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Entrevista a Paulina Uribe Morfin y Raquel Vazquez Rivera: “no se puede hablar de contaminación si no hablas de corrupción, de injusticia y desigualdad social.”

Defender derechos ambientales desde el activismo ciudadano: los límites de la democracia en contextos de desigualdad e injusticia social. Cómo en la vida cotidiana se construyen los derechos, la participación ciudadana y el activismo ambiental como parte de la mejora en la calidad democrática. Compartimos en esta edición la experiencia de Agenda Ambiental Irapuato

 

¿De dónde nace, por qué se constituye y cuál es el propósito de Agenda Ambiental Irapuato? ¿Qué los motivó a ustedes a constituir esta asociación?

Paulina Uribe Morfin.: Agenda Ambiental Irapuato (AAI) se constituye como colectivo ciudadano a raíz de una problemática que en la ciudad de Irapuato, específicamente en la Avenida Gómez Morín, cuando las autoridades municipales  comenzaron a ejecutar una nueva obra vial, que se sumaba a una serie de acciones irregulares de destrucción  ambiental, algunas de las cuales se mantienen. El municipio planteaba la obra como desarrollo, y nosotros, los ciudadanos, como destrucción y deterioro ambiental. A muchos ciudadanos nos movió la indignación de ver la destrucción de uno de los camellones más arbolados de la ciudad, en una ciudad que no tiene casi árboles, y además con niveles altísimos de contaminación y mala calidad del aire. Nos constituimos por la indignación, por la preocupación por el medioambiente y las transformaciones viales, y por la vocación de incidir y señalar la manera en que se realizaban los procesos para la toma de decisiones públicas a nivel local.  Iniciamos con una página de Facebook, obtuvimos asesoramiento legal, y comenzamos a establecer vínculos con otras asociaciones para trabajar en red. A medida que trabajamos fuimos encontrando temas conexos  relacionados con la ciudad: corrupción en los diferentes niveles de gobierno, baja participación e involucramiento ciudadano, contexto de extrema violencia, entre otros. AAI fue una iniciativa totalmente ciudadana, y autogestiva, nacida de la indignación y preocupación ante la falta de planeamiento urbano adecuado, y la existencia de una visión de desarrollo signada por la violencia, la preferencia al automóvil ante el peatón, la ausencia de canales de diálogo e incidencia ciudadana para la construcción de políticas públicas de salud, movilidad y desarrollo sustentable en el municipio.

 

 

¿Qué papel juega para Agenda Ambiental Irapuato el interés y la vocación de poner en movimiento los mecanismos legales e institucionales para la defensa del medio ambiente?

 

Raquel Vázquez Rivera: En general se trata de un complemento, no se puede hablar de derechos ambientales, impactos ambientales de las políticas de desarrollo o de las decisiones públicas, si no hablas de corrupción, de violencia, de injusticia y desigualdad social. Cuando comienzas a ver la complejidad, te das cuenta que se requieren estrategias diversas: denuncia, incidencia, vigilar, y también demandar o iniciar acciones colectivas para defender legalmente el derecho a un medio ambiente sano. Realizamos denuncias apoyadas en reportes ciudadanos; a veces es suficiente la denuncia pública para obtener del actor gubernamental o privado una respuesta, otras es necesario  recurrir a herramientas legales; solicitar información pública a través de mecanismos de transparencia; acudir a sesiones públicas del cabildo. En ese sentido, me gusta pensarnos también como una resistencia urbana: con un repertorio de acciones colectivas diverso, variado, creativo, inclusivo.

El costo de los procesos legales  y el trabajo  pro bono dificultan la utilización de estrategias legales de defensa. Los miembros del colectivo no somos abogados o expertos en temas legales, como ciudadanos acercarnos a documentos, procedimientos, decisiones de gobierno implican un esfuerzo tremendo, algunos procesos de litigio estratégico pueden tardar años en resolverse, meses para obtener una respuesta a una solicitud de información, en el caso del pleito por el camellón fueron 3 años de lucha inequitativa: de un lado los ciudadanos y de otro el gobierno municipal, los empresarios, los intereses económicos.

La desigualdad de las partes en los procesos de defensa del medio ambiente es abrumadora, puedes argumentar muy bien tu postura, pero hemos aprendido que con tantos intereses en juego,  no sabes por qué o bajo qué circunstancias todos los argumentos se caen cuando tienes la mitad de los magistrados a favor, y luego hay uno en contra, y de repente todo cambia. Comienzas a notar la evidencia de la corrupción y de la ilegalidad.

Lo más difícil de estar en el activismo es entender que uno se vuelve una piedrita en el zapato de funcionarios, gobernantes, empresas, incluso de otros ciudadanos. En todo momento te enfrentas a campañas de desprestigio y persecución, que es fuerte y difícil de soportar. Ese es uno de los obstáculos más difíciles de superar que tenemos las organizaciones y colectivos ciudadanos, es un reto para promover y fomentar la participación ciudadana en la gestión de lo público, particularmente en contextos de corrupción sistémica y enorme violencia. Puedes llegar al “burn out”, a estar exhausto, a decir ya no puedo más, ya me cansé. Entonces te planteas la necesidad de tener estrategias diversas, de innovar en las prácticas.

Ahora con el covid- 19 y las medidas de contención de la pandemia no podemos salir a la calle, elemento esencial de nuestro trabajo de denuncia y concientización. No podemos arriesgarnos nosotros, ni las comunidades con las que trabajamos. Hemos aprovechado este tiempo para seguir aprendiendo, capacitarnos, sistematizar aprendizajes. Estamos trabajando en la comunicación de la problemática ambiental, queremos desarrollar el trabajo de la educación ambiental y el activismo ambiental, para ello debemos trabajar más en las estrategias comunicativas, el manejo de redes. AAI se encuentra en Guanajuato, uno de los estados más tóxicos de México, donde voltees hay problemáticas ambientales fuertes. Las cosas son complicadas, hay años de lucha y desgaste, sabes que son batallas a largo plazo, en que sabemos que nos asiste la razón, pero con eso no alcanza.

 

P.UM.: La estrategia legal ha sido una entre muchas estrategias de lucha, en el caso del camellón, esa  y todas las ganamos. Estuvimos físicamente denunciando en el sitio, y ganamos visibilidad. Fue el primer movimiento de reivindicación ambiental que hubo en Irapuato. Luego utilizamos las redes sociales y en un día obtuvimos 3.000 firmas de apoyo, que luego descubrimos que no tienen tanto valor legal, pero que sirven para contabilizar el apoyo ciudadano.

La estrategia legal vino después, no queríamos quedarnos  solo con la defensa de los árboles cuerpo a cuerpo, físicamente, sino movilizar los mecanismos para demostrar las malas prácticas y la corrupción en la política pública que había detrás de esa decisión de gobierno. Tenemos una ciudad descuidada, contaminada, mal desarrollada porque hay corrupción detrás. El municipio actuó sabiendo que tenía que hacer una manifestación de impacto ambiental y no lo hizo, dijeron “soy municipio”; dijeron “no lo hacemos porque no lo queremos hacer” y no lo hicieron, eso lo visibilizamos a través de la exigencia del documento utilizando las herramientas legales y los mecanismos de participación y control ciudadanos. Incorporamos en esa lucha particular también la parte educativa, no quedarnos solo con que esto es un pleito. Hay que llevar a la ciudadanía a entender que el actuar del ayuntamiento estaba mal, violaba derechos ambientales, incumplia procedimientos legales establecidos, no es la manera de hacer la política pública que queremos para nuestra ciudad. Sí fue importante la estrategia legal para completar el camino de una estrategia múltiple de concientizar a la ciudadanía, al alcalde, a todo el mundo de la necesidad de un aprendizaje sobre el entorno, de desarrollar buenas prácticas, del valor de la participación ciudadana en la gestión pública.

 

 

En el contexto de la ciudad de Irapuato, señalada por estar atravesada particularmente por el entorno de violencia criminal que sobrepasa a la ciudad y tiene alcance nacional, por la corrupción política, e índices muy bajos de participación ciudadana ¿Cuáles creen que han sido los mayores retos y aprendizajes de hacer activismo ambiental?

 

R.VR: El proceso de articulación ciudadana que se vivió en la defensa del camellón fue una escuela, nos ha permitido darnos cuenta de la complejidad de los fenómenos socioambientales, pero también políticos y económicos que atravesaban la actuación de las autoridades municipales,  no solamente eran los árboles y la pérdida de los espacios verdes. Al estar imbuidos en el problema te resulta obvio que eso tiene un valor, porque conoces las ventajas y beneficios que tienen estos entornos; incluso las áreas verdes sirven para contrarrestar la violencia. Pero la gente, que vive en la colonia próxima a esta área verde, que viene de cumplir en ocasiones su segundo o tercer turno de trabajo en contextos económicos precarios era difícil hacerle ver el valor lo verde, lograr su involucramiento en el proceso de defensa, y motivarlos para una gestión democrática de lo público. Lo que para nosotras era obvio, otros no lo veían. Incluso los funcionarios, o la gente que vivía en la zona afectada, o la que está muy ligada al uso del automóvil en su vida cotidiana, tardaron mucho en comprender las múltiples dimensiones que el proceso de defensa del medioambiente implicaba.

 

P.UM.: Tenemos la impresión de que las personas que viven en territorios menos urbanizados tienen una relación con el medio ambiente menos violenta. No se piensa en los beneficios que los árboles dan a otros seres vivos, a la generación de oxígeno, en los niveles de dióxido de carbono, a la relación de estos con el agua. El trabajo de educación ambiental en ciudades que están contaminadas presenta ante todo el reto de que la ciudadanía comprenda que está interconectada con el entorno en donde desarrolla su vida. Generar conciencia ambiental, mucho más ahora que esta pandemia ha puesto en foco el mal uso de los recursos que hemos estado haciendo, y cómo hemos contaminado los espacios en los que vivimos. Seguimos buscando alternativas para tratar de comunicar este mensaje de la manera más eficiente, comunicarlo, pero también actuar. Debemos ser responsables de lo público, denunciar, vigilar y acompañar desde la participación ciudadana, el ejercicio de nuestros derechos y libertades.

 

 

¿Cómo han tenido que modificar planes, estrategias, proyectos a raíz del covid-19? ¿Pueden compartirnos algunas  experiencia que les ha funcionado?

 

P.UM.: Desde hace tiempo nos funciona muy bien recibir denuncias a través de nuestra página de Facebook. Muchas personas nos ven como una especie de buzón de quejas y sugerencias del gobierno. No somos eso. Pero lo que está muy bien es que la ciudadanía se movilice de esa manera, que se haya generado el impulso por modificar situaciones, prácticas y actuaciones de gobierno, empresas u otros ciudadanos. También se comparten a través de nuestras redes sociales nuevas obras públicas y las condiciones en las que han dejado a los árboles, si se han respetado recomendaciones o no y desafortunadamente seguimos compartiendo información de que esas obras públicas son un desastre. Esa visibilidad, denuncia, motivación de la ciudadanía de cuestionar o evidenciar lo mal o bien hecho, a través de las redes sociales se ha mantenido.  La política de movilidad y las autoridades siguen pensando que el coche es lo más importante, además vivimos en una ciudad que es productora de automóviles, y existen importantes intereses económicos en el sector. Que se cuestionen esas políticas y prácticas de movilidad, y la actuación de los gobierno locales, es muy relevante.

La última vez que estuvimos en una manifestación de manera presencial fue en el cerro de Arandas, cuando el entonces gobernador Miguel Márquez Márquez vino a inaugurar el cuarto cinturón vial- que es el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer, una vialidad que atraviesa un cerro, que no es sustentable, que tiene una traza peligrosísima, y que tiene cuestionamientos importantes relacionados a la transparencia, y a tráfico de influencias de los políticos locales. Antes del covid- 19 las amenazas por nuestro activismo y el contexto general de violencia  nos había obligado a resguardarnos de estar en la calle desde ese entonces. Recibimos amenazas, infiltraciones en las redes para romper los lazos entre asociaciones civiles, colectivos y ciudadanos. El encierro de la pandemia nos ha permitido recuperar aprendizajes, seguir formándonos, fortaleciendo procesos como la comunicación ambiental.

 

R.VR: Hablar de afectación del medio ambiente es de por sí difícil porque se trata de un fenómeno intangible, es muy abstracto, no se ve, como la violencia, muchas veces se materializa cuando te apuntan con un arma o sufres un asalto, ahí la concientizas . Es difícil transmitirle a alguien cómo le va a afectar la contaminación. Ahora, con el covid- 19, vivir en una ciudad tan contaminada con Irapuato aumenta en un 15% la posibilidad de sufrir los síntomas más graves de la enfermedad. En 10 años vamos a notar los efectos de la contaminación de manera irreversible, pero la ciudadanía responde “ahora lo que me preocupa es que se han metido para robarme en mi casa, que hay balacera, estoy esquivando los balazos para trabajar…” entonces pierde importancia el activismo ambiental. Es muy difícil lograr visibilizar la importancia de la defensa del ambiente cuando existen problemáticas sociales urgentes, insalubridad, escasez de servicios públicos y violencia sistemática. En esta nueva etapa nos planteamos recurrir a nuevos formatos, migrar a plataformas como el podcast, videos breves para evidenciar estas situaciones. Tenemos el reto de comunicarnos de manera más digerible. La pandemia produjo un aumento significativo en el número de residuos, aumento en la utilización de desechable, los cubrebocas, los desechos sanitarios; la gestión de la basura en nuestras ciudades es un tema de vital interés, las denuncias respecto a mafias y manejo corrupto de concesiones desde los gobiernos locales. La ciudadanía necesita información, demanda información y exige información. El covid- 19 nos ha demostrado que contaminación, ejercicio de derechos, injusticia social, desigualdad, corrupción, no son fenómenos separados, y los ciudadanos, los gobiernos, los empresarios, tenemos roles y responsabilidades, que la gestión de lo público debe ser compartida, que las políticas públicas integran la participación ciudadana, desde sus diversas expresiones. Toda la enseñanza que nos ha dejado estos años en que yo creí llegar a defender unos árboles al camellón porque creía que era lo correcto, y encontrarme con la injusticia, la corrupción, la desigualdad, involucradas en el activismo ambiental. Te preguntas por dónde empezar. Te preguntas por la necesidad de acciones que sean un eslabón en la cadena de actos que se vuelvan efectivos, que sirvan, que realmente funcionen. Te formas una postura política, una ética, unos principios desde donde comunicar.

 

 

¿Cómo fomentar la participación ciudadana desde el activismo ambiental? ¿Qué vínculos o lazos se construyen a través de la participación ciudadana y el activismo ambiental para el fortalecimiento de la democracia?

 

P.UM.: Desde AAI tenemos un programa de participación ciudadana,  incluye temas como la gestión de residuos en colonias, los  jardines, la movilidad, la defensa de derechos, hay muchas formas de vincular la participación con las múltiples afectaciones ambientales que tenemos en nuestras ciudades. Cada vez que como ciudadanos activamos nuestros derechos, exigimos, denunciamos, obligamos a las instituciones a actuar de manera diferente, a justificar su proceder, a brindar información, estamos fortaleciendo procesos democráticos.

 

R.VR: Desde la ciudadanía vemos de manera permanente la denuncia de las principales fuentes  de contaminación en Irapuato: la quema de esquilmo y el parque vehicular. Hemos creado grupos de ciudadanos y expertos, y otros colectivos y organizaciones de la sociedad civil, universidades,  para trabajar temas de movilidad sustentable y visibilizar cómo la política pública beneficia al automóvil particular, que es una de las principales fuentes de contaminación. Democracia también es poner a discutir la ciudad, que es lo que queremos. Incluso, el presidente municipal alguna vez mencionó “ya no queremos que Irapuato sea un pueblo bicicletero” y nosotros decimos que ojalá, pero ojalá pueda ser un pueblo bicicletero y todavía estamos a tiempo, hay distancias muy cortas. Tenemos que trabajar por construir una ciudad humana, que además es uno de los objetivos de desarrollo sostenible, compromiso firmado por Irapuato, cuyo plan está basado en esos objetivos.

 

P.UM.: Democracia, derechos, participación ciudadana y activismo ambiental están estrechamente relacionados. Por ejemplo, durante la pandemia en Irapuato prohibieron el uso de camiones (transporte colectivo) los fines de semana, asumiendo que son los pobres los que se comportan mal, los que salen a comprar; les quitan el transporte público, a los que tienen que trabajar les complican la existencia y le encarecen la movilidad, pero a los que usamos coche particular no nos prohíben su uso. Entonces, ahí se reafirma que las políticas públicas en la ciudad están pensadas para el coche particular, para un tipo de ciudadano, han aumentado el uso de coches y han aumentado las vialidades, eso corresponde a una visión de un grupo político que está en el poder, que tiene sus ideas sobre desarrollo y sus intereses a beneficiar . Eso que a mí me parece tan lógico, tan obvio y tan bien conectado es súper difícil que lo vean porque detrás está la corrupción, los amigos que se están enriqueciendo a través del transporte público, los regidores, que lo único que quieren es que les paguen mientras levanten la manita, y se olvidan que son nuestros representantes populares o se queden bien callados, afectan también los pleitos que hay entre partidos políticos y al final repercuten en las condiciones de vida de los ciudadanos. Algo que hemos visto con frecuencia es el imaginario de que las ciudades desarrolladas son ciudades de cemento y calles, en lugar de ciudades que se pueden caminar, con banquetas, sombras, en donde se comparte el espacio público con árboles y que son seguras e incluyentes. Intentamos comunicar todo esto a través de las redes, de intervenciones que puedan tener el mayor impacto para generar una concientización al respecto. Esta es nuestra experiencia, nosotros somos ciudadanos que decidimos participar, impulsar pequeños cambios. A eso invitamos a todas y todos.