Los resultados de las elecciones presidenciales celebradas el pasado 11 de abril en Perú confirmó que los candidatos Pedro Castillo y Keiko Fujimori se encontrarán en la segunda vuelta a concretarse el 6 de junio para definir a él/la futuro/a presidente/a de Perú.
Según los datos de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) el candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, obtuvo el 19% de los votos, seguidos por Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, con el 13%. Otros candidatos como Rafael López Aliaga de Renovación Popular y Hernando de Soto de Avanza Pais obtuvieron un 11%.
Perú se enfrenta a un panorama de gran polarización política, acompañado de todas las dificultades que esto representará al futuro Ejecutivo al momento de coordinar las bancas legislativas y buscar el consenso político. Según varios analistas políticos, los electores en Perú convirtieron su voto en un “azote” para la clase política, dado a la fuerte crisis institucional que el país enfrenta, donde hubo cuatro presidentes en los últimos cuatro años; y que además han sido procesados por casos de corrupción. Sin dudas, factores que llevan a un profundo descreimiento de la política para los ciudadanos.
Castillo fue el candidato que más apoyo obtuvo en esta primera vuelta, quien a pesar de no provenir del ámbito político ha sabido captar las zonas rurales del pais, reuniendo el descontento de las clases más excluidas e históricamente olvidadas por el centralismo limeño, transformándolas en su voto seguro.
Entre las propuestas de este candidato encontramos: la Reforma Constitucional mediante una Asamblea Constituyente, aumentar el presupuesto de educación de un 3% a un 10% y defender y conservar el medioambiente en oposición de las concepciones liberales, de mano de una reforma en el sistema agrícola. Una de las propuestas que más llaman la atención es la de la posibilidad de establecer una “economía popular con mercados” al estilo del modelo que propuso el expresidente Evo Morales en Bolivia.
Fujimori, por su lado, cuenta con un pasado político que todo el pueblo peruano conoce, es hija de Alberto Fujimori, ex presidente de Perú (1990 -2000) quien actualmente se encuentra condenado a 25 años de prisión por las violaciones a los Derechos Humanos que se dieron durante su mandato.
No es la primera vez que Keiko aspira a la presidencia, se candidateo también en las elecciones de 2011 y 2016. De ganar esta segunda vuelta de 2021, se convertiría en la primera presidente mujer del pais, hecho que sin duda cabe destacar pues significaría todo un avance en la lucha de los derechos políticos, sociales y culturales de la mujer.
Entre las propuestas de Fujimori encontramos que pretende mantener la actual Constitución Peruana (que fue promulgada durante el gobierno de su padre), el desarrollo de una “verdadera economía social de mercado” que promueva el trabajo formal, el desarrollo de emprendimientos e inversión sostenible y socialmente responsable.
Según una encuesta realizada por el Instituto de Estudios Peruanos el 55% de electores que fue encuestado afirmó que nunca votaría por algún miembro de la familia Fujimori, por lo que se enfrenta a un gran nivel de anti-votos, y deberá buscar alianzas externas para reunir los votos de los electores de Avanza Pais y Renovación Popular, partidos también de derecha.
Como se mencionó anteriormente, Perú se encuentra atravesando una de las peores crisis democráticas en el último decenio, a lo que podemos agregar el contexto de la crisis sanitaria, económica y política para entender los grandes problemas del sistema político peruano. Sin embargo, no se explican solo por los problemas más coyunturales sino a través de aquellos problemas estructurales, como ser la crisis de partidos y representación política, donde el grueso de la ciudadanía no encuentra un espacio de representación honesto con propuestas frescas y orientadas a lograr el bien común. Esta insatisfacción ciudadana y la carencia de liderazgo y gestión política llevan al descreimiento y apatía electoral. Sin embargo, cabe destacar que el 70% de los ciudadanos habilitados para votar, concurrió a las urnas.
Si sumamos los continuos enfrentamientos entre el Poder Ejecutivo y Legislativo de los últimos cinco años no encontraremos más que una población harta de la politiquería y los escándalos faranduleros de los miembros del cuerpo político. También, como las figuras del Estado están en un “conflicto permanente” no se cree en la capacidad de solución de los problemas del día a día de los ciudadanos. Esta situación de conflicto constante es un escenario que parece ser que se replicaría en el futuro gobierno, independientemente de quien gane, dada la alta dispersión de votos entre las diferentes candidaturas; generando altos problemas de gobernabilidad de los cuales él/la futuro/a presidente/a deberá ocuparse.
También podemos argumentar que hay una hiperfragmentacion del electorado debido al colapso del establishment político, golpeado después de diferentes situaciones, como el caso de corrupción Lava Jato de la constructora Odebrecht quien habría financiado campañas políticas en los años 2011 y 2016 de diversas figuras latinoamericanas, entre ellas, Fujimori. Otro impacto al establishment fue el procesamiento judicial de varios políticos actuales, llevando a que los partidos políticos quedaran sin líderes y aumentando la desvalorización de la política. Finalmente, el famoso “Vacunagate”, cuando se descubrió que, antes de ser destituido, el expresidente Vizcarra y otros habían sido vacunados en secreto antes de que iniciara la vacunación general de la población.
Como el panorama electivo es aún incierto, ambos candidatos deberán rebuscar la forma de obtener una mayoría política, aunque sea mínima, para alcanzar la presidencia. Y, sin duda, deberán lograr cohesionar sus dichos con sus acciones, y que sea en beneficio del grueso de la sociedad, para que poco a poco los cimientos de la democracia, la transparencia y el bien común en la política peruana vuelvan a recuperarse.