Por Leandro Querido.
Las elecciones del 28 de julio en Venezuela son un parteaguas en materia de control electoral partidario. En un contexto de ausencia de estado de derecho y violación a los derechos humanos la oposición liderada por una mujer excepcional como María Corina Machado logró quitarles el miedo a miles de personas para integrarlos a los llamados “comanditos”, personas de carne y hueso que con un coraje a toda prueba se apersonaron en los casi 16 mil centros de votación para cuidar el voto opositor. No fue una tarea fácil, por el contrario, debieron poner en juego su integridad física dado que los militares y
los “colectivos” del PSUV eran una amenaza latente. Durante largas horas siguieron el desarrollo del proceso electoral para concluir su tarea con la obtención de las actas físicas de mesa que imprimía la máquina de votación.
Abundan las anécdotas acerca de cómo tuvieron que hacerlo, algunas personas escondían sus actas entre su ropa interior para evitar que se las quiten. Así la oposición se hizo de más del 83% de las actas y ante la falta de información de la autoridad electoral pudo mostrarle al mundo los resultados del proceso electoral. Hoy existe un consenso generalizado en la comunidad internacional democrática acerca del triunfo rotundo de Edmundo González por sobre Nicolás Maduro. El oficialismo no pudo confrontar la documentación electoral que ofreció la oposición y al no poder hacerlo validó indirectamente estos resultados.
Moraleja venezolana: se pudo hacer control electoral en un proceso que estuvo viciado en todo su ciclo; es decir, en la etapa pre electoral, la jornada de votación y la etapa poselectoral. A pesar de esto y de toda la violencia institucional y la represión que caracteriza al régimen de Venezuela, con una persona en cada mesa de votación se pudo realizar un conteo de votos paralelo al oficial.
La elección de Venezuela nos obliga a revisar aspectos del control partidario en procesos electorales que se han implementado en contextos democráticos y que se mostraron cerrados en cuanto a diferencia electoral en el pasado reciente en América latina y por lo tanto dejaron algunas dudas y mucha conflictividad ¿Han sido estos controles partidarios eficientes? ¿Los partidos políticos le dan la suficiente importancia a este tema? ¿Cuáles son las consecuencias de un débil control electoral partidario en el sistema electoral? Resulta relevante abordar la problemática del control electoral partidario dado que en este clima de polarización en aumento la institucionalidad electoral se ha resentido; algunas de sus capacidades se han debilitado como por ejemplo la de ofrecer resultados electorales fidedignos y que estos sean aceptados sin objeciones. Y ante ello nos preguntamos si, aunque sea en parte, se puede vincular la recesión democrática que reflejan en los índices 1 con el debilitamiento del control electoral partidario.
Podemos inferir entonces que el control electoral partidario, en tanto control cruzado, realizado de manera eficiente es un instrumento que contribuye a disminuir los niveles de conflictividad al generar certidumbre entre los actores que compiten y confianza entre los electores. Por lo tanto, las autoridades
electorales de América latina deben, además de reforzar los controles propios, brindar todas las garantías y facilidades para que los partidos pueden ejercer esta tarea que tantos beneficios conlleva.
Cuando estudiamos el desarrollo de los procesos electorales en América latina advertimos que en la etapa previa a la profesionalización de las autoridades electorales el control electoral era exclusivo de los partidos políticos que competían. Era una suerte de control cruzado que se realizaba en estas democracias incipientes o en construcción. En estos sistemas de partidos la competencia era poco institucionalizada y se daba mayoritariamente entre dos partidos. La demanda de contar con una autoridad electoral profesional surge ante el agotamiento de este sistema de control cruzado partidario que generaba mucha desconfianza ciudadana y daba lugar a conflictos políticos permanentes, tensiones e inestabilidad política, cuando no golpes de estado.
En definitiva, podemos concluir que el control electoral partidario, por un lado, y la profesionalización electoral, por el otro, no deberían ser instancias excluyentes sino complementarias a los efectos de fortalecer la confianza en los procesos electorales.
Recuperemos algunos ejemplos de elecciones que han sido polémicas y sospechadas de fraude electoral en donde el aspecto del control electoral ha sido deficitario. El Salvador 2014. Esa elección presidencial fue muy cuestionada dado que se registró un llamativo aumento de la participación entre la primera y segunda vuelta y el candidato de izquierda Sánchez Cerén, se impuso por menos de un 0,22% de los votos al candidato de derecha Norman Quijano. Una diferencia de 6.364 votos sobre un total de casi 3 millones de votos emitidos. Al frente del Tribunal Electoral estaba Eugenio Chicas, un personaje muy vinculado al partido que resultó ganador y por tal motivo fue centro de las críticas y las denuncias de ARENA, el partido derrotado. Lo cierto es que, en el último bastión de los sistemas bipartidistas de América latina, un partido fuerte, competitivo y movilizado no pudo lograr un buen control electoral de mesa de votación. Un dato de color que obliga a revisar esta elección, Eugenio Chicas formó parte del grupo de falsos observadores electorales de Maduro en las elecciones del 28 de julio en Venezuela. Sus últimas declaraciones públicas se han caracterizado por una defensa irrestricta del tan cuestionado Concejo Nacional Electoral de Venezuela.
Ecuador 2021. Elecciones presidenciales. En la primera vuelta se produjo una elección muy cerrada entre Guillermo Lasso y Yaku Pérez. La disputa no era menor dado que se infería que el pase de cualquiera de ellos a la segunda vuelta implicaba un triunfo asegurado ante el candidato del ex presidente Rafael Correa, Andrés Arauz. Y de hecho así ocurrió. La diferencia entre Lasso (19,74%) y Pérez (19,39%) fue de 32.115 votos en un total de 10.616.263. Hubo protestas por parte del partido que se quedó afuera de la segunda vuelta pero este prácticamente no ofreció documentación obtenida del control electoral partidario que avale esas denuncias.
Perú 2021. Elecciones presidenciales. En primera vuelta gana un candidato ignoto con los votos de una zona periférica, el departamento de Cajamarca. El trabajo de presencia partidaria en mesa de votación fue determinante. En la segunda vuelta ese trabajo de control de mesa se extiende y nacionaliza y hace valer su peso en el escrutinio final: una diferencia de 44.263 votos en favor del izquierdista Pedro Castillo sobre la candidata de derecha Keiko Fujimori. 44 mil votos sobre casi 18 millones de votos. 50,13% contra 49,87%. Keiko Fujimori impugnó ante la Justicia Electoral 802 mesas, pero todo cayó en
la nada dado que el sistema electoral peruano no contempla la revisión de votos, se rige bajo la norma de “acta mata votos”, por lo tanto, la posibilidad de “fraude en mesa” que se lleva a cabo manipulando o modificando actas podría ser factible. De allí la importancia del control electoral partidario.
En definitiva, lo que se busca plantear en este artículo es que los partidos políticos de América latina deben revisar y fortalecer el control electoral en mesa porque este tema se torna trascendental en un contexto de recesión democrática y pérdida de confianza de la autoridad electoral. El caso Venezuela confirma que es posible hacerlo de modo eficiente y efectivo aun en contextos restrictivos. Y, por último, corresponde realizar un llamado a las autoridades electorales de la región para que ofrezcan nuevos recursos, instrumentos y garantías a los partidos políticos para que puedan ejercer esta tarea de control electoral tan necesaria en los tiempos que corren.
1 https://www.infobae.com/america/2023/02/02/the-economist-la-calidad-democratica-retrocede-en-
america-latina/