Al menos 70 procesos electorales en el mundo han debido postergarse en razón de la pandemia, mientras que otros 50 se han llevado a pesar de la emergencia sanitaria. En el Ecuador, las elecciones no se postergaron y se desarrollarán de acuerdo al calendario electoral pre establecido; es así que, el domingo 7 de febrero del 2021 se llevará a cabo la primera vuelta electoral en la cual se votará por Presidente y Vicepresidente, integrantes de la Asamblea Nacional y representantes al Parlamento Andino.
Son unas elecciones especiales, el contexto de la pandemia mundial declarada por el COVID-19, el azote de la crisis económica; pero, sobre todo, el ánimo poblacional jugará un papel determinante. En un país permeado por el populismo, en el que las formas de hacer campaña se han mantenido casi intactas desde el retorno a la democracia (1979), será interesante ver cómo los actores políticos enfrentan el proceso eleccionario para captar votos en un escenario de clara dispersión.
A estas alturas se estima que al menos una decena de binomios llegue efectivamente a la papeleta, mucho más amplia será la papeleta para elegir a los representantes al parlamento, esa imagen compleja y diversa puede ser ya un retrato de lo que será el próximo período legislativo.
Quiero resaltar algunos aspectos relacionados con la normativa electoral que impactarán en los resultados electorales:
- El método de asignación de escaños y sus repercusiones en la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional
A finales del 2019 la Asamblea Nacional aprobó una reforma al Código de la Democracia que, entre otras cosas, determinó la sustitución del método D´Hont por el de Webster para la asignación de escaños en las elecciones legislativas.
El método D´Hont implementado desde las elecciones del 2013 para la elección de listas pluripersonales de asambleístas provinciales, favorece la representación de las mayorías y limita la posibilidad de que otras tendencias de minoría obtengan una representación en el parlamento. Se estima que sin este método Alianza País no hubiera obtenido los 100 escaños que mantuvo en el periodo legislativo 2013-2017, el método habría dado lugar a una sobre representación de una fuerza política.
En aquel período el movimiento oficialista Alianza País, obtiene una mayoría parlamentaria inédita, se aprueban más de 65 leyes es decir que la producción legislativa era abundante, con la salvedad de que aquellos proyectos de ley enviados por el Ejecutivo eran la prioridad, el ejercicio de discusión de las normas quedaba en segundo plano, la directriz era aprobar las normas de interés del Gobierno. Esta carencia de democracia en el parlamento, ocasionó hechos lamentables como la aprobación – sin debate- de la polémica Ley Orgánica de Comunicación. En materia de fiscalización el panorama fue de bloqueo absoluto. Con lo cual teníamos una Asamblea que no legislaba ni fiscalizaba sin la anuencia del Ejecutivo.
Ahora bien, con la aplicación del método Webster se espera una conformación de la Asamblea con mayor participación de minorías, lo cual también significa un Parlamento más fraccionado, sin duda un reto político para quienes integren esta función del Estado, que para no caer en el inmovilismo deberán procurar que la institución no se entrampe en discusiones estériles y, peor aún, en escándalos como los que han sido característica del más reciente período legislativo, en el que se ha debido judicializar a Asambleístas y asesores por delitos de corrupción en la compra y venta de votos, y cuotas políticas entre asambleístas gobiernistas y aliados.
El 14 de mayo del 2021 se instalaría en sesión inaugural la próxima Asamblea Nacional. Una Asamblea de conformación heterogénea, le significará al próximo presidente un reto político importante. En el Ecuador de los 90´s con Presidentes sin mayoría parlamentaria se hablaba de ingobernabilidad y del secuestro político de los Presidentes por parte del Congreso. Un escenario indeseable para cualquier mandatario y a estas alturas, indeseable también para cualquier Parlamento.
Lo deseable para la democracia sería que la clase política aprenda a transparentar el diálogo y los acuerdos, que el Parlamento sea sede de discusiones jurídicas, políticas y no de tráfico de influencias. Si el Covid 19 ha demandado mejores conductas humanas, que la política no se quede atrás.
[author] [author_image timthumb=’on’][/author_image] [author_info]Susana Añasco Sierra
Abogada. Experta en Derecho Parlamentario, técnica legislativa y Políticas Públicas. Asistente legislativa en la Asamblea Nacional Constituyente (2008); Seguimiento legislativo en la Comisión Legislativa y de Fiscalización (2009); Asuntos parlamentarios y públicos para el Comité Empresarial Ecuatoriano (2009-2016); Asesora legislativa Vicealcaldía de Quito (2016-2019); Asesora legislativa Concejal Eduardo del Pozo (2019-actualidad) [/author_info] [/author]