La necesidad de atraer votantes jóvenes, cuantioso a la vez que apático segmento dentro del padrón electoral, ha llevado a instalar el eje de la educación superior en la campaña y ha abierto la discusión acerca de los problemas conexos, que deben ser atendidos para no vaciar el debate y materializar cualquier reforma: vocación profesional, vacantes disponibles, tasa y distribución territorial de empleabilidad son algunas de las cuestiones insoslayables para ampliar el acceso a la formación superior, democratizar el conocimiento con miras a la mejora socio económica de la ciudadanía.
En los sistemas democráticos los partidos políticos deben agregar intereses y articular la representación política. Sin embargo, parecen alejarse cada vez más de estas funciones. La crisis ronda a los partidos en los últimos años (Roberts, 2002; Luna, 2007). En este contexto y ante un electorado con preferencias heterogéneas se valen de estrategias a medias o coyunturales. Más allá de la cristalización de los vínculos programáticos buscan votos en un escenario donde crece la fragmentación y la desconfianza hacia estas organizaciones (Barreda & Ruiz, 2019).
Ecuador no escapa de este contexto de crisis. En su contienda electoral de 2021, el número de candidatos impuso récord histórico. Además, la ausencia de una articulación programática fuerte con el electorado fue un punto en común entre los 16 candidatos. Las propuestas, aunque se enfocaron en temas centrales para el país (economía, salud, mujeres y minorías), no fueron explícitas en el cómo. A través de sus candidatos las organizaciones políticas evidenciaron el no apunte hacia la generación de vínculos estables, sino más bien circunstanciales.
Por ejemplo, capturar el voto joven fue una constante en el discurso y las acciones de campaña. Cerca del 44 por ciento del padrón en el país son jóvenes de entre 16 y 35 años. Pero, a su vez, los jóvenes han manifestado poco o ningún interés por la política, así como una baja vinculación y afiliación a los partidos, aunque con relativa frecuencia se informan sobre estos asuntos[1]. Según resultados publicados por la encuestadora Cedatos (2021), la cifra de voto indeciso entre los ecuatorianos se ubicaba por encima del 60 por ciento la semana anterior a la primera vuelta. En el análisis por edades, los jóvenes menores de 25 años se posicionaban como los de mayor índice de indecisión —con más del 67 por ciento—. Como señala el Institute for Democracy and Electoral Assitance (2006) la comunicación política debe reunir esfuerzos para dirigirse al voto indeciso y al voto blando; los jóvenes fueron un grupo de interés para los candidatos.
La articulación de sus intereses en las elecciones presidenciales de Ecuador en 2021 adquirió trascendencia y ello se evidencia al tomar como objeto de estudio un tema específico: las intenciones de cambios dirigidas a la educación superior dentro de las propuestas de los candidatos presidenciales. Para ello se revisaron los informes de campaña de los candidatos y los debates presidenciales. De ahí, se obtuvieron los tres planteamientos fundamentales que sobre educación realizaron los 16 candidatos a la presidencia. Entonces, de 48 propuestas, 18 se refieren específicamente a la educación superior, lo cual representa cerca del 40 por ciento. Además, otro punto interesante consiste en que de los 18 planteamientos sobre ese nivel de estudios, 10 (más del 50 por ciento) apuntan a cuestiones relacionadas con el ingreso a las universidades, un tema aún controversial en las discusiones sobre políticas educativas tanto a nivel macro entre los organismos internacionales, como a nivel micro en el contexto ecuatoriano (Ponce & Carrasco, 2016).
Más allá del discurso emancipador que se enarbola en torno a la educación —sobre todo después de los postulados de Paulo Freire (2011) sobre la Educación para la Libertad— aún existe una realidad que posiciona a este campo como un espacio de disputas e intereses políticos. De hecho, una de las maneras de legitimar un discurso y/o posición política también puede ser mediante la educación, incluidas las nociones del saber y del poder que desde ella se cuecen. Desde este punto de vista, no pueden soslayarse las afirmaciones de Foucault (1978) cuando expone que existen dominios del saber a partir de determinadas condiciones políticas, que se erigen como la base en la que se forman tanto los sujetos como las relaciones con la verdad.
Ello legitima la idea de Nietzsche, citado en Foucault (1978), acerca de que la lucha y las relaciones de poder son la raíz del conocimiento; sin embargo, el posicionamiento de la Unesco (2006) al respecto muestra un matiz más encaminado al bien común: el conocimiento es un bien social que solo puede ser generado, transmitido, criticado y recreado en beneficio de la sociedad, y en la búsqueda de soluciones a las exigencias de esta. Entonces, al hablar de conocimiento, de manera indisoluble, está presente la educación, muchas veces concebida como instrumento de dominación y adoctrinamiento.
El presente análisis se enfoca en reconocer que entre la educación y la política existe una relación que legitima las luchas por el saber y que son también un reflejo de las relaciones de poder. El hecho de que las reformas educativas estén presentes, con bastante frecuencia, en el discurso político y que el discurso educativo contenga altas dosis de prácticas políticas, son una muestra fehaciente de la relación entre ambos campos.
Dentro de esos dos terrenos, amplios y diversos, el presente artículo se acerca a un contexto determinado al estudiar las propuestas de transformación a la educación superior durante las campañas electorales de los candidatos a la presidencia de Ecuador en la primera vuelta de las elecciones 2021. Se realiza un análisis de las estrategias políticas de los candidatos, fundamentalmente centrado en su intencionalidad para atraer el voto joven y se tiene en cuenta, además, que según Unicef (2016) el buen estado de la democracia depende, en gran medida, de los jóvenes. Una cuestión medular consiste en analizar hasta qué punto las propuestas de los candidatos parten y se encaminan sobre la base de un examen profundo e integral de este nivel educativo, o si más bien coquetean con la demagogia para dotar sus discursos de frases e intenciones atractivas. Así es posible identificar el tipo de vínculo que se genera con un determinado grupo de votantes.
Propuesta sobre la educación superior: ¿vínculos programáticos o coyunturales?
A nivel mundial existe la voluntad para democratizar el acceso a la educación superior. De acuerdo con la Unesco (2020) dichas políticas se centran en que ello resulta indispensable para el desarrollo de la economía mundial del conocimiento en lo relacionado con la empleabilidad desde el punto de vista individual. Estas acciones van encaminadas, además, a acortar la brecha existente en el acceso a las instituciones terciarias tanto a nivel macro —entre países desarrollados y subdesarrollados— como a nivel micro cuando en una determinada sociedad los jóvenes de zonas rurales, por ejemplo, tienen menos oportunidades que los habitantes en ciudades[2].
Aunque aún se aprecian varias falencias al respecto, es válido destacar que en las últimas décadas se distinguen avances, que pueden sustentarse con algunas cifras. De acuerdo con Unesco (2020) la tasa bruta de matriculación[3] a la educación superior entre 2000 y 2018 aumentó de un 19 a un 38 por ciento a nivel mundial; en tanto, para el mismo período en América Latina y el Caribe el aumento fue del 23 al 52 por ciento. Por su parte, en Ecuador, según la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, Senescyt (2018), de 2012 a 2019 el incremento del mismo indicador ha sido del 26,78 al 29,90 por ciento.
La intención de permitir mayor acceso a la educación superior surge a partir de las situaciones de vulnerabilidad que su falta crea en las poblaciones con índices bajos de continuidad de estudios hasta ese nivel (UNESCO, 2021). Abunda entonces el alto índice de abandono escolar, así como la falta de preparación para enfrentarse a la dinámica socio-económica de donde habitan. Por ello, las miradas deben estar enfocadas en la igualdad de oportunidades para el acceso a la educación superior, un aspecto que deben incluir, con agudeza y enfoque holístico, los políticos en su discurso. Sería interesante que para las estrategias de campaña se planteasen las interrogantes que expone Unesco (2020): ¿Cómo podemos garantizar que las poblaciones menos prósperas tengan las mismas oportunidades de acceso a la educación superior? ¿Qué iniciativas están adoptando las instituciones para favorecer el acceso a la educación superior, en particular, de los grupos más vulnerables?
En la realidad electoral de Ecuador, durante la primera vuelta, cuesta encontrar esa perspectiva, al menos con el nivel idóneo de profundidad. Priman los planteamientos de democratización de la educación superior, pero se quedan en la epidermis. Optan por la masividad sin entrar en detalles sobre cómo estructurar los mecanismos para lograrlo. Para el candidato Yaku Pérez es importante “aumentar sustantivamente la tasa de matrícula universitaria”; sin embargo, para concebir acciones de ese tipo hay que tener en cuenta cuestiones de disponibilidad de recursos humanos y materiales y en el discurso de los candidatos existe carencia de, por ejemplo, un análisis sobre las condiciones de infraestructura y la disponibilidad de personal calificado para enfrentar un aumento considerable de matrícula en las universidades públicas del país. Además, tampoco abordan el cómo sería el proceso de ingreso, de manera que pueda estructurarse desde un proceder organizado y coherente con las necesidades del país.
En un análisis realizado por el periódico El Comercio (2021) se señala la coincidencia de la mayoría de los candidatos en cuanto a la disposición de eliminar requisitos para el acceso a la educación superior. Al respecto, Augusto Barrera, exdirector de la Senescyt, expuso que es demagógico abogar por el libre ingreso. Hay que tener mucho cuidado de no regresar a la década del sesenta cuando había más de 250 alumnos por profesor. En ese mismo marco, Paola Jácome, directora de educación del Grupo Faro, señaló que un nuevo modelo debe concebir un análisis de accesibilidad, adaptabilidad y asequibilidad.
Lo más acertado al respecto radica en las propuestas que potencian el mayor ingreso a las instituciones terciarias de acuerdo a las necesidades de las localidades. En ese sentido, el candidato Xavier Hervas introduce el concepto de pertinencia de acuerdo con carreras que respondan a las demandas socio-económicas específicas de los territorios. Al respecto expone: “en Imbabura, por ejemplo, tenemos al sector textil; en Tungurahua, calzado y curtiembre, hacia ahí debe ir la educación, no podemos limitarla”. Otro candidato con un acercamiento a tales ideas es Paúl Carrasco, quien enuncia que los jóvenes deben acceder a la educación de acuerdo con las potencialidades existentes en el lugar donde habitan.
Existen algunos candidatos que abogan por el mayor acceso y para ello utilizan expresiones quiméricas. Para Yaku Pérez el libre acceso a las universidades posibilita que los jóvenes “puedan cumplir sus sueños”. En tanto, Guillermo Celi, manifiesta que las pruebas de acceso “matan los sueños de los jóvenes”. Algo similar augura Guillermo Lasso: “nunca más los jóvenes verán truncados sus sueños de acceder a la universidad”. Es cierto que parte de la democratización de la educación superior implica que ese grupo etario pueda encontrar una realización profesional y personal, pero esas expresiones románticas deben ir acompañadas de otros análisis más exhaustivos. Por ejemplo, el candidato Lasso promete que “mejorará el proceso de acceso a la universidad”, pero, ¿de qué manera? ¿Se están incluyendo las mencionadas necesidades locales y nacionales?
A ello se suma un aspecto interesante que menciona Gerson Almeida: las reformas educativas deben hacer que el individuo siga su vocación. Se trata de una cuestión que los candidatos pasan por alto o tratan de soslayo. Además de abogar por el cumplimiento de los sueños de los jóvenes, también se debe cuestionar cómo marchan los programas de formación vocacional en el sistema educativo ecuatoriano. ¿Existe una correcta orientación profesional? ¿Qué alternativas se deben considerar? ¿Es correcto abrir el diapasón de acceso a las universidades sin trabajar en la vocación de los jóvenes? Democratizar el acceso a la educación superior también implica un trabajo para que los jóvenes realicen una elección responsable.
Para el mayor acceso a la educación superior no solo se deben tener en cuenta aspectos trascendentales como la igualdad de oportunidades, sino un análisis de cuántos estudiantes deben ingresar a la universidad, cuál es la capacidad de las instituciones y cuántos comienzan este nivel de enseñanza pero no lo terminan. Unesco (2020) afirma que resulta trascendental concebir la tasa de matrícula y la de graduados, ello sacará a la luz el tan importante índice de abandono. Por su parte, Sandra Goulart Almeida, vicepresidente de la Asociación Grupo de Universidades Montevideo y rectora de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), expresa que la preocupación no solo debe encaminarse al acceso, sino también a la permanencia del estudiante en la institución (Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, 2020). Entonces, la propuesta de un estudio sobre estos asuntos es necesaria y, además, constituiría una manera de tratar el tan mencionado, pero poco aplicado tema de la vocación.
Unido a la retención de estudiantes universitarios permanece la problemática de las oportunidades de trabajo de los profesionales recién graduados. ¿Cuántos jóvenes egresan de las universidades y luego no pueden trabajar en áreas relacionadas con su profesión? ¿Si se aumenta sustancialmente la matrícula en las universidades habrá un respaldo laboral para ese crecimiento? La articulación de los intereses a través de dinámicas coyunturales falla en los análisis de costo-beneficio, así como en la materialización y permanencia de las reformas. Las propuestas no pueden obviar las características del contexto. Es importante analizar, de manera exhaustiva, las condiciones económicas, políticas, sociales y cultuales que circundan el cambio que se pretende fomentar.
Jaime Durán Barba[4] afirma que uno de los errores más frecuentes de los políticos en América Latina consiste en actuar sin estrategia cuando afrontan una campaña electoral (Institute for Democracy and Electoral Assitance, 2006). En este sentido, no puede afirmarse que los candidatos analizados carezcan de una estrategia, más bien las intenciones están bastante claras: atraer el voto joven a través de un vínculo coyuntural. Más flexibilidad para entrar a la educación superior, menos sacrificio, mayores oportunidades; y sobre esa línea, utilizan términos atractivos como “cumplir el sueño”, “no más trabas”, “tu futuro”, “tú lo mereces”. Dichas expresiones no son desacertadas si detrás de ellas existe un análisis y una proyección sobre cómo se concibe el cambio, lo cual no fue habitual en las propuestas sobre la educación superior durante la campaña para la primera vuelta electoral en Ecuador, 2021. Entonces, cuando el discurso solo queda en enunciados sale a la luz el “adulador del pueblo” —expresión que utilizara Aristóteles para definir al demagogo (Pazé, 2016)—.
A modo de conclusión
La educación superior ha de concebirse como un motor para el desarrollo humano. En ese sentido lograr un acceso con igualdad de oportunidades constituye una premisa imprescindible para alcanzar indicadores de progreso tanto a nivel local como nacional. Por ello, examinar el tratamiento del tema por los políticos resulta un medidor de los tipos de vínculos que los partidos generan con un determinado grupo de electores. En Ecuador, durante la primera vuelta de campaña para las elecciones 2021, cerca del 40 por ciento de los planteamientos sobre educación por parte de los 16 candidatos a la presidencia corresponden a ese nivel de enseñanza y muchos de ellos se refieren a flexibilizar el acceso a las universidades, lo cual está a tono con las políticas de democratización de la educación superior a nivel mundial. Sin embargo, se trata de una articulación coyuntural para capturar el voto joven en un contexto marcado por la apatía de este grupo y por su desvinculación de los partidos.
Se aprecia que los pronunciamientos carecen de rigor y profundidad en su tratamiento. No se distingue una propuesta para analizar cuestiones de respaldo de recursos materiales y humanos ante el posible aumento de estudiantes universitarios. Tampoco se visualizan argumentos sobre los temas de formación vocacional y orientación profesional como elementos imprescindibles para los jóvenes en su proceso de elección. Ello, a su vez, coadyuva a la disminución de los índices de deserción. Los candidatos también pasan por alto un punto importante: la disponibilidad de empleos para los graduados universitarios en sus áreas. Un estudio sobre ese particular ayudaría a conocer la demanda real de profesionales que necesita cada región y el país en general.
Muchos de los candidatos usan la expresión: “para que los jóvenes cumplan su sueño”, pero no explican cómo llevarían a cabo las transformaciones prometidas. Por ello, las propuestas de los candidatos sobre el acceso a la educación superior quedan en la epidermis. El interés de estos políticos en dicho sector estuvo sustentado en el hecho de que entre los jóvenes figuraba el mayor índice de voto indeciso y estos ocupaban un alto porcentaje en el padrón electoral del país. Durante la primera vuelta de las elecciones presidenciales se convirtieron en un blanco hacia donde se dispararon propuestas carentes de enfoque holístico. Para el desenlace de la reforma —y sobre el comportamiento de los vínculos desde el partido en el poder— se debe esperar por la gestión del nuevo Gobierno de Ecuador.
Referencias:
Barreda, M., & Ruiz, L. (2019). Confianza partidista y estabilidad electoral en América Latina. Revista mexicana de sociología, 81(2), 247-273.
Cedatos. (2021). Nivel de electores indecisos está entre el 30% y el 60%, según encuestadoras. Obtenido de https://www.eluniverso.com/noticias/2021/01/23/nota/9599119/elecciones-ecuador-2021-encuestas-electores-indecisos-porcentajes/
El Comercio. (22 de 01 de 2021). Planes de candidatos no apuntan a las debilidades del sistema educativo. Recuperado de https://www.elcomercio.com/actualidad/candidatos-presidenciales-elecciones-sistema-educativo.html.
El Universo. (1 de Febrero de 2021). ¿Cuáles son los tres planes más importantes que tiene para mejorar la educación? Recuperado de https://www.eluniverso.com/noticias/2021/01/31/nota/9608548/cuales-son-tres-planes-mas-importantes-que-tiene-mejorar-educacion/#:~:text=Retomar%20la%20calidad%20educativa%20con,con%20institutos%20tecnol%C3%B3gicos%20y%20universidades.
Foucault, M. (1978). La verdad y las formas jurídicas. Río de Janeiro: Pontificia Universidad Católica Río de Janeiro.
Freire, P. (2011). La educación como práctica de la libertad. Segunda Edición. Madrid: Siglo XXI Editores.
Institute for Democracy and Electoral Assitance. (2006). Comunicación política en campañas electorales. Obtenido de https://www.idea.int/sites/default/files/publications/comunicacion-politica-en-campanas-electorales.pdf
Instituto Internacional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe. (18 de Noviembre de 2020). El acceso a los más desfavorecidos a la educación superior un desafío a enfrentar en América Latina y el Caribe. Recuperado de https://www.iesalc.unesco.org/2020/11/18/el-acceso-de-los-mas-desfavorecidos-a-la-educacion-superior-es-un-desafio-a-enfrentar-en-america-latina-y-el-caribe/
Luna, J. P. (2007). Representación Política en América Latina: Hacia una nueva Agenda de Investigación. Política y Gobierno, 14(2), 391-435.
Pazé, V. (2016). La demagogia. Ayer y hoy. Andamios, 13(30).
Ponce, J., & Carrasco, F. (2016). Acceso y equidad a la educación superior y posgrado en el Ecuador, un enfoque descriptivo. Revista Latinoamericana de Políticas y Acción Pública, 3(2), 9-22.
Roberts, K. (2002). Social Inequalities Without Class Cleavages in Latin America’s Neoliberal Era. Studies in Comparative Development, 36(4), 3-33.
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[1] Algunos de los resultados de la II Encuesta Nacional de Jóvenes y Participación Política (ENJPP-2019).
[2] Un Estudio de UNESCO (2016) refleja tales desigualdades y, por ejemplo, expone que “sigue habiendo una enorme división entre las regiones más y menos desarrolladas. Mientras en América del Norte y Europa Occidental 69 de cada 100 adultos en edad de nivel terciario se matriculan en programas de educación superior, en África Subsahariana sólo se inscriben cinco; y en Asia Meridional y Occidental, diez” (p. 20).
[3] Porcentaje de la población matriculada en relación con la población total del grupo de edad recomendado.
[4] Consultor de imagen y asesor político ecuatoriano.
Alexis Pire Rojas
Periodista y asesor académico. Estudiante del Doctorado en Humanidades, Artes y Ciencias de la Educación en Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
Anabel Yanes Rojas
Maestra en Política Comparada Flacso-Ecuador. Estudiante de Doctorado en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile.