Los motivos que determinan la importancia de las relaciones argentino-brasileñas son bastante evidentes y se derivan de múltiples factores histórico-geográficos. Relaciones que estuvieron condicionadas por distintas coyunturas, ya sea económicas o políticas, lo que implicó un diverso marco de cambios y continuidades. La cuestión ideológica permaneció frente a la cuestión estratégica durante gran parte de la historia, delimitando relaciones equidistantes. Además, Brasil y Argentina siempre disputaron el liderazgo en la región, premio que Argentina supo llevarse durante los primeros años del siglo XX, luego arrebatado por Brasil y consolidado por su relación con Estados Unidos.
Ahora bien, luego del fin de los gobiernos populistas en América Latina, donde ambos países supieron complementarse en materia de política exterior, le siguió una alineación estratégica comandada por Mauricio Macri y, luego, refrendada por Jair Bolsonaro, aunque esta vez desde otra perspectiva ideológica. Ambos, en búsqueda de construir buenas relaciones con Estados Unidos, plantearon distintas estrategias para flexibilizar el Mercosur y permitir que cada país pueda firmar libremente cualquier acuerdo comercial. Marcada por una afinidad ideológica y posturas unificadas sobre conflictos latinoamericanos, parecía empezar a engendrarse una alianza estratégica para la región luego de mucho tiempo. Pero, una vez más, un nuevo cimbronazo en la política interna argentina implicó un “barajar y dar de nuevo” en la política exterior.
Luego de la derrota de Mauricio Macri en diciembre del 2019 y el ascenso de Alberto Fernández a la presidencia, las relaciones con Brasil se vieron afectadas por la postura pública del mandatario brasileño a favor de la reelección de Macri y algunos dichos desafortunados en contra de su adversario. Es así como, una vez asentado en el poder, Fernández supo marcar amplias diferencias con su par brasileño, a punto tal que aún no concretó una reunión.
Las diferencias no solo están dadas por cuestiones ideológicas, en materia de geopolítica ambos mandatarios miran a lados distintos. En la región, los conflictos en Venezuela y Bolivia marcan una amplia distancia entre Argentina y Brasil. Mientras éste último, alineado con Estados Unidos, insiste en la labor del Grupo de Lima, Fernández, a diferencia de su predecesor, viró hacia el Grupo de Puebla encontrando como aliado a México y apostando al no intervencionismo.
En el ámbito del Mercosur también encontramos posturas disímiles. Mientras Bolsonaro busca flexibilización para concretar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, Fernández apuesta a su consolidación, aunque con poco margen de éxito, ya que, sus aliados ideológicos naturales pierden poder. El futuro del bloque aún es incierto, resta esperar a la próxima cumbre que se celebrará en Encarnación.
Las diferencias geopolíticas también se traducen en las relaciones que ambos países empezaron a trazar con la Unión Europea. El Acuerdo de París sobre cambio climático resulta de gran importancia para los líderes del viejo continente, y en este sentido Bolsonaro recoge la postura de Donald Trump y reniega del acuerdo. En el caso argentino, Fernández mostró amplios signos de apoyo generando un acercamiento natural hacia sus pares europeos.
Más allá de este contexto, quien tiene las de perder es Alberto Fernández. Se encuentra en búsqueda de aliados para la renegociación de la deuda, donde Washington ocupa un lugar preponderante, por lo que el pragmatismo será clave en las negociaciones y proyectos futuros en materia de política exterior. Hasta ahora, desde la Cancillería argentina se buscó ocupar lugar desde ambas trincheras ideológicas: por un lado, un acercamiento a Maduro y, por el otro, dialogar con el Departamento de Estado norteamericano.
En este contexto, es innegable el status de país privilegiado que Brasil posee en la región, otorgado tanto por su peso específico como por la coyuntura, panorama que Fernández no puede omitir y que lo obliga a estrechar lazos independientemente de sus diferencias ideológicas. Es por eso que recurrió a la diplomacia parlamentaria enviando a Sergio Massa al país vecino, mostrando signos de acercamiento. Necesitará, ahora más que nunca, dar giros realistas en su política exterior. Ya lo hizo con su visita a Israel a principios de año y ahora debe hacerlo con su par brasileño.