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Entrevista a Daniel Triana: “No dejar que el poder totalitario nos gane terreno”

El triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959 traería cambios drásticos en la sociedad civil nacional, entre ellos, la discriminación sexual, religiosa y política, y la restricción de libertades ciudadanas, muchas de las cuales aún perduran tras más de sesenta años. Fe de esta discriminación y restricción de libertades puede dar la comunidad LGTBIQ+ en Cuba, a pesar de la aparente protección que ha tenido en las dos últimas décadas.

Los años ‘60 y ‘70 fueron testigos de un gran fervor “revolucionario”, en los que el poder gubernamental trató de eliminar los “rezagos burgueses” y los “males sociales”, acorde al declarado carácter socialista de la Revolución (1961) y la regencia del Partido Comunista único, y siguiendo las directrices del comunismo soviético. Así, en 1963, Fidel declaraba públicamente en un discurso que la generación de ese momento no podía dar cabida a esa “degeneración”.

De tal modo, se crearon las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), que no fueron más que campos de trabajo forzados, bajo el supuesto de “centros de reeducación”, a donde fueron enviados aproximadamente 25 000 jóvenes, en su mayoría homosexuales, entre 1965 y 1968. En ellos, no solo fueron segregados del resto heterosexual; también fueron objeto de investigación para la “rehabilitación de homosexuales”, a manos de psicólogos y psiquiatras que incluso les aplicaron tratamientos hormonales y electroshocks para modificar sus “conductas desviadas”.

Uno de los sectores que sufrió doblemente esta discriminación sexual fue el de la cultura. Hasta los inicios de la década de 1970 varios intelectuales homosexuales, como Lezama Lima o Virgilio Piñera, habían sido tolerados a nivel gubernamental; sin embargo, el I Congreso Nacional de Educación y Cultura, en 1971, declaraba abiertamente que no se toleraría más a los “homosexuales reconocidos” porque representaban una mala influencia para la juventud cubana. De manera oficial, la homosexualidad fue declarada como una desviación incompatible con los preceptos revolucionarios. Así, cientos de personas fueron expulsadas de sus centros de trabajo, de estudios y de las filas del Partido.

No sería hasta 1979 que se despenalizaría legalmente las relaciones entre personas del mismo sexo. Pero tardaría un período de cuarenta años para que esto se viera reflejado en la nueva Constitución de 2019, la cual establece que el matrimonio se basa en el libre albedrío y la igualdad de derechos y obligaciones entre los cónyuges, eliminando la antigua definición de ser una relación entre un hombre y una mujer. Sin embargo, pese al cambio de vocabulario, la Constitución permanece como una letra muerta, ya que el Código Civil y el de Familia no reconocen el matrimonio legal entre personas del mismo sexo.

En teoría defendidos por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), los derechos de la comunidad LGTBIQ+ son, en concreto, restringidos desde allí, por Mariela Castro Espín, a conveniencia política. Prueba de esto resulta la disolución por parte del Gobierno de la Asociación Cubana de Gays y Lesbianas (1994-1997). Así, el patrocinio de los eventos sobre los derechos de esta comunidad ha quedado circunscrito únicamente al CENESEX que, si bien logró, por ejemplo, a finales de la década de 2000, la reasignación de sexo y tratamientos hormonales para las personas trans, manipula y violenta, incluso, de manera burda, los derechos LGTBIQ+.

Sobre este tema conversamos con el actor Daniel Triana, más conocido en las redes sociales como Danielito Tri, estudiante de Teatrología en la actual Universidad de las Artes (antiguo Instituto Superior de Arte, ISA), activista LGTBIQ+ y miembro del Movimiento 27N.

¿Cómo te defines a ti mismo?

A mí me gusta presentarme como Daniel Triana, homosexual, género fluido, budista, teatrista y teatrero (identidades estas para mí muy importantes), estudiante de teatrología, un militante LGTBIQ+ y por los derechos cívicos y políticos. Me gusta más la palabra militante que activista porque activista conlleva otra responsabilidad, otra seriedad. Y sí, me gusta enmarcarme dentro del grupo 27N. Creo que me define, me representa y es un espacio donde me puedo enunciar y hacer desde allí dentro por la Cuba de hoy.

En 2019, el CENESEX prohibió de manera oficial la marcha por el Día del Orgullo Gay. Sin embargo, parte de la comunidad LGTBIQ+ y otros actores de la sociedad civil decidieron realizarla por su cuenta y fueron violentamente reprimidos, y hasta encarcelados, por miembros de las fuerzas policiales y de la Seguridad del Estado. ¿Qué significó para un sector de la comunidad LGTBIQ+ esta censura y abandono por parte del CENESEX?

Esta pregunta la voy a responder desde un relato muy personal. Para mí la participación en el 11M [11 de mayo, día en que fue reprimida la marcha] fue mi despertar político. Hasta ese entonces yo no había tenido ningún interés político ni había cuestionado de manera abierta al poder político en Cuba. Tampoco estaba consciente de mi fuerza como sujeto político ni la existencia misma de Daniel Triana como ente político. Uno de los motivos fue que esa fecha coincidió con el acceso un poco más pleno a Internet; ya habían empezado los datos móviles, muy escasos y muy caros, pero ya estaban. Y, sin dudas, el acceso a Internet ya venía allanando el camino para muchas militancias, muchos activismos, y el despertar de muchas consciencias. Para mí fue darme cuenta que teníamos una fuerza que se podía organizar en manifestaciones, marchas, protestas, intervenciones públicas que no fueran las organizadas y captadas por el Gobierno. Teníamos una fuerza como comunidad, como comunidad de sexo-género disidente y como comunidad humana, política y civil en Cuba.

Es evidente, además, que el poder no va a ceder cuando se trata de ganar para nosotros libertades individuales y colectivas que no pasen por sus tamices, por sus filtros, por sus autorizaciones y voluntad. Asimismo, el 11M dejó muy claro que cuando hay un conflicto de intereses entre el poder político y la sociedad civil todas las instituciones estatales, incluyendo el CENESEX, responden al poder. Entonces, quedó muy claro que el CENESEX no era una institución de la sociedad civil; sino, una vez más, respondía directamente al poder político en Cuba, incluso cuando significa anteponer los intereses del poder, los intereses de la casta política en Cuba a nuestros intereses como comunidad.

Más que nunca, dejó muy claro que en Cuba hacía falta un activismo LGTBIQ+, cuir, independiente de Mariela Castro y del Estado cubano porque el CENESEX no es un órgano que nos pertenece como comunidad a pesar de haber velado por algunos de nuestros derechos, casi a modo de favores, pero siempre desde la reticencia, sin la rebeldía necesaria. O sea, el CENESEX no es un instituto de activismo y el activismo que se hace desde allí es muy reducido, coartado por la burocratización de todas las entidades estatales en Cuba. Es una institución del poder político, muchas veces hipócrita, censora de nuestras voces y que para nada representa a todos y todas.

Como decía jocosamente una persona aquel mayo de 2019: “En Cuba tienes que ser maricón y comunista porque si no, no tienes derecho a ser maricón”.

Parte del discurso del CENESEX, bajo la dirección de Mariela Castro Espín, afirma que la lucha por los derechos de la comunidad LGTBIQ+ es una conquista de la Revolución y que es necesario incluir a sus miembros como “seres productivos” en la sociedad. ¿Sientes que este discurso de alguna manera sigue marginándolos como comunidad civil?

Yo creo que es el mismo discurso que tal vez mis amigues activistas y militantes antirracistas podrán hablar más. Pero yo creo que sobre ese mismo discurso de emancipación hay tres comunidades que podemos hablar al respecto: la feminista, la antirracista y la comunidad LGTBIQ+. En estos tres grupos, el nuestro siempre es el más rezagado. Supuestamente, la Revolución cubana nos ha dado cierta protección, cierta legitimidad, visibilidad, pero a un precio muy alto. Lo ha hecho al precio de darnos todas esas cosas verticalmente, de quitarnos nuestro poder personal; al precio de suprimir nuestra capacidad de asociación libre y la oportunidad de asociarnos desde nuestras comunidades minoritarias. O sea, ahora mismo yo no puedo fundar una asociación e inscribirla en el Registro Nacional de Asociaciones; siempre tiene que ser una asociación vigilada bajo las reglas del poder. En Cuba hace más de cuarenta años, según tengo entendido, no se inscribe una nueva asociación en el Registro. Entonces, sí, es un precio muy alto. Es cierto que nos han dado algunas prebendas y cierta visibilidad, pero al precio de darlas y no dejar que nosotros las conquistemos y ganemos, y secuestrar nuestras voces y nuestro poder personal.

De pronto, que una Castro se haya interesado por nuestra comunidad y que nos haya dado visibilidad dentro de la sociedad, profundamente machista, nos ha costado muchísimo a la comunidad LGTBIQ+. La institución autorizada para hacer activismo LGTBIQ+ en Cuba es el CENESEX y está dirigida por una mujer cisgénero, heterosexual, blanca, burguesa, que pertenece a la casta política dominante en Cuba. Una mujer extremadamente privilegiada en cuya figura se concentran todos los privilegios imaginables, proveniente de una familia que dirige absolutamente todos los destinos de nuestro país. En realidad, no hay nada que agradecerle al CENESEX porque lo que ha hecho ha sido su deber como institución y, además, ha venido con un precio demasiado alto: silenciar muchas otras voces y ser la única institución autorizada para hacer activismo LGTBIQ+ y, como institución, controlar la narrativa oficial de la comunidad en Cuba, el que dispone hasta qué se hace o no, cuándo, y monopoliza todos los recursos para hacer el activismo que les interesa a ellos, más médico y clínico que otra cosa.

Mientras el discurso oficial clama respetar los derechos LGTBIQ+ y la no censura, los medios nacionales reflejan lo contrario, como demuestran los cortes a escenas con contenido homosexual en películas transmitidas por la televisión nacional (Love, Simon y Ammonite); o actitudes de directivos, como Yusimy González Herrera, directora de Comunicación y Contenido del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), cuando utilizaba el neologismo “voces platinadas” para decir que los tonos “afeminados” no servían para exhortar a defender la Revolución y la Patria. ¿Cuál fue la respuesta de la comunidad LGTBIQ+ ante estas situaciones y qué postura adoptó el CENESEX como institución ante el ICRT?

Con respecto a los casos de censura y escándalo de homofobia y transfobia institucional, en primer lugar, no todo se lo pueda achacar al Estado; aunque sí creo que es un Estado patriarcal que no respeta en sentido general las disidencias, la disidencia sexo-género. Pero yo creo también que nuestra sociedad es profundamente machista, misógina y homotransfóbica. Por muchas de estas censuras hemos averiguado y, en efecto, se deben no a políticas institucionales, que vienen desde arriba verticalmente, sino de decisores que son homotransfóbicos y que simplemente han decidido cortar esta u otra expresión sexoafectiva homoerótica en la televisión cubana.

Por otro lado, lo de Yusimy sí creo que es lo más grave de todo porque es una persona que sigue ahí, no se disculpó públicamente ni se retractó. En otros lugares una declaración como esa le hubiera costado el cargo. Y lo que yo sí creo que es grave, vergonzoso, es la reacción del CENESEX, que de nuevo les lava el rostro a esas instituciones y no responde con la indignación y la rabia (la rabia en el mejor sentido de la palabra) porque no es una institución de un activismo auténtico, sino del poder que se encarga de este u otro tema. Pero para hacer activismo hay que estar completamente involucrado con la comunidad que se dice representar, de la que dice ser vocera. Yo creo que Manuel Vázquez Seijido, el subdirector, con todo lo opuesto que podemos pensar muchísimas cosas y con todos los graves errores que ha cometido y que la comunidad no le perdona, es un poco más auténtico que la propia Mariela Castro porque es un hombre abiertamente homosexual. Pero de todas maneras la reacción siempre es lenta, tibia. En el caso de Yusimy mandaron a Francisco Rodríguez, periodista y bloguero LGTBIQ+, a lavarle el rostro a ella, haciendo unas preguntas súper ambiguas y llenas de eufemismos. Básicamente, a hacerle el juego al poder y a pasar para agua todo lo sucedido, vaciando de indignación y rabia todo el reclamo de la comunidad LGTBIQ+ cubana.

Con lo de la censura en la televisión, por ejemplo, con lo de Kiriam, a ellos no les interesó en lo más mínimo. Hicimos algunas diligencias, los etiquetamos en muchas publicaciones, pero a ellos hay que rogarles, nunca cuando se trata de un disidente o de una censura emitida desde el Estado, desde el Gobierno, nunca le van a hacer frente a eso. A ellos no les interesa en lo más mínimo el video Es mi vida porque Kiriam es una persona que se les ha enfrentado muchas veces y les ha cantado las cuarenta, les ha dicho mil verdades al CENESEX y a sus dirigentes en la cara. En el caso de Love, Simon y Ammonite, han publicado y se han interesado, pero de manera mínima. Al final, siempre le hacen el juego al poder, en vez de enfrentarse frontalmente a esas instituciones y a esas personas, lo cual es un error grave y termina siendo tibieza y ambigüedad. Su activismo es profundamente burocrático y retardado. El CENESEX no es más que una institución de activismo LGTBIQ+ burocrático y de trámites y diligencias.

Los últimos meses el movimiento LGTBIQ+ ha venido desarrollando una campaña a lo largo de la Isla donde han tomado los espacios públicos con carteles y pegatinas a favor de sus derechos; incluso han llegado a intervenir la identidad visual de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) con sus colores. Teniendo en cuenta que los CDR desempeñaron durante décadas atrás el triste papel de cómplices en la represión hacia los homosexuales, y que aún hoy siguen formando parte de las fuerzas represivas paramilitares, ¿qué importancia le concedes a este tema?

La intervención y la apropiación del logo de los CDR en la campaña visual Muchas familias, un código, a mí me gustó y me resultó muy simpático. Hay muchas personas que dicen que eso significa una alianza con los CDR, pero yo creo que no. Apropiarse de esa iconografía, que es machista, retrógrada, patriarcal, del tipo macho, cis, hétero, con el machete en la mano, que representa la virilidad y no es más que un reflejo de Fidel Castro y la Revolución, unos hombres barbudos, cis, héteros todos, fuertes, que tienen el poder y son incuestionables, símbolos sexuales, además, remueve un poco todos esos conceptos. Pajarear esos símbolos molesta, y es bueno que moleste, incluso tanto de un lado como del otro. Están quienes quieren quemar esa iconografía en una pira y otros que todavía se sienten identificados con ella. Es como con el cuadro de Zapata, que no quieren que se pierda al final el carácter intrínsecamente machista y cis-hétero de toda esa épica, en este caso revolucionaria. Por eso, cuando se pajarean esos símbolos, se los remueve y muestran entonces su naturaleza hegemónica.

Algo que me gusta mucho y que hace pensar mucho sobre la tradición de las siglas en Cuba, nuestra obsesión por las siglas y la naturaleza misma del CENESEX, es un tweet de Librada González, una conocida archivista y activista trans, cubana, radicada en Nueva York. Ella tuiteó que el CENESEX era LGTBIQ-CDR. De manera muy aguda, habla muy claro de esa alianza simbólica entre el CENESEX y los CDR, que al final ha servido para entorpecer el verdadero activismo.

La apertura del Internet en Cuba ha traído aparejada la aparición de espacios virtuales de articulación ciudadana. Un ejemplo de eso es el grupo en Telegram 11M A Debate, que se describe a sí mismo como un colectivo de debate sobre derechos, políticas públicas, iniciativas sociales y retos para la comunidad LGTBIQ+ en Cuba. ¿Qué importancia le concedes, desde el punto de vista civil, a la articulación de grupos semejantes como medio para reclamar derechos, ejercer la libre expresión y experimentar espacios democráticos? ¿Cómo vives esto desde 11M?

Yo creo que 11M, ahora mismo, es lo más cercano a una asociación que podemos tener. Ese espacio virtual en Telegram se ha llegado a concretar en acciones físicas en la calle, en alianzas entre personas, en intervenciones, creación artística. La plataforma, ese grupo de personas que trabaja desde Telegram, con personas que yo respeto mucho porque el equipo organizador es fuerte, con ramificaciones, es lo más parecido a una asociación civil que podemos tener, donde no hay sesgo político, existe espacio para debatir de todo un poco, hay horizontalidad, resultados concretos, autogestión.

Como ese, deberían existir otros muchos. En una democracia, 11M debería registrarse y poder acceder a fondos públicos y de ONG para hacer nuestro trabajo, porque al final nadie lo va a hacer como nosotros. Una Castro, cis-hétero y blanca no va a hacer nunca el trabajo que vamos a hacer los pájaros, las tortilleras, las y los trans, las personas no binarias, las locas, las machorras y los invertidos. Todos nosotros tenemos que hacer nuestra tarea, nuestro trabajo. Y tenemos que hacerlo mejor que ellos.

En mayo de este año, justo en el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, Lucas, uno de los programas de la parrilla televisiva del ICRT, dedicado a la difusión de videoclips musicales, censuró sin ninguna explicación Es mi vida, el primer audiovisual dirigido en Cuba por una mujer trans, Kiriam Gutiérrez, con actores todos pertenecientes a, y para la comunidad LGTBIQ+. Si bien de manera oficial no se dieron razones por esta censura, en varios perfiles falsos en Facebook, identificados con la Seguridad del Estado, denostaron el video debido a su financiamiento por organizaciones civiles independientes, y tu participación en él, siendo miembro del Movimiento 27N; incluso llegaron a decir que la comunidad LGTBIQ+ respondía a los “intereses políticos” del 27N. ¿Crees que haya una intención subliminal de dividir entre sí los diferentes movimientos de la sociedad civil que luchan por los derechos ciudadanos y democráticos en Cuba? ¿En algún momento has llegado a sentir que pertenecer a ambas comunidades puede representar un conflicto de intereses?

Parte de esta pregunta la respondí un poco más arriba. Pero yo creo que sí, efectivamente, cuando hay un conflicto de intereses o un marcaje político sobre alguien, pues esa persona ya deja de ser cualquier otra cosa de su ciudadanía y de su ser ontológico para convertirse solo en un disidente. En Cuba, estar marcado por el poder como disidente anula y borra todas tus demás identidades, todos tus derechos, todos los espacios en los que puedes convivir y alzar tu voz.

En Es mi vida, como estaba Marthadela Tamayo con el CIR (Ciudadanos por la Integración Racial), Kiriam, que tampoco le resulta cómoda al poder, Nelson Julio Álvarez Mairata (reportero independiente para ADN) y yo, pues para ellos dejamos de ser parte de la comunidad LGTBIQ+. Anularon en este caso lo más importante, que era nuestra identidad sexo-género y nuestra militancia y activismo como disidentes sexo-género, para dejarnos solo como disidentes políticos.

Una vez más, el CENESEX no hizo nada, absolutamente nada. No les interesa ni nos reconoce como parte de su comunidad cuando somos disidentes. Son igual de excluyentes, con un sesgo político-ideológico y el mismo desprecio hacia las disidencias ideopolíticas.

En lo que va de año, ya has sido detenido tres veces por la Seguridad del Estado, solo por ejercer tus derechos a manifestarte pacíficamente y a hacer valer tu libertad de pensamiento —a pesar de que la Constitución refrenda que no son ilegales la libertad de pensamiento ni el derecho a manifestarse—; la última vez el 11J mientras reclamabas junto a otros miembros del 27N frente al ICRT 15 minutos para poder replicar toda la campaña mediática de descrédito en las plataformas que responden a esta institución, como la sección de Humberto López en el Noticiero Nacional de Televisión. ¿Qué es lo que te ha impulsado a salir a la calle? ¿En tus detenciones, has sido amenazado con expulsarte de la Universidad? ¿Te han ofendido o agredido a ti, o has tenido noticias de que hayan ofendido o agredido a otros miembros de la comunidad LGTBIQ+, por tu orientación sexual y activismo político?

A mí me gusta decir que yo salgo a la calle y me manifiesto en los espacios públicos contra el poder o a favor de lo que yo crea porque hace rato perdí el miedo, como lo haría cualquier joven en cualquier parte del mundo. Esa cosa, el miedo, es lo que paraliza a este pueblo, que es maravilloso. El gran yugo del castrismo sobre nosotros, ha sido, es y seguirá siendo por un tiempo más, espero que no mucho, el miedo. Ese es el gran yugo ahora sobre nosotros como nación.

Además, creo que es lo que me toca como generación si yo tengo alguna herramienta, alguna información y esa valentía, por decirlo de alguna manera. Como individuo, como ciudadano, es confrontar todo el tiempo al poder y ganarle espacios que ha secuestrado, conquistado ilegítimamente. Todo ese espacio que hemos cedido y legado al miedo y al totalitarismo tenemos que irlo recuperando poco a poco.

En mis detenciones ellos no se han atrevido a hacerme ofensas transfóbicas. Aunque sí han mencionado mi universidad; pero tampoco se han atrevido a amenazarme con expulsarme de ella. Pero no la han hecho porque saben que yo tengo visibilidad en las redes sociales, que dentro de mi gremio de teatristas tengo cierto respeto, el cariño de mis compañeros y compañeras, y que en la universidad soy un buen estudiante, donde cumplo con mis responsabilidades y también soy apreciado. Ellos lo saben y creo que eso los ha frenado a la hora de darme malos tratos, dentro de lo que cabe. Porque al final, detenerte, amenazarte con levantar causas legales, coartar tu libertad por el tiempo que sea, eso es también violencia.

Y sí, las personas trans, sobre todo las mujeres trans, sufren todos los días violencia policial, por los aparatos de la seguridad del Estado, doble. En primer lugar, por ser personas críticas al poder en el caso, por ejemplo, de las mujeres trans que pueden estar ahora mismo en prisión; y, en segundo lugar, por su condición de género-disidentes.

Yo en lo particular, repito, no he recibido ofensas transfóbicas, pero otras personas, como Héctor Luis Valdés-Cocho y Mel Herrera, sí sufren ofensas, violencias y calificativos homotransfóbicos cuando han sido arrestados y detenidos.

Además, la policía tampoco tiene un protocolo para tratar a las personas trans. Por tanto, todo el tiempo están realizando opresiones y violaciones del lenguaje como el missgendering y el denaming. O sea, no las nombran por el nombre que ellas han decidido sino por el del carné de identidad y se refieren a ellas por los pronombres y el género que les asignaron por sus genitales al nacer. Ellas sí sufren violencia.

El 11J pusiste tu cuerpo para defender a Leonardo Fernández Otaño, un joven católico que también se encontraba reclamando derechos cívicos ante el ICRT; cuya religión ha utilizado el Gobierno para justificar la no aprobación aún del matrimonio igualitario y la reforma al Código de Familia. Tú mismo prácticas de manera consciente un doble activismo, LGTBIQ+ y político. ¿Concibes entonces que Cuba puede llegar a ser un país democrático e inclusivo?

Yo sí, yo creo profundamente que el futuro de Cuba tiene que pasar por la democracia, aunque por el camino sea que descubramos qué tipo de democracia. Por supuesto, tenemos que convivir todos en pluralidad, en el respeto, pero potenciando nuestras posibilidades y nuestras libertades individuales. Y claro, para eso será necesario que convivan diferentes religiones, ideologías políticas, diferentes clases y estratos económicos, nacionalidades.

Así que el futuro cubano tiene que transitar a una democracia, a corto, mediano o largo plazo, tiene que llegar ahí. Es algo que creo profundamente y que repito donde quiera que esté. A mí no me queda ninguna duda de eso. Transición democrática es el sintagma nominal de orden. Es una manera de solucionar muchos males de golpe y de crear una plataforma para desarrollar todo el potencial del pueblo de Cuba.

La plataforma no puede ser una dictadura. Tiene que ser una democracia porque las dictaduras son estériles para todo lo que queremos lograr. Sabemos que las democracias no son perfectas, pero ahora mismo es lo mejor, yo creo, a lo que podemos aspirar como comunidad y como nación. Es el terreno fértil para desarrollar todo lo que viene, que es mucho, porque la lucha no se acaba solo con tener elecciones libres, un Parlamento, una independencia de poderes. La lucha después continúa, con la lucha de las comunidades, de clases, de las personas racializadas, etc. Pero de base tiene que ser una democracia y a eso tenemos que aspirar.

Por último, en tu condición de actor y estudiante de Teatrología, estás familiarizado con el teatro —y en general el arte— político. ¿Cómo crees que puede contribuirse a la construcción de una Cuba democrática, plural, inclusiva, desde el sector de la cultura, cuando todas las instituciones responden a una política gubernamental de censura y continuidad?

Dentro del teatro ha habido muchos episodios de censura.  Tal vez el más reciente ha sido el de Juan Carlos Cremata Malberti con su obra El rey se muere, que terminó con su expulsión y el cese de su grupo de las instituciones, al menos del Consejo Nacional de Artes Escénicas (CNAE). Pero después que transicionemos, cuando estén personas afines en puestos clave de la cultura que no antepongan una ideología a la valía artística de una obra, muchas de estas injusticias se van a solucionar porque yo creo que no debe haber un sesgo político en el arte impuesto por el poder. Yo no creo en la censura por motivos político-ideológicos. El arte tiene que darse en libertad.

Por ahora, creo que mientras tanto el teatro va a estallar, a buscar fugas, puntos de escape, pudiendo llegar a ser una especie de válvula de escape. Es algo que siempre han hecho de cierta manera El ciervo encantado, Carlos Díaz con Teatro El Público, Carlos Celdrán. Lo cierto es que el teatro poco a poco le ha ido ganado terreno al poder; nunca el suficiente. No puedo aseverar cuál será la reacción inmediata de los creadores y cómo resonará todo lo que está sucediendo en los textos, los contextos, en los cuerpos en escena; pero sí puedo decir sin dudas que ese estallido del 11 de julio va a influir de maneras muy bellas en la escena cubana.

Mientras tanto, seguir creando, seguir resistiendo y no dejar que el poder totalitario nos gane terreno.

Daniel Triana Rubio (1997). Estudió actuación en la Escuela Nacional de Arte Teatral. Ha trabajado como actor en varias compañías teatrales como Teatro El Público, Teatro El Portazo, con directores como Carlos Díaz u Osvaldo Doimeadiós. Coordinador del taller de creación infantil El Trencito, con sede en su propia casa. Militante LGBTIQ+. Actualmente culmina sus estudios de Teatrología en la Universidad de las Artes (ISA).