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Estados Unidos: desafíos electorales

El escenario abierto de las próximas elecciones de la mayor potencia mundial visto desde la perspectiva de las múltiples complejidades que su extremo federalismo le confiere. La no obligatoriedad del voto, la elección indirecta y colegiada del presidente, la falta de unidad de código electoral y unificación de autoridad electoral, la variedad de métodos de votación, pintan un panorama al que se suma el uso de tecnologías electorales, manipulación de la información y alarmas de fraude, en un mundo en que el modelo de democracia liberal se encuentra cada vez más amenazado.

 

I. INTRODUCCION.

El sistema electoral norteamericano contiene de por sí ciertas peculiaridades y complejidades, que pueden caracterizarse como vulnerabilidades o debilidades, que reducen la seguridad del proceso electoral y disminuyen la confianza en sus resultados. Pero, además, el actual proceso electoral, de cara a las elecciones generales del 3 de noviembre, se encuentra dramáticamente condicionado por la pandemia del covid-19, lo que implica desafíos logísticos para los responsables de las campañas y las autoridades electorales. Estos se ven ante la necesidad de realizar menos eventos presenciales y más en clave virtual, y organizar actividades y la votación con menor presencia física y mayor participación “en ausencia” para garantizar la salud de los candidatos, sus seguidores, así como la de los votantes y de los funcionarios electorales durante los comicios. Igualmente, se asoman como posibles amenazas a la seguridad e integridad del proceso electoral el uso del ciberespacio para la manipulación y la desinformación electoral, así como interferencias de la “armada cibernética” (“sharp power”) de los chinos, rusos e iraníes; y no dejan de alarmar y generar incertidumbre las perturbadoras e infundadas advertencias del presidente Trump sobre el “fraude” electoral que estarían preparando los demócratas a través del voto por correo

II. PECULIARIDADES Y COMPLEJIDAD DEL SISTEMA ELECTORAL.

Las características singulares del sistema electoral norteamericano lo distinguen de los modelos que expertos electorales proponen con frecuencia; o de sistemas electorales que el autor personalmente ha observado como jefe de Misiones de Observación electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Paraguay, Guatemala, República Dominicana y Venezuela. El sistema carece de uniformidad debido a la naturaleza federal y descentralizada del sistema político, marcada por la separación de poderes y múltiples pesos y contra pesos; por un fuerte apego a la gobernanza local, y por una generalizada desconfianza en el poder y/o el gobierno central. Federlamismo extremo. Veamos:

El país no cuenta con un código electoral nacional unificado. Cada estado (50 más el Distrito de Columbia), y a veces cada condado (3.114 de ellos) tiene sus propias reglas electorales. Por ejemplo, hay diversos requisitos y reglas para registrarse y para votar, y hasta diferentes métodos y tecnologías de votación. Cada estado decide la tecnología (software y hardware) que utilizará, y si la votación es manual o electrónica, o una combinación. O sea, no existe un estándar o Codigo Electoral nacional, con reglas, procedimientos o métodos de votación nacionales, como ocurre en America Latina. La heterogeneidad del sistema es consistente con el acentuado federalismo. [1]

Tampoco existe un ente nacional o autoridad electoral federal, responsable de organizar, administrar, supervisar o juzgar la validez de las elecciones. Al ganador lo proclama el Colegio Electoral, como veremos. El proceso se maneja en cada estado por una Secretaría de Estado. (Las cadenas nacionales de TV anuncian el ganador con proyecciones estadísticas basadas en muestras científicas de resultados de mesas y encuestas de “boca de urna”). Sin embargo, la Corte Suprema puede llegar a ser la última instancia judicial para dirimir una controversia electoral, como en el año 2000, con la disputa sobre procedimientos y resultados de la elección presidencial en el estado de Florida.[2] También puede terminar en la Cámara de Representantes, como veremos.

No hay registro electoral o padrón nacional. Así, teóricamente, uno puede registrarse y votar en uno o más estados. Cada estado tiene sus propios requisitos de inscripción y varían los períodos de registro; en algunos casos hasta se puede registrar en el acto de votación. Para algunos, esto es una puerta abierta para el fraude electoral.

Tampoco hay un documento “estándar” de identificación nacional para votar. Dependiendo del estado, los votantes pueden presentar diferentes tipos de identificación para votar, algunos con fotos, otros sin fotos, algunos con domicilio, otros sin.

Votar no es obligatorio, y así sólo vota un 50% aproximadamente de los aptos para votar. Se vota siempre un martes, el primer martes de noviembre para la elección presidencial, un día laborable. No un domingo o un día feriado.  Se vota antes de ir a trabajar, durante el almuerzo o después del trabajo[3]. Para algunos ambas prácticas desalientan y reducen la participación. Últimamente varias corporaciones (Walmart, Amazon) estimulan la votación de sus empleados con permiso pago.

Otra peculiaridad del sistema electoral, sin embargo, de hecho, facilita el voto. La mayoría de los estados permite diversos métodos de votación: (i) el voto anticipado (“early voting”); o sea, es posible votar unos días antes del día de los comicios, en dias y lugares pre-establicidos por la autoridad electoral. (ii) También está contemplado el voto ausente (“absenttee ballot”) o sea, por ausencia del lugar de votación donde uno está registrado -método que normalmanete requiere una excusa válida (viaje, enfermedad o trabajo), pero en la actualidad, por el virus, este requisito no opera en algunos estados; el votante tiene una fecha límite para solicitar la boleta y enviarla por correo. Por último (iii) existe el método de votar por correo sin necesidad de excusas, opción que se utiliza en la mayoría de los estados; sólo se requiere solicitar la boleta de votación. En Colorado, Hawai, Oregon, Utah y Washington ha sido la única forma de votar por años; el estado envía la boleta al votante y éste debe devolverla, marcada y firmada, por correo o la puede depositar en lugares asignados, antes de o el día de los comicios. Para algunos, el voto por correo o por ausencia genera la posibilidad de que se viole el secreto del voto.

El Colegio Electoral, piedra angular del proceso electoral, le agrega incertidumbre al mismo. Es una institución histórica diseñada en función del federalismo y del sistema múltiple de pesos y contrapesos republicanos, para mantener la preeminencia de los estados y prevenir la sobre-representación o concentración de poder en los estados más urbanizados, más poblados, más industrializados, más ricos y más progresistas y moderados (como los de las costas del este y oeste), en detrimento de los estados rurales,  menos poblados, menos prósperos y con votantes más conservadores (como los del centro y sur). Sin embargo, éstos últimos hoy están sobre-respresentados en el Colegio Electoral: Wyoming tiene 1 elector (de 3) por cada 180.000 habitantes; mientras que California tiene 1 (de 55) por cada 750.000. Los fundadores del país también temían que la elección directa pudiera favorecer la elección de un populista demagogo. La elección de Trump contradijo ese temor.

La elección presidencial es indirecta, con 50 elecciones organizadas por cada estado más el Distrito de Columbia (Washigton, D.C.). En las 50 elecciones los votantes eligen un candidato y su lista de electores. Los miembros de la lista son seleccionados por las autoridades partidarias estatales, su número es equivalente a los dos senadores por estado más el número de representantes que le toca a cada estado por población. El triunfador (aunque sea por un voto) se lleva todos los electores del estado, excepto en Maine y Nebraska que distribuyen sus electores según quien gana los distritos electorales para representante. El estado tiene hasta el 8 de diciembre para resolver cualquier controversia sobre las elecciones o la lista de electores, que la debe confirmar y certificar el gobernador del estado.

Si todo está resuelto, el 14 de diciembre, fecha perentoria, se reúnen los electores y votan por su candidato a presidente y vicepresidente.[4] El gobernador certifica la lista de electores con sus votos y la debe enviar perentoriamente al presidente del Senado del Congreso Nacional para el 23 de diciembre. En sesión conjunta de las dos Cámaras del Congreso, el 6 de enero de 2021, se cuenta el voto de los electores y se certifica el resultado y el ganador. Se consagra presidente el candidato que cuente con 270 de 538 posibles votos electorales, incluyendo 3 de Distrito de Columbia.

Lo peculiar del Colegio Electoral es que un candidato puede ganar el voto popular a nivel nacional y perder el voto de los electores del Colegio Electoral, como ocurrió en 2000 (Gore sobre Bush por más de 500 mil votos) y en 2016 (H. Clinton sobre Trump por más de 3 millones). De hecho, un candidato puede ganar el voto popular por un voto en una mayoría de estados y llevarse todos los electores de esos estados, mientras que el otro puede ganar por millones en una minoría de estados populosos y perder en el Colegio Electoral[5]. En cualquier estado pueden surgir impugnaciones que judicialicen el proceso (Florida 2000) por irregularidades, un supuesto fraude, emergencia nacional o interferencia extranjera -lo que podría demorar y complicar el proceso.   Si las cortes no resuelven la controversia legal, ello podría impedir que el gobernador certifique la lista de electores y sus votos y las envíe al Senado para el 23 de diciembre –lo que podría significar que ninguno de los candidatos logre la mayoría de 270 votos necesarios para proclamarse[6]. En tal circunstancia, la elección pasaría a la Cámara de Representantes donde cada uno de los 50 estados tiene un sólo voto, en cuyo caso el partido que tenga mayoría en la delegación de representantes del estado determina por quien vota ese estado. Hoy día en la Cámara hay más estados con mayoría republicana (26) que demócratas (24).          

En el ciclo electoral no se pueden ignorar las elecciones para el Congreso. El poder legislativo es un pilar fundamental de la división y equilibrio de poderes y del múltiple sistema de pesos y contrapesos que caracteriza la democracia norteamericana. El Congreso es relativamente independiente, inclusive cuando lo controla el oficialismo. Los fundadores del país lo diseñaron así para evitar la concentración excesiva de poder en el ejecutivo o el abuso de poder del presidente. Sus miembros responden a los votantes en su distrito, más que al presidente de turno, porque en última instancia es en su distrito electoral donde rinden cuentas para su reelección.

En la elección de representantes y senadores, se utiliza el sistema uninominal, a diferencia del sistema proporcional de listas. Cada estado se divide en distritos electorales, cuyo número depende de la cantidad de habitantes de cada estado; cada distrito elije por mayoría simple un solo representante a la Cámara Baja; hay tantas bancas en ella como distritos electorales (438). Los distritos electorales son diseñados por la legislatura estatal o mejor dicho por el partido que la controla, usualmente de manera sesgada para favorecer sus candidatos –práctica conocida como gerrymandering.  La elección es cada dos años y la posibilidad de reelección es ilimitada. La composición de la Cámara de Representantes, como vimos, es crucial por el eventual rol que puede tener en la elección del presidente, si fracasase ésta en el Colegio Electoral. Los Senadores también se elijen uninominalmente, dos por cada estado, para un total de cien.

III. PROCESO ELECTORAL ALTERADO Y AMENAZADO.

Debido a las precauciones contra el contagio del virus, las actividades de las campañas electorales se vienen realizando mayormente en modo virtual, vía plataformas digitales (Facebook, Youtube, Twitter, Zoom), con eventos con presencia reducida y distanciada. Las convenciones partidarias se efectuaron así. Los tres debates presidenciales serán virtuales y/o presenciales con un moderador, pero sin audiencia presente.

Ambientación de locales. La pandemia también impactó la organización de las recientes primarias: se tuvieron que cambiar recintos tradicionales de votación (escuelas, iglesias) por estadios o centros de convenciones para acomodar más votantes con distanciamiento social y salubridad apropiada. Cada local, sus espacios, procedimientos, materiales y máquinas de votar deben desinfectarse periódicamente. En Louisville, Kentucky, se adaptó así un estadio de futbol para miles de votantes, con todos los retos organizacionales y logísticos que ello implicó. En el estado de Georgia los cambios en tecnología produjeron largas colas, confusión y atrasos. Además, por temor al virus, numerosos funcionarios electorales renunciaron y los reemplazantes no fueron capacitados adecuadamente. En algunos distritos del estado de New York y de New Jersey las alteraciones demoraron la votación y el conteo, y no se conocieron los resultados por semanas. Estos retos se presentarán el 3 de noviembre.

Desafío del voto ausente/postal. Debido a los temores y riesgos de infección, se anticipa que se reducirá el voto en persona y aumentará considerablemente el voto por correo postal. Como vimos, esta es la única manera de votar en algunos estados. Un 68% del electorado confía en su seguridad, y se pronostica que el voto postal pasará de un 10% habitual a un 60%. Pero las recientes primarias han evidenciado sus complicaciones logísticas si no hay planificación y preparación adecuadas. Se requerirá nueva tecnología para preparar (con código de seguridad), enviar, recibir, chequear y computar la “boletas postales” y habrá que capacitar funcionarios y educar al votante. Se extraviarán boletas o llegarán tarde -lo que demorará procesarlas y conocer los resultados. Varios estados debaten si enviar automáticamente la “boleta postal” a los votantes o éstos deben solicitarla, y si este modo será exclusivo y/o opcional al voto en persona. También se requiere fortalecer el descuidado Servicio Postal federal. En algunos estados se deberán modificar leyes y reglamentos –lo que retrasará la organización del proceso y la capacitación de los funcionarios. Es una carrera contra el tiempo. Otro desafío será el aumento del voto anticipado, modo previsto para votar en días previos y lugares designados, por correo o en persona. Encuestas anticipan un 60% de votación por esta modalidad. El aumento causará confusión y demoras en el procesamiento de las boletas postales o ausentes y la publicación de resultados, los que variarán drásticamente con el pasar de las horas, e inevitablemente producirá incertidumbre, tensión y controversias.

Amenaza cibernética.  A la preocupación por el contagio viral y las vulnerabilidades del sistema electoral, se agrega la posibilidad de ataques cibernéticos y la injerencia internacional vía internet, sus cuentas, plataformas y redes sociales. Esta práctica (“sharp power”) utiliza “cyborgs” (combinación de robots con humanos), “bots” y “trolls,” para monitorear campañas electorales, “jaquear” y robar bases de datos de votantes (para el “targeting” electoral) y distribuir masivamente desinformacion y propaganda, como hicieron los rusos en 2016 para favorecer a Trump. Además, estas “armas” y sus “malwares” o virus se emplean para modificar bases de datos (registro electoral) y hasta resultados de una elección. También se utilizan para tergiversar los hechos, los datos, las imágenes e influenciar a la opinión pública sobre candidatos[7]. Pero las manipulaciones e interferencias cibernéticas en el proceso no sólo provienen de los protagonistas internos, sino también de Rusia, China e Irán. La práctica ya es parte de la silenciosa guerra cibernética actual. Agencias militares y de inteligencia, congresistas y expertos han advertido sobre esta amenaza a la integridad de las elecciones[8]. Se busca generar así aprensión, odios, confusión y dudas que dividen al electorado y erosionan su confianza en el proceso electoral y  la democracia en general.

Reparos de Trump. Ante la creciente probabilidad de su derrota electoral, Trump ha rechazado la expansión del voto postal, argumentando (sin evidencia alguna) que es la principal amenaza a la integridad de las elecciones y que los demócratas lo usarán para cometer fraude; mientras que niega la injerencia rusa y socava la seguridad del país. Además, ha amenazado con no reconocer su derrota, minando la confianza en el proceso y su legitimidad. Preocupado estará por su deteriorada imagen: sólo un 40 % aprueba su gestión y las encuestas lo muestran abajo por 7-8 puntos porcentuales. Tampoco lo ayudan la publicación de recientes libros reveladores de su retorcido carácter, ni los comentarios de exfuncionarios y de republicanos sobre su incompetencia y/o negligencia para responder al covid-19, ignorancia, mendacidad, narcisismo, abuso de poder, tendencias autocráticas y desdeño por las normas tradicionales de la democracia norteamericana. Su conducta ha provocado especulaciones sobre posibles aventuras en política exterior para distraer al electorado y generar apoyo a su reelección, así como sobre posibles escenarios post-comicios para deslegitimar las elecciones si pierde –lo que tensaría la institucionalidad democrática del país.

 

IV. CONCLUSIÓN.

Algunas de las peculiaridades y complejidades del sistema electoral podrían considerarse vulnerabilidades que debilitan y amenazan el sistema. Por ejemplo, el voto por correo, o la falta de padrón nacional no ofrecen seguridad o garantías sobre el secreto del voto. Pero es llamativo que hasta ahora no se han comprobado significativas incidencias de fraude en elecciones presidenciales, como lo proclama Trump[9]. Quizás lo previene la vigencia de una cultura cívica/electoral donde predomina la honestidad, la confianza, la responsabilidad, el respeto por las instituciones y el celo de cada uno por su voto[10]. Igualmente, la extrema fragmentación de la organización electoral, una debilidad para algunos, también puede ser paradójicamente una fortaleza que limita la posibilidad de un control central que manipule el proceso.

De todas maneras, no deja de preocupar la posibilidad de que las alteraciones en procedimientos y falta de preparación para administrar los desafíos produzcan confusión y demoras en el procesamiento de las boletas postales y ausentes, además de retrasar la publicación de resultados -lo que inevitablemente producirá incertidumbre, tensión y controversias. Tampoco dan mucha seguridad o certeza las posibles impugnaciones que pudiesen ocurrir en el proceso del Colegio Electoral. Intranquiliza también la posibilidad del abuso del ciberespacio para manipular los hechos y transmitir desinformación electoral, así como la interferencia extranjera para generar conflicto, polarización, inseguridad y desconfianza en el proceso, y debilitar la democracia norteamericana.

Pero quizás lo más alarmante y amenazante son las irresponsables e infundadas denuncias del presidente Trump sobre el supuesto fraude que cometerían los demócratas con el voto por correo, socavando la confianza del electorado en el proceso y erosionando su legitimidad. Nos vemos así, inesperadamente, ante un ambiente electoral enrarecido, marcado por especulaciones, desconfianza, incertidumbre y preocupación por la integridad y legitimidad de los comicios en noviembre[11]. La alarma es tal en la opinión pública que el Washington Post ha propuesto la conformación de una Comisión bipartidista presidida por los expresidentes Bush y Obama para supervisar las elecciones y confirmar su legalidad y legitimidad[12]. Quizás se debería contar también con la presencia de una observación electoral internacional.

La preocupación no es menor. En el mundo actual, interdependiente y globalizado, tanto el desarrollo (normal o anormal) como el resultado de los comicios en este país – el más poderoso del planeta y pilar imprescindible del orden liberal mundial- no sólo tienen el potencial de alterar su propia democracia sino la dirección de su política exterior, con repercusiones inevitables e inciertas para la comunidad internacional.

Washington, D.C., 20 de septiembre de 2020

 

[1] https://ballotpedia.org/Voting_methods_and_equipment_by_state

[2]  Dada las irregularidaes que mostraban las tarjetas utilizadas para votar, la campaña de A. Gore solicitó un reconteo. La solicitud fue aprobada por la Corte Suprema de Justicia,  pero apelada por los republicanos ante la Corte Suprema nacional,  que acordó por mayoría, sin entrar en lo sustantivo del tema,  que prevalecía la decisión de la Secretaría de Estado de la Florida (la autoridad electoral) de no acceder al reconteo por la perentoriedad del proceso -lo que en efecto determinó que el conteo y resultado original se mantuviese con una mínima diferencia a favor de George W. Bush. Con los votos de Florida (27+2) para el Colegio Electoral, Bush consiguió los 271 que le otorgó la presidencia.        https://en.wikipedia.org/wiki/Bush_v._Gore.

[3] Un estudio de la Fundación Pew indicó que 36% de registrados no puede votar por conflicto de trabajo

[4] https://www.archives.gov/federal-register/electoral-college/about.html.   En 2016 surgió un debate judicial (La Constitución no lo establece) sobre si los electores están obligados a votar por el candidato de la lista del partido al que pertenece o puede votar por otro candidato. La Corte Suprema sentenció que el estado puede determinar que es obligatorio o no.

[5] Debido al malestar que causa esta incongruencia electoral, se encuentra en curso un proceso por el cual varias legislaturas estatales, 15 hasta ahora, han legislado y acordado entre ellas (National Popular Vote Interstate Compact -NPVIC) asignar los votos electorales de sus respectivos estados al candidato que obtenga más votos populares a nivel nacional. Por ahora acumulan solo 196 votos electorales de los 270 necesarios para que el acuerdo funcione.

[6] Ver ex Senador Tim Wirth (julio 3, 2020): https://www.newsweek.com/how-trump-could-lose-election-still-remain-president-opinion-1513975

[7] Ver revelaciones sobre esta práctica de la campaña de Trump:

https://www.washingtonpost.com/politics/turning-point-teens-disinformation-trump/2020/09/15/c84091ae-f20a-11ea-b796-2dd09962649c_story.html

[8] Sobre las capacidades norteamericanas para esta guerra, ver:

https://www.washingtonpost.com/opinions/the-military-is-providing-an-unexpected-and-powerful-line-of-defense-against-russian-interference/2020/09/15/6fafbb86-f779-11ea-a275-1a2c2d36e1f1_story.html

[9]   En 2018, en un distrito de North Carolina, se descubrió que un operador Republicano y su equipo recolectó un número significativo de boletas de “voto por correo” de familias afroamericanas de menores recursos –que normalmente votan por el partido Demócrata— pero que nunca las envió, como les había prometido. https://www.nytimes.com/2019/07/30/us/mccrae-dowless-indictment.html

[10] Investigaciones indican que el fraude electoral es muy raro. Trump denunció que perdió el voto popular en 2016 (por 3 millones) porque los Democratas hicieron fraude y nombró una Comisión para investigarlo, pero la disolvió cuando no se encontró evidencia de ello:  https://www.brennancenter.org/our-work/research-reports/disbanded-trumps-voter-fraud-commission; https://www.brennancenter.org/our-work/analysis-opinion/north-carolinas-election-fiasco-about-voter-suppression-not-voter-fraud

[11]  Ver Fareed Zakaria:   https://www.washingtonpost.com/opinions/trump-is-setting-us-up-for-an-election-day-nightmare/2020/07/23/559183b4-cd22-11ea-b0e3-d55bda07d66a_story.html

[12]https://www.washingtonpost.com/opinions/trump-is-trying-to-cast-doubt-on-an-election-he-might-lose/2020/09/17/9ff3ed02-f919-11ea-89e3-4b9efa36dc64_story.html

 

[author] [author_image timthumb=’on’][/author_image] [author_info]Rubén M. Perina

Analista político y ex funcionario de la OEA, donde fue Asesor Especial del Secretario General Baena Soares, Jefe de Misiones de Observación Electoral en Guatemala, República Dominicana, Paraguay y Venezuela; y Cordinador de programas de apoyo a instituciones democráticas. Ha sido profesor de la cátedra “la OEA y la Promoción de la Democracia” en la Universidad George Washington y la Universidad de Georgetown, y ha publicado sobre la Carta Democrática Inter-interamericana; sistemas electorales; observaciones electorales; el poder legislativo; internet y política; los militares en la política, política exterior argentina y otros. Sus columnas han aparecido en El País (España), el Nacional y el Universal (Venezuela), Clarín y La Nación (Argentina) Su libro, The Organization of American States as the Advocate and Guardian of Democracy, se publicó en 2015 por la University Press of America, y su versión en Español se publicará en 2021. Es argentino, Doctor (Ph.D.) en Relaciones Internacionales de la University of Pennsylvania, Philadelphia, USA. Reside en Washington, D.C.[/author_info] [/author]