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Cuba entre la necesidad y la idea

Cuatro años han transcurrido desde que los opositores al régimen lograran arribar, a través  de la vía electoral, al Parlamento venezolano y establecer desde allí, su principal bastión de resistencia y lucha hoy comandada por Guiadó que a pesar de haber perdido un poco de su “momentum”, aún se mantiene firme – o afirmado – frente al Gobierno de Nicolás Maduro. Él por su parte, apoyado por los pocos – pero cruciales – aliados internacionales, busca poner un freno a su devaluación política a través de fuertes demostraciones de poder; la creación de un Parlamento Paralelo; un Tribunal Supremo, entre otras medidas.

Mientras tanto en el medio, el pueblo venezolano busca sobrevivir entre hambre y balas de goma, a la catastrófica crisis política, económica y, por consecuente, social que lo azota día a día.

Cuba, uno de los principales socios económicos y promotores políticos del régimen chavista, no está exento del daño colateral que implica la crisis multidimensional venezolana. Algunos analistas incluso, argumentan que el impacto del mismo puede ocasionar una situación similar a la acaecida en el llamado “período especial”. Más allá de esto, por mi parte solo sostendré la afirmación de que se encuentra ante el umbral de una depresión económica, con características similares a las del periodo anteriormente mencionado, pero con el margen de acción necesario para poder dar un giro que evite la caída en el abismo.

En lo económico, el impacto principal que recibe la isla es el de la caída en el abastecimiento de petróleo. Recordemos que, hasta hace poco tiempo, Venezuela se ubicaba como el principal proveedor de crudo proporcionando casi el 60% del consumo de la isla. Las políticas económicas aislacionistas y anti-empresariales que caracterizaron al régimen chavista en combinación con la transversalidad de la crisis que afronta, han provocado una catastrófica caída en la producción de petróleo y, por consiguiente, un impacto directo en la importación del mismo y sus derivados. Para dimensionar esto, es importante recordar que, hasta hace muy poco tiempo, la importación de crudo venezolano representaba un total del 60% del consumido en Cuba. A pesar de esto, en la actualidad no ha variado la dependencia cubana ya que produce solo el 47% del consumo total. 

Las consecuencias de esta situación son más abarcativas, a la caída de la importación de petróleo se le suman la de productos alimenticios, medicamentos y maquinaria agropecuaria. A su vez, esto genera un impacto negativo en la exportación de materia prima, energía, entre otros. El aislamiento comercial y económico, sumado a la falta de independencia y debilidad económica, han generado que Cuba se encuentre en una situación, cada vez más creciente, de desabastecimiento y, por consiguiente, de descontento social. 

Es necesario señalar también el impacto político que esta situación genera. La inestabilidad económica combinada con la radicalización del régimen bolivariano, han puesto contra las cuerdas al régimen cubano. Mientras intenta resistir los embates de un Dondald Trump que con la excusa de la afirmación de Maduro como títere del gobierno cubano,  utiliza el bloqueo y el desabastecimiento como herramienta de persuasión, Cuba no puede aislarse de su responsabilidad en la mantención del devaluado proyecto latinoamericano que, en su momento, profundizaron Castro y Chávez. 

Diaz – Canel, en este contexto y atento a las decisiones que provengan de Moscú, debe debatirse entre la necesidad y la idea para tomar una decisión que condicione el futuro político, social y económico de la isla. Tiene las herramientas necesarias para lograr sobresalir del embrollo: es parte de un nuevo gobierno, con una nueva asamblea y nueva constitución; gobierna una Cuba que aparenta ser más aperturista ante la comunidad internacional en un contexto de reordenamiento de poder en Latinoamérica.

La distancia que existe entre el “periodo especial” y la estabilización cubana, depende de esa decisión.