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Díaz Canel y la disidencia: Cuba resiste al continuismo

Miguel Díaz-Canel asumió la presidencia de Cuba atisbando ciertas reformas, pero reafirmando el continuismo al régimen de los hermanos Castro. 

Paralizada la reestructuración económica, Díaz-Canel insiste con el mismo empeño represor contra los disidentes que sus predecesores. En este contexto se han profundizado los métodos represivos y otras formas de acoso y hostigamiento contra la sociedad civil.

Desde la asunción de Díaz-Canel hasta la fecha, son numerosas las organizaciones que denuncian un inusitado aumento de la represión a la disidencia. Entre ellas, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional documentó por lo menos 185 detenciones arbitrarias durante marzo del 2019.

Entre las víctimas destacan las Damas de Blanco, un grupo de protesta pacífica que se agrupó a partir del año 2003. Son esposas, madres y hermanas de presos y expresos que se reúnen una vez a la semana para oír misa y luego caminar portando fotografías de sus familiares perseguidos. Su disputa contra el régimen es a favor de la libertad de sus seres queridos encarcelados injustamente. Siendo éstas también detenidas y amenazadas, como el caso de Berta Soler, líder de Damas de Blanco, quien fue apresada luego de su tradicional caminata. Además, luego de su liberación se le prohibió salir del país.

Es así como otro de los ámbitos en los que intercede la persecución política es a la hora de limitar la libre circulación de los ciudadanos cubanos. El objetivo de este esquema es claro, impedir la salida del país a los activistas de derechos humanos cubanos que son invitados al extranjero a exponer la situación a la que está siendo sometida la población. Es una herramienta de intimidación a estas organizaciones que enfocan sus actividades en la visibilización de la realidad de la isla. Razón por la cual Naciones Unidas ha reiterado en numerosas ocasiones el llamamiento a respetar la libertad de movimiento de cada persona

Ahora bien, en los tiempos que corren la visibilidad brindada por los medios de comunicación no tradicionales, como lo son las redes sociales, han contribuido a afianzar el trabajo de los grupos disidentes, ya sean activistas por la reivindicación de derechos, periodistas independientes e incluso los partidos políticos que muestran una alternativa al régimen de partido único. Es, entonces, la tecnología una herramienta clave para estructurar y aglutinar una disidencia cada vez más fuerte. Lo que genera también una alerta en el oficialismo isleño que se ve obligado a responder con nuevos planes de acción en vistas de sofocar a la oposición.

A lo largo del régimen cubano, las estrategias represivas utilizadas por parte de la Seguridad de Estado (policía política secreta) han ido cambiando según la intensidad de las protestas de la disidencia, que se caracterizan en general por ser pacíficas. Su objetivo, en la actualidad, son las acciones represivas que alimenten la atmosfera de intimidación en la población, en vistas de prevenir cualquier iniciativa disidente. Para cumplir con este objetivo utilizan cualquier arma, desde el chantaje emocional hasta la presión psicológica. La policía política no necesita de la tortura, tratan de aislar a los opositores de sus círculos íntimos, segregando su accionar y enviándolos a la marginalidad de la disidencia “contra la revolución”.

El campo de acción policial es amplio, cada vez más inmiscuido en la vida personal de los opositores, una represión de baja intensidad. Pero esto no impide la utilización de violencia física, empleada mayormente cuando las actividades pacíficas toman una dimensión considerada peligrosa. Teniendo en cuenta la experiencia cubana desde la revolución hasta la actualidad, la represión se ha convertido en una política de Estado. 

Con el gobierno de Díaz-Canel se inició una etapa trascendental en Cuba, por primera vez ninguno de los hermanos Castro están al frente del Gobierno. Aun así, en este corto tiempo, queda claro que prima el continuismo de la autocracia verde olivo. Sin embargo, el contexto es cada vez más prometedor para la disidencia, que se muestra articulada y acompañada de una fuerte presión internacional.