El VIII Congreso del Partido Comunista Cubano deja a la vista la recursividad en la repetición de lo mismo. Un orden autodenominado revolucionario que actúa según la lógica de perpetuidad de un conservadurismo más propio de un régimen monárquico, signado por el nepotismo, que de una vanguardia con deseos progresistas.
El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba se realizó entre el 16 y el 18 de abril de 2021, y para sorpresa de pocos deja como saldo la demostración de que aún persiste una cúpula política que cree que mantener las mismas formas de gobierno, política y de organización social existentes –que se mantienen hace más de 60 años- puede ofrecer soluciones a las diferentes crisis que vive la isla actualmente. El hermetismo en cuanto a la información que trascendió previamente al Congreso, lo que se resaltó desde el Partido y medios de comunicación afines es la idea de que el evento reafirmaría la “continuidad” del modelo.
El único gran cambio al que se asiste es que, por primera vez en todo este periodo, el único partido permitido en Cuba no estará dirigido por un Castro ni por un militar. Algunos analistas han considerado esta situación como el retiro de la vieja guardia partidaria. Ya en 2018, Raúl Castro -quien había asumido luego de su hermano Fidel- dejó la presidencia del país dándole paso a Díaz-Canel. Esta misma seguidilla se presenta ahora, al suceder Miguel Díaz-Canel a Raúl Castro (de 89 años) en lo más alto del Partido Comunista, siendo el primer civil en ocupar este cargo.
Luego del Congreso, realizado en el Palacio de Convenciones de La Habana, se dio a conocer al nuevo Comité Central, el Buró Político y el Secretariado del Partido Comunista cubano. De los 14 miembros del Buró Político solo 3 son mujeres y dentro del Secretariado del Partido Comunista se encuentran 6 hombres y ninguna mujer. No solo no hay paridad de género entre estos cargos, sino que tampoco hay una debida representación de la población afrocubana y/o representantes de otras minorías (por ejemplo, la comunidad LGBTIQ+).
Este no es un dato menor, ya que reafirma la falta de representación de estos grupos en el partido político que, al día de hoy, es el único permitido en el país y que, por lo tanto, dirige también el Estado y las políticas que de él surgen.
El Buró Político quedó conformado de la siguiente manera:
Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República de Cuba
Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y del Consejo de Estado de la República de Cuba
Salvador Valdés Mesa, vicepresidente de la República de Cuba
Roberto Morales Ojeda, miembro del Buró Político y secretario de Organización y Política de Cuadros
General de Cuerpo de Ejército, Álvaro López Miera, ministro de las FAR
Bruno Rodríguez Parrilla, canciller de la República
Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba
Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas
Martha Ayala Ávila, directora general del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología
Manuel Marrero Cruz, primer ministro de la República de Cuba
José Amado Ricardo Guerra, secretario del Consejo de Ministros
Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial
General de División, Lázaro Alberto Álvarez Casas, ministro del Interior
Gladys Martínez Verdecia, primera secretaria del Comité Provincial del Partido en Artemisa
Mientras que el Secretariado está integrado por:
Roberto Morales Ojeda, Secretario de Organización y Política de Cuadros.
Rogelio Polanco Fuentes, Jefe del Departamento Ideológico.
Joel Queipo Ruiz, Jefe del Departamento Económico.
José Ramón Monteagudo Ruiz, Jefe del Departamento Agroalimentario.
Félix Duarte Ortega, Jefe del Departamento Industria, Construcción, Turismo, Transporte y Servicios.
Jorge Luis Broche Lorenzo, Jefe del Departamento de Educación, Deportes y Ciencia.
En los últimos años, Cuba ha asistido a un cambio en la naturaleza de la relación entre la sociedad civil y el gobierno. Esto se debe a muchos factores, entre los que resaltan el acceso a internet desde dispositivos móviles (disponible para la población desde 2018, muy tardíamente si lo comparamos con el resto de los países de la región) y el agotamiento del modelo socialista que el Partido y el gobierno insisten en mantener como “irrevocable” (así lo dice la Constitución reformada y publicada en 2019) y también la imposición de que el Partido Comunista es la “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
La sociedad civil en el siglo XXI, en Cuba ni en ninguna parte del mundo, está dispuesta a que su destino esté regido eternamente por un partido que no representa sus intereses ni resuelve sus problemas urgentes.
Hoy Cuba transita por una de sus peores crisis económicas a lo largo de su historia desde el año de la Revolución. No solo el bloqueo sino también el atraso cambiario y un fallido plan de unificación de las monedas que se podían utilizar en la isla, sumado al desabastecimiento de alimentos, la paralización del turismo por la pandemia, la ineficiencia en el manejo de los recursos ya acostumbrada y la pobreza estructural que se arrastra hace décadas, complican el panorama a tal punto que los ciudadanos deben hacer colas interminables –en plena crisis sanitaria- para poder conseguir alimentos de primera necesidad o insumos de limpieza.
En este escenario, vemos cómo han nacido expresiones de distinto tipo, desde el arte, el reclamo por los derechos de las personas afrodescendientes o de las mujeres. Estos reclamos no son atendidos satisfactoriamente por el gobierno, ya que toda expresión que nace por fuera de su iniciativa es tomada como un intento por socavar su liderazgo indiscutible o es acusada de imperialista y desestabilizadora.
Los pocos, pero significativos, cambios en el acceso a la tecnología e internet han permitido el surgimiento de formas de organización de la sociedad civil que hasta hace unos años se percibían como muy lejanas. Hoy en día –a pesar de los bloqueos que aún persisten sobre algunas páginas web y plataformas de redes sociales- los cubanos y las cubanas están conectados desde todos los puntos de la isla.
Es justamente ese el slogan que ha nacido tras las iniciativas del Movimiento San Isidro, “estamos conectados”. Este Movimiento, formado mayoritariamente por jóvenes artistas de diferentes ramas, ha logrado captar la atención y el apoyo de la sociedad mediante intervenciones que involucran su reclamo mediante el arte. La música, la pintura, la poesía e incluso sus propios cuerpos son usados como instrumentos para la expresión artística como método de protesta contra un régimen que los oprime y pretende obligarlos a someterse a un sistema de pensamiento único, al igual que desde hace 60 años.
Por otra parte, también se ha alzado la voz con respecto a la sistemática discriminación en contra de las poblaciones afrocubanas, el tema ha tomado fuerza luego del asesinato de un joven afrocubano en 2020. Esto despertó la alarma y se constató que las fuerzas de seguridad criminalizan excesivamente a este sector de la población en la isla. Es alarmante la cantidad de afrocubanos que están hoy presos en comparación a la cantidad de hombres y mujeres de otras razas. Además, esta población es la que reporta índices más altos de pobreza, bajos niveles de educación formal y dificultad para acceder a empleos, lo que profundiza y reproduce estereotipos a lo largo de generaciones.
En cuanto a la situación de las mujeres, desde el Observatorio Legislativo de Cuba de DemoAmlat, hemos analizado recientemente el tema. En resumen, nos encontramos con que –a pesar de que la Asamblea Nacional del Poder Popular está formada por un 50% de mujeres- en la actualidad en la isla no existe una Ley para prevenir/sancionar la Violencia de Género y tampoco está contemplada entre los proyectos a tratarse en los próximos años, a pesar de que existió una propuesta presentada en noviembre de 2019 por un grupo de activistas independientes. Es decir que, a pesar de tener mujeres como representantes, estas no se han volcado a la campaña de legislar en materia de género, sino que simplemente reproducen los mandatos del Partido Comunista.
Los reclamos desde la sociedad civil en este sentido no son pocos, han surgido grupos de mujeres feministas que buscan incorporar estas nociones en el plan del gobierno enfrentándose a la criminalización que esto conlleva y a ser acosadas por la Seguridad del Estado. Un caso representativo de esto es el de las “Damas de Blanco”, un grupo de mujeres cubanas que reclaman por sus familiares que han sido presos políticos del régimen en estas seis décadas –algo similar a lo que representan en Argentina las “Madres de Plaza de Mayo”-. Sin embargo, ellas no reciben la solidaridad de otros grupos defensores de los Derechos Humanos fuera de la isla porque se las considera “contrarrevolucionarias”, simplemente por exigir memoria, verdad y justicia por sus seres queridos.
Esto nos lleva a otra discusión, la de que, dentro de la región –posteriormente a la Revolución Cubana en el año 1959- se ha intentado (y con bastante éxito) instalar la idea de que este progresismo socialista cubano es el modelo que deberían tomar aquellos países, partidos políticos y académicos que pretendan estar a la vanguardia de las conquistas sociales y de derechos. Tal vez para la época en que se instaló el régimen de Fidel Castro en Cuba –como decimos, hace más de 60 años- ese progresismo encontraba asidero en generaciones de jóvenes que se encontraban movilizados por la retórica de eventos como la propia Revolución o el Mayo Francés y personajes como Mao Tse Tung, Fidel Castro o el Che Guevara. Pero hoy en día las ideas que en su momento resultaron revolucionarias, progresistas y disruptivas son nada más ni nada menos que expresiones conservadoras de un régimen totalmente abstraído de los tiempos que corren y de lo que significa ser progresista en el siglo XXI.
Un régimen de gobierno que se instala en el poder durante tanto tiempo y, además, mantiene en su cúpula a una elite de hombres –vale aclarar además que en su mayoría son hombres blancos- que defienden las mismas ideas hace sesenta años, a las claras deja de ser revolucionario o progresista. Si nosotros tomamos hoy una nota periodística de los medios de comunicación afines al gobierno cubano o las declaraciones públicas de sus dirigentes, podemos viajar en el tiempo hacia una época en la que la Guerra Fría regía la organización dentro del sistema internacional.
Hoy en día, el progresismo pasa por el trabajo efectivo sobre temas como el medio ambiente, la inclusión de las minorías, una agenda gubernamental y partidaria con perspectiva de género, la sanción de leyes amigables con la comunidad LGBTIQ+, el acceso de personas al mercado de trabajo mediante tecnologías novedosas, entre tantas otras.
Esa desconexión, esa falta de lectura de los tiempos actuales y ese hermetismo conservador dentro de la misma cúpula del Partido Comunista y el gobierno, aleja a la ciudadanía y genera una brecha insalvable entre los reclamos y las necesidades que esta expresa y que el gobierno debería atender, pero no atiende.
Es una noticia alentadora que, cada vez con mayor intensidad, las demandas que nacen en grupos de ciudadanos identifican problemáticas y necesidades latentes en las que el Estado no repara o ignora deliberadamente, a tal punto de forzarlo a incluirlas en su agenda. Así ha sucedido recientemente con la sanción de un Decreto-Ley sobre Bienestar Animal, impulsado incansablemente por grupos de la sociedad civil en toda Cuba.
Lo que necesitan estos grupos es del apoyo de otros, que traten sus mismas temáticas, a nivel internacional y también necesitan de una protección efectiva frente a las violaciones sistemáticas contra los Derechos Humanos y los atentados contra la libertad de pensamiento y de expresión a las que se exponen al organizarse para reclamar o presentar iniciativas fuera de la agenta del régimen. Estas son moneda corriente en la isla, y son perpetuadas por la Seguridad del Estado, que responde al gobierno –y, por lo tanto, también al Partido Comunista-.
En síntesis, este VIII Congreso del Partido Comunista Cubano ha sido la expresión de todo lo que ha dejado fuera –y también a quiénes ha dejado fuera-, más allá de lo que ha contenido y la certeza de que, a pesar las crisis y el cambio de algunos actores, se mantienen las mismas y obsoletas formas de gobierno, política y de organización social existentes.