En los últimos años, prima en el mundo una fuerte desilusión con respecto a la democracia. Cada vez somos más escépticos a creer que una cultura y un sistema democrático traen consigo mayores beneficios en lo económico, en lo social, o en cualquier ámbito sobre el que quisiéramos poner la lupa. En el caso particular de Argentina los problemas macroeconómicos a los que se enfrenta el gobierno de Cambiemos, sobre todo la inflación, coloca a la ciudadanía en una posición de retrospección, evocando el supuesto de que una mejor democracia no supone necesariamente mejoras en la calidad de vida.
No caben dudas de que para que un sistema político perdure, la situación económica tiene que ser favorable. Así encontramos que, el principal problema económico de la Argentina es la escasa capacidad exportadora, y que por ende la entrada de divisas es pobre y representa sólo un 13% del PBI. Esto trae aparejado el muy conocido problema de la inflación, que es la suba sostenida de los precios por un largo período de tiempo. Sin lugar a dudas, este es uno de los conceptos más polémicos para los argentinos, en cualquier discurso político, pues si bien hay quienes no comprenden demasiado el concepto, si conocen muy bien el efecto que produce en su bolsillo. La inflación del año 2018 cerró en 47 % según el INDEC, siendo el punto más alto de los últimos 27 años. Esto sumado al estancamiento de los salarios, produce una pérdida en la calidad de consumo de bienes y servicios, es decir que, las personas van a pagar más por los productos, y van a satisfacer menos necesidades.
Como vemos, la inflación es un tópico que persiste en la agenda política argentina, y las medidas que se toman con respecto son claves para la gobernabilidad de cualquier gestión, y la de Mauricio Macri no es la excepción. Ahora bien, ¿Hubo un avance en materia de calidad democrática durante el gobierno de Cambiemos?
Según The Economist, un medio al que la cúpula del gobierno presta atención, en 2018 Argentina subió un puesto en el Índice de Democracia. Este índice elaborado por la editorial británica, tiene como categorías de análisis las libertades civiles, la cultura democrática, o el funcionamiento del gobierno, entre otras. En cuanto a “libertades civiles”, que tiene en cuenta la libertad de expresión, el respeto a los derechos de propiedad privada, la seguridad, entre otros ítems, Cambiemos obtuvo un 8,24, en contraste con los 7,94 de Cristina Fernández en 2015. Según los demás indicadores que analiza The Economist, la gestión del gobierno de Macri igualó o superó los índices del último año de la presidencia de Cristina, con la excepción del apartado “cultura política”, que considera, entre otros aspectos, la opinión que se tiene de líderes con tinte autoritario, o del respeto por la división de poderes, donde encontramos una leve disminución por parte del actual gobierno (6,25 con respecto al 6,88 de 2015).
Si bien en algunos aspectos la democracia argentina ha mejorado, lo hace de forma recelosa, quedando mucho camino por recorrer. Pero algo es claro, existe una dislocación peligrosa entre calidad democrática y calidad de vida, y hasta que esa separación deje de existir, la tarea de gobernar siguiendo los ideales republicanos representa todo un desafío. Si deseamos preservar nuestra democracia de los vicios del populismo, es de suma importancia volvernos ciudadanos activos, con una educación política, pues que nuestro sistema sea representativo no significa desligarnos por completo de los asuntos de nuestra polis. El debate de ideas es clave para la construcción del ciudadano, y para ello tenemos que apostar a la proliferación de espacios que lo permitan.