El pasado 11 de marzo, el empresario Sebastián Piñera inició el segundo año de su mandato presidencial el cual, hasta el momento, no marcha según las expectativas. Esto se debe en gran medida a que el gobierno de Chile Vamos es minoría en ambas cámaras, por lo que el panorama político al que se enfrenta no es muy favorable.
En 2018 Chile dio fin al sistema binominal, según el cual la coalición que ganase la presidencia obtendría también la mayoría en el Congreso. Con el nuevo sistema electoral D’Hondt, aunque Sebastián Piñera ganó las elecciones presidenciales, la mayoría parlamentaria está en manos de la centroizquierda, al haber ganado las elecciones parlamentarias de 2017. De los 43 senadores que habrá hasta 2020, 19 son de Chile Vamos y 24 de la oposición mientras que, en la Cámara de Diputados, el oficialismo tiene 72 de los 155 escaños.
Esta situación de desventaja implica necesariamente estar dispuesto a negociar y a buscar el consenso, cuestión que en un principio, el actual gobierno parece no haber contemplado. Sus proyectos de reforma laboral, pensiones e impuestos se enviaron al Congreso sin antes entablar diálogo con los partidos opositores, por lo que fueron rápidamente rechazados. Ante la imposibilidad de llevar a cabo su agenda legislativa, la estrategia del gobierno se orientó a desprestigiar y culpar a la oposición de sus fracasos, actitud que solo contribuyó a desfavorecer aún más su posición en el Parlamento. Esta dificultad de Piñera para impulsar sus políticas públicas ocasiona que cada vez más ciudadanos pierdan la confianza en el gobierno y retiren su apoyo.
Según la última encuesta de Cadem, realizada en la primera semana de abril, el gobierno de Piñera obtuvo un 36% de aprobación mientras que, la desaprobación alcanzó el 51%. Entre los principales motivos por los que los encuestados desaprueban al mandatario están educación, jubilación, salud y delincuencia. Todas cuestiones que están pendientes de aprobación o que directamente han sido rechazadas por los partidos de la oposición.
Es importante resaltar que, aunque la oposición tenga mayoría en el Parlamento, esta se encuentra internamente muy fragmentada y desorganizada, lo que le ha impedido articularse en un proyecto político común para hacer frente al oficialismo. Este, a su vez, tampoco ha sabido aprovechar estas divisiones y trabajar estratégicamente para conseguir los votos que necesita para avanzar en su gestión.
Este año, la derecha buscó cambiar este complicado panorama llamando a dialogar a los líderes de la oposición para tratar de conciliar en beneficio de la sociedad. Así lo expresó el mismo presidente: “Hago un llamado interpelando a todos mis compatriotas a recuperar un clima de mayor diálogo, de mayor búsqueda de acuerdos, de mejor voluntad, de mayor colaboración”. Este cambio de postura dio resultado y le dio un pequeño respiro al gobierno cuando hace unos días atrás ,después de múltiples reuniones bilaterales con los diversos directivos de la oposición, la banca de la Democracia Cristiana decidió votar a favor de legislar el proyecto de reforma tributaria.
En este escenario político, con una oposición débil y un gobierno estancado, adquirieron gran protagonismo los movimientos sociales. Razón por la cual, en el intento desesperado de tomar el control de la agenda política, el oficialismo buscó generar el apoyo de esos sectores de la sociedad cuyas demandas no estaban incluidas en los planes iniciales con los que llegaron al poder, como ser por ejemplo el movimiento feminista. En un principio, éste fue cuestionado y desprestigiado por la Ministra de la Mujer y Equidad de Género de Chile Vamos, Isabel Pla´. Pero luego de la masiva movilización feminista del pasado mes, el gobierno modificó su discurso y expresó su apoyo y compromiso con la causa, señalando que impulsar la agenda de género será una prioridad. Este cambio se debió al miedo de Piñera y su equipo de que un movimiento de tal magnitud cuestione su proyecto político, social y económico.
En definitiva, está claro que, para revertir esta situación de disconformidad que actualmente impera en la mayoría de los ciudadanos, Sebastián Piñera necesita continuar construyendo acuerdos, alianzas y consensuando con los diferentes actores políticos que integran la sociedad en pos de preservar la estabilidad del sistema político y alcanzar las condiciones necesarias para cumplir con sus objetivos, viéndose obligado a ceder en algunas cuestiones ,aunque éstas sean contrarias a sus convicciones.
Solo así, la coalición Chile Vamos, que llevó a la presidencia a Piñera, podrá seguir avanzando con su agenda política-legislativa y cumplir con las promesas de campaña enmarcadas en su slogan “tiempos mejores”.
Rocío Juárez
Estudiante de Ciencias Políticas de Universidad Católica De Santiago del Estero