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El ejercicio de la libertad de expresión y prensa: @CasaPalanca

El riesgo que involucra ejercer el periodismo independiente en Cuba en que solo es legal la prensa oficial encuentra un canal para expresarse y defenderse a través de los espacios digitales que en la actualidad se han convertido en aliados de la libertad.

Constanza Mazzina (*)

 

La libertad de expresarse libremente, sin miedo a represalias por parte del gobierno, es un baluarte fundamental en las sociedades democráticas. En regímenes dictatoriales, expresarse libremente tiene consecuencias que llevan, incluso, a poner en riesgo la propia vida. El informe 2021 de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras revela un deterioro generalizado de la libertad de expresión en América Latina. El mismo señala que “con algunas raras excepciones, el entorno laboral de los periodistas, que ya era hostil y complicado antes de la crisis del coronavirus, se ha deteriorado aún más.”

La importancia de la libertad de expresión ha sido reconocida en numerosos instrumentos internacionales: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) establece en su artículo 19.2 que “(t)oda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”. Asimismo, el artículo 13.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH) señala que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión.  Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”. Pero cuando se limita de manera ilegal la libertad de expresión de una persona, -tal como lo ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos- “no sólo es el derecho de ese individuo el que está siendo violado, sino también el derecho de todos a “recibir” informaciones e ideas, de donde resulta que el derecho protegido por el artículo 13 tiene un alcance y un carácter especiales. Se ponen así de manifiesto las dos dimensiones de la libertad de expresión. En efecto, ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada individuo; pero implica también, por otro lado, un derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno.”[1]

Ya sabemos que la situación de Cuba en materia de libertad de expresión es más que preocupante: la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (RELE) señaló en 2018 que “hacer periodismo en Cuba no ha sido ni de cerca una situación comparable con cualquier otro país de la región, por los serios riesgos que enfrentan periodistas y otros grupos de la población que buscan expresar opiniones, la inexistencia de acceso a información pública, el temor de la población y de quienes eventualmente pueden ser fuentes de la información que recaban los periodistas, entre otros múltiples obstáculos.”[2] En Cuba, donde el gobernante Partido Comunista es el único permitido, están prohibidos los medios de comunicación no estatales. En los últimos años, han surgido plataformas independientes (con dominios alojados en el extranjero) que hacen un gran esfuerzo por informar sobre la realidad del país de manera independiente.

Como señalamos, el último informe de RSF es poco optimista sobre la situación regional: “en todo el continente, los periodistas prosiguen con su trabajo de información en un entorno cada vez más dañino y tóxico. La desconfianza hacia la prensa se alimenta de la retórica antimediática de la clase política latinoamericana, cuya agresividad va creciendo. En Brasil y El Salvador, pero especialmente en Nicaragua y Venezuela -donde la prensa independiente agoniza-, a los periodistas se los califica como “enemigos del pueblo”. Lo mismo ocurre en Cuba (171º), que permanece estancada en las profundidades de la Clasificación y donde la prensa independiente -que no tiene reconocimiento legal, ya que la Constitución prohíbe los medios privados-, sólo puede existir a través de internet.” Cuba comparte los últimos lugares del informe junto con Arabia Saudita (170), Siria (173), Irán (174), China (177).

En noviembre de 2021, a raíz de las protestas que se estaban organizando, “la dictadura cubana da una vuelta de tuerca más en su persecución a la prensa, intentando desactivar la delegación de una agencia de prensa extranjera, por primera vez. El Gobierno de Miguel Díaz-Canel no quiere testigos de los movimientos a favor del cambio que están surgiendo en Cuba. No contento con silenciar a toda la prensa local independiente con la cárcel y el exilio, ahora la emprende con la prensa extranjera. La retirada de acreditaciones al equipo de EFE es un hecho gravísimo y sin precedentes, que debe ser reparado lo antes posible. Para ello, nos unimos al llamamiento de  FAPE -Federación de Asociaciones de Periodistas de España- a favor de una intercesión del Gobierno español y advertimos que seguiremos muy de cerca la suerte de los periodistas de nacionalidad cubana que trabajan para la agencia española en La Habana y que se han visto afectados por esta decisión dictatorial”, afirmó Edith Rodríguez Cachera, vicepresidenta de RSF España.” Para la Sociedad Interamericana de Prensa, el Gobierno de Cuba continúa reprimiendo a periodistas independientes con detenciones, arrestos domiciliarios, decomisos, difamaciones, amenazas y bloqueo de Internet[3].”

Frente a tantos atropellos, surgió la iniciativa CasaPalanca. La misma se constituye como un proyecto, a través de crowdfunding, que tiene por objetivo lograr un espacio de vinculación, protección y apoyo emocional y psicológico para las mujeres periodistas cubanas. “¿Por qué una Casa Palanca? Ser periodista independiente en Cuba es un oficio de riesgo. Criminalizado por un gobierno que solo acepta la prensa oficial, los y las periodistas independientes somos objeto de constante acoso en el ejercicio de la profesión. Las mujeres periodistas enfrentamos, además, otras dificultades solo por el hecho de ser mujeres. Casa Palanca es un espacio inicial para encontrarnos, hablar sobre estas cosas y muchas otras, y empezar a decidir cómo queremos que sea nuestro periodismo y la Cuba del futuro.[4]” Conocer y apoyar este tipo de iniciativas es el puntapié inicial para que las periodistas cubanas puedan ejercer su trabajo sin temor y para que Cuba recupere la libertad de expresión e información.

 

Referencias

[1] Corte IDH. Opinión Consultiva 5/85. La Colegiación Obligatoria de Periodistas (Arts. 13 y 29 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Párr. 30

[2] CIDH. Informe Especial sobre la situación de la Libertad de Expresión en Cuba. OEA/SER.L/V/II CIDH/RELE/INF.21/18, 31 de diciembre de 2018, párr. 3

[3] https://www.infobae.com/america/america-latina/2021/04/21/duro-informe-de-la-sip-sobre-el-periodismo-en-cuba-sigue-siendo-restrictivo-contra-el-ejercicio-de-las-libertades-de-prensa/

[4] https://www.verkami.com/projects/31783-casapalanca-comunidad-de-mujeres-periodistas-en-cuba

 

(*) Constanza Mazzina es doctora en Ciencia Política (UCA), realizó su postdoctorado en IBEI, España, sobre Política Latinoamericana. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad del Salvador, y magister en Economía y Ciencia Política (ESEADE). Es docente de grado en la UADE y en postgrado a nivel doctorado y maestría en universidades de la Argentina y de América Latina. Actualmente dicta cursos en el Doctorado en Ciencias Políticas (UB y USAL), en la Maestría en Marketing Político (USAL) y Análisis Institucional en la Maestría en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE). Columnista en medios de la Argentina y del exterior. Se ha especializado en temas de política latinoamericana.