesa con un 19.2%. Mientras que en el tercer puesto se posiciona la presidente interina, Jeanine Añez con un 18.2%. 

Estos resultados, si bien tentativos, reflejan claramente que, aunque el MAS pierde apoyo, la oposición no logra aún captar esos votos a su favor. En este momento entra en juego el famoso “Divide y triunfaras”. Hoy la oposición boliviana se encamina más dividida que nunca, y la postulación de Añez vino a ponerlos en jaque. Una candidatura arriesgada, que puede incluso poner en duda la credibilidad de la transición. Mientras tanto, por un lado todos quieren poner punto final a lo que reconocen como “años de tiranía”, pero ninguno está dispuesto a hacerse a un lado. Mientras tanto el MAS persigue un solo fin, volver al poder.  

Esta idea de retorno trae aparejado, para muchos, la vuelta de Evo Morales. Un sujeto que a lo largo del tiempo fue construyendo a su alrededor, la figura de un líder imprescindible. Un líder que para análisis de algunos, fue víctima de un golpe de estado y para quienes estas elecciones representan una suerte de reivindicación. Ya en el 2016, su actual candidato a vicepresidente afirmaba que “Hay un solo Fidel, hay un solo Mandela, hay un solo Gandhi… hay un solo Evo”. 

Un ejemplo claro de esta situación es el arrebato de identidad que se ganó Luis Arce. Al mismo ritmo que el candidato a presidente repite hasta el hartazgo que el va a ganar para ser el mismo y no Evo, los medios lo coronan como su flamante sucesor. 

Aun así, el gran líder popular que hoy mueve a todo un partido desde el exterior es el mismo que perdió credibilidad al hacer caso omiso al referéndum del 2016 cuando el 51% de los bolivianos se oponían a su reelección. Las dos caras de una misma moneda.

Mientras tanto, la suspensión de las elecciones por la pandemia que sacude al mundo, puede ser sinónimo de ventaja para algunos o de perdida para otros. Pero, por el momento, Bolivia no deja de ser el escenario de una crisis política. A la merced de que a la larga el pueblo boliviano pueda al fin expresarse libremente en las urnas.