Durante la Copa Mundial de Béisbol sub-23, 12 de 24 jugadores de la liga profesional de béisbol cubana abandonaron la competencia, el mundial que comenzó a mediados de septiembre se realizó en la ciudad de México, y fue la ocasión elegida por los atletas para desertar del régimen comunista decidiendo escapar del hotel en cual se hospedaban. Los “escapes” se dieron de a poco durante el transcurso de la competencia, por lo que con las primeras fugas el Gobierno los acusó de tener “debilidad moral y ética”, además dio la orden de reforzar la vigilancia y prohibir que los jugadores salieran sin autorización o hablasen con personas ajenas al plantel. A pesar de estos fuertes controles, durante dos semanas los jugadores comenzaron a escapar y el último desertor abandonó el hotel en el que se hospedaban justo antes de regresar a La Habana el domingo 3 de octubre.
No es la primera vez que un hecho de este tipo sucede con atletas cubanos durante una competencia internacional, ya que hay otros casos como el de César Prieto, también jugador profesional de béisbol, quien en febrero de este año, durante la competencia de clasificación para los Juegos Olímpicos realizada en Miami escapó del colectivo de la selección y cruzó la carretera para subir a un auto que lo esperaba en una fuga casi de película. Incluso el Gobierno tiene conocimiento del peligro que corre de perder atletas en eventos realizados en el extranjero, al ser estos una oportunidad única para salir de la isla.
La migración en Cuba ha pasado por varios momentos en los que captó la atención a nivel internacional, cómo la crisis de los balseros en los años 90 y, hace unos años atrás, la crisis migratoria del 2015 al 2017 donde miles de personas se vieron impulsados a emigrar por las facilidades que ofrecía la Ley estadounidense de Ajuste Cubano. Con la caducidad de esta Ley, en enero del 2017, se esperaba que el flujo migratorio disminuyese, sin embargo, tan solo desde octubre del año 2020 la Guardia Costera estadounidense reportó que 536 cubanos y cubanas fueron interceptados en el mar navegando en improvisadas balsas, de las cuales muchas terminan naufragando.
Es cierto que el flujo migratorio de ciudadanos que dejan la isla sigue en aumento, y que la mayoría logra salir de la isla de manera legal y comprando un pasaje de avión, pero también es una realidad, que hay otros miles que intentan dejar la isla arriesgando sus vidas al tratar de llegar a Florida, por medio de balsas improvisadas o los que tienen suerte y pueden pagarlo a través de lanchas. Otros son los casos de intelectuales, atletas, artistas, médicos y ciudadanos en general que tienen la oportunidad de asistir a algún evento en el extranjero y toman la decisión de no regresar a la isla, convirtiéndose en desertores, sobre los cuales pesa una sanción de ocho años para volver al país. Respecto a este mecanismo, en Cuba jurídicamente no existe la “ley de los 8 años”, por la cual se prohíbe el regreso a la isla por ocho años de toda persona que haya salido de la isla sin autorización del Gobierno. Sin embargo, todos los cubanos y cubanas saben que esta prohibición es real de todas formas y que es una represalia que debe enfrentar todo aquel que decida sin autorización abandonar el régimen.
Estos casos de migración irregular y extrema tanto de los atletas, intelectuales, artistas o médicos como el de los balseros nos obliga a reflexionar sobre las razones que impulsan a estas personas a escapar silenciosamente del Gobierno, y a veces a poner en riesgo sus vidas en el transcurso. Una posible respuesta es que, el estricto control político que ejerce el Gobierno cubano sobre los ciudadanos, lleva a pensar a las personas que no hay otra salida más que escapar en silencio por miedo a las represalias que pueda llegar a impartir el Gobierno no solo a los desertores sino también sobre sus familias. Otro factor para tomar dicha decisión de irse es el contexto de profunda escasez tanto de alimentos como de medicinas, agravado por la crisis económica y sanitaria. También, en última instancia, influye la falta de libertad y derechos bajo la cual viven los cubanos y cubanas.
Sin lugar a dudas, para estas personas abandonar el país es la única salida de una constante opresión política, social y económica. Y con el objetivo de obtener una vida mejor, con mayores libertades y derechos están dispuestos a someterse al riesgo extremo de arriesgar sus vidas.