[vc_row][vc_column][vc_column_text]La obsesión por el dominio del orden simbólico expresa un declive propicio para la emergencia del cambio. Análisis de los signos de decadencia del poder totalitario de un régimen reducido al mono-objetivo de controlar los estallidos de no alineamiento que comienzan a brotar.
Dr. Leduan Ramírez Pérez*
Una de las esferas de confrontación más importantes para los regímenes autoritarios es el monopolio sobre la simbología nacional. En gobiernos autoritarios o populistas, los símbolos se convierten en instrumentos de dominación y violencia, pues se construyen e imponen desde el grupo de poder. Para estos gobiernos, cumplen varias funciones: exclusión, subordinación, justificación y criminalización. Cualquier disenso frente al símbolo impuesto, es interpretado como un cuestionamiento al grupo de poder. Con las actuales protestas acontecidas en Cuba, esta es una de las áreas de conflicto.
La potestad y control de la simbología es una cuestión de supervivencia para los gobiernos autoritarios. Por esa razón batallan a ultranza contra cualquier grupo que intente apropiarse de la esfera simbólica, pues con ella justifican su permanencia en el poder. Al monopolizar la creación e interpretación de los símbolos, la maquinaria gubernamental también manipula y controla la creatividad de los actores sociales. Este proceso se traduce en una censura permanente hacia cualquier acción social.
En el proceso de concentración y mantenimiento del poder, los símbolos funcionan como estructuras de dominación (Bourdieu). Al mismo tiempo, se convierten en objetos ideologizantes del régimen político. Aquí se entiende símbolo como cualquier objeto, discurso o idea con un significado aglutinador, individual o colectivo, que referencia valores o arquetipos de acción social. Tienen la capacidad de convertirse en referentes normativos, éticos y morales más elevados de una sociedad o grupo humano. Además, materializan los valores y principios aglutinantes de un Estado nacional, pero en gobiernos autoritarios se imponen y no se consensan.
Alrededor de los símbolos se desarrolla y engranan los mecanismos del poder en cualquier régimen político. Su construcción utiliza una maquinaria propagandística efectiva. A la par, todas las instituciones se someten a ese aparato ideologizante cuya función principal es mantener el poder autoritario. El ciudadano, sus logros, sus dificultades1, sus pensamientos y sus derechos son utilizados como mecanismos simbólicos de representación, significación y dominación. Para que ese engranaje opere, los regímenes autoritarios subordinan el espacio privado al espacio colectivo. Estos dos son, a su vez, sometidos al espacio del poder político. Todo lo anterior monopolizado por el régimen autoritario (Figura 1). El gobierno puede determinar, participar e imponerse en los espacios descendentes bajo su control, a la vez que obstaculiza la participación en escala ascendente.
Figura 1. Organigrama del control en un régimen autoritario
Fuente: Elaboración propia
Una característica central es que los símbolos en sistemas autoritarios carecen de objetividad en el significado. Esta abstracción o ambigüedad semántica permite el uso arbitrario y discrecional por parte de los aparatos represivos. Mientras más abstracto, más útil. En esta circunstancia, los símbolos se imponen al grupo subordinado sin posibilidad de réplica. El régimen autoritario se mantiene mientras sea capaz de sostener esa relación asimétrica. Para lograrlo, necesita despojar al ciudadano de sus capacidades² respecto a la simbología nacional. Además, se implementan tres niveles funcionales: el gobierno establece, impone y sanciona, las fuerzas coercitivas vigilan el cumplimiento y el pueblo obedece. Para que este último nivel funcione, se requiere minimizar derechos ciudadanos.
Pero mantener los símbolos en su máximo estado de utilidad es costoso para el régimen autoritario. Una de las causas fundamentales es el desgaste. Esto se produce por el uso cotidiano e incapacidad para actualizar sus significados. Los símbolos que entran en este estado son olvidados o descontinuados. A diferencia de las democracias, donde la capacidad creativa-interpretativa de los símbolos nacionales es amplía sin que debilite al régimen democrático, en los autoritarismos son escasos, limitados y sufren un desgaste permanente. Esto obliga al poder a maximizar su utilidad y pertinencia. Asimismo, desaparecen cuando el propio símbolo adquiere connotaciones que pueden utilizarse en contra del régimen (Imagen 1 y 2).
Imagen 1. Concepto de revolución utilizado frecuentemente como símbolo político del socialismo cubano
Fuente: Cubahora.cu (30/04/2020). Concepto Revolución: brújula de futuro. Recuperado de https://view.genial.ly/5eaadb43b88e930d8079bbcd/presentation-concepto-revolucion-brujula-de-futuro
Imagen 2. Llamado a la contención de las protestas usando la palabra revolucionario como etiqueta.[3]
Fuente: Tweet original @magaACN_Cuba. En https://www.trendsmap.com/twitter/tweet/1414330126016434178
Además, los símbolos están anclados a un contexto específico. Así, a mayor distancia temporal menor potencial simbólico. En este aspecto, sociedad, símbolo y poder disminuyen identidad y unidad de forma diacrónica. Este distanciamiento produce un proceso de apatía social que distancia la maquinaria propagandística del Estado con la sociedad del momento. Por tanto, en la medida que los símbolos agotan su capacidad utilitaria al régimen o se desvirtúa su potencial aglutinante, la maquinaria propagandística autoritaria sobreexplotará los que quedan a su disposición. Ocurre también que aquellos que son desechados, pueden ser recuperados por sectores sociales excluidos del proceso creativo simbólico y convertirlos en símbolos con potencial disidente u opositor. Además, los nuevos líderes autoritarios no pueden apelar de forma directa a los símbolos anteriores a su gestión porque no cumplen la función de la identidad y la legitimación contextual. Cada gobernante (dictador) o grupo gobernante autoritario (militares) debe construir sus propios símbolos, su propia identidad. Toda copia de performances anteriores conduce al distanciamiento entre la estructura productora de símbolos originales, el gobierno en turno y la sociedad en su conjunto.
Imagen 3. Resignificación y transformación de los símbolos oficiales.
Bandera del 26 de julio. Movimiento Rebelde cubano (1956)
Propuesta de bandera para el 11 de Julio (2021)
Propuesta de bandera el 11de Julio (2021)
Fuente: Imágenes de autoría de Miguel Monkc. En Ariel, E (16 julio 2021). Una bandera para la protesta. Entrevista a sobre el 11-J, Rialta. Recuperado de https://rialta.org/bandera-protesta-entrevista-a-miguel-monkc-el-11j/
Además, los nuevos líderes autoritarios no pueden apelar de forma directa a los símbolos anteriores a su gestión porque no cumplen la función de la identidad y la legitimación contextual. Cada gobernante (dictador) o grupo gobernante autoritario (militares) debe construir sus propios símbolos, su propia identidad. Toda copia de performances anteriores conduce al distanciamiento entre la estructura productora de símbolos originales, el gobierno en turno y la sociedad en su conjunto.
Es posible identificar tres grupos de símbolos imprescindibles en un gobierno autoritario: los nacionalistas (sentido a la identidad, a la defensa nacional, a la nacionalidad, al patriotismo), los enemigos (externos e internos) y coercitivos (aparato de control).
Atendiendo al contexto y a las protestas en la Cuba actual, el gobierno autoritario ha perdido la capacidad para generar nuevos símbolos y se ha ocupado solo de pelear la potestad de los símbolos históricos. El poder actual se mantiene solo apelando al tercer grupo: la coerción. Los dos primeros grupos mencionados anteriormente han perdido efectividad. Los símbolos nacionalistas no alcanzan no encuentran respuesta a nivel social. Se puede ejemplificar con la evolución de los lemas nacionales.
Anterior a 1959, el lema nacional era “Patria y Libertad”, cambiado a “Patria o Muerte” a partir de 1960. Esa misma sintaxis ha sido recuperada por grupos de artistas y transformada en “Patria y Vida”. Alrededor de este símbolo se produce una resignificación del sentido y futuro de la vida nacional. Una nueva generación de símbolos patrióticos e incluyentes comienza a permear la vida social ante la incapacidad de la renovación autoritaria (Imagen 4 y 5).
Imagen 4. Evolución de los lemas nacionales
Fuente: Tweet original @armandoextremo en https://twitter.com/armandoextremo/status/1212545842290126848
Imagen 5. Apropiación del lema Patria o Muerte y transformación en Patria y Vida.
Fuente: Captura de pantalla del video Patria y Vida. https://www.youtube.com/watch?v=gb_E_NW8cxA
En el segundo grupo de símbolos justificantes (establecimiento de enemigos), ocurre una situación similar. El enemigo tradicional (Estados Unidos y el embargo económico) ha perdido su relevancia semiótica y credibilidad como único responsable de los problemas nacionales. En su lugar, se habla de un bloqueo interno (discurso oficial vs. contradiscurso popular). Esta merma de su poder justificante ha provocado que el régimen requiera nuevos enemigos a quienes culpar de la situación nacional. En esta variante se explota la estigmatización, la criminalización, la creación de delitos y la humillación social como elementos de creación simbólica. Para crear enemigos se requiere tergiversar y utilizar de forma arbitraria la normativa jurídica nacional.
El despojo de derechos y la creación de delitos en violación a los derechos humanos es una medida extrema que supondría un costo elevado para el Gobierno que, a la postre, debilitaría su permanencia en el poder, pues toda violencia ejercida se convierte asimismo en un recurso en su contra. Además, las respuestas de los diferentes actores dentro del aparato gubernamental evidencian fragmentación y desorden en la atención a las problemáticas nacionales.
El proceso ejemplarizante tradicional solo posee la capacidad del miedo, pero no el de convencimiento social. Esta realidad involucra una pérdida del miedo por parte de la ciudadanía como recurso efectivo del aparato coercitivo. Además, el aparato propagandístico es incapaz de contrarrestar toda referencia social. Con esto se reconfigura el escenario y realidad social.
El problema de los gobiernos autoritarios en los estallidos sociales es que no concilian realidad con responsabilidad gubernamental. Lo único que pueden ofrecer a una nación4 es una narrativa distante de las problemáticas nacionales manteniendo el estado de crisis. La única alternativa es sobreexplotar el estigma y los castigos contra los que disienten. Por eso utilizan el discurso de la división y de la responsabilidad externa para justificar sus errores. Cualquier mecanismo de rendición de cuentas es etiquetado como contrarrevolución y sus protagonistas, mercenarios.
Con la pérdida del control de los grupos simbólicos anteriores, el Gobierno solo puede abusar del aparato coercitivo como productor simbólico. Pero de todos, este grupo es el más difícil de mantener por tiempo ilimitado. El estrés discursivo y la necesidad permanente de destinar recursos escasos a la satisfacción de los actores con gran potencial de corruptibilidad en todo el entramado coercitivo, hacen que sea insostenible. Unido a lo anterior, es complejo mantener la unidad ideológica y de comportamiento ético cuando la estructura del poder carece de los valores y principios que propone.
No obstante, el Gobierno permanece porque su aparato coercitivo todavía es fuerte. Se sostienen solo en el uso de la fuerza y el control de aquellas garantías que permiten la impunidad de las fuerzas represivas en la actuación para sostener el poder gubernamental. El resultado es la presentación de la sanción y de la cárcel como castigo final al disenso. Al mismo tiempo, con el encarcelamiento, el régimen político produce actores contrarios al Gobierno de forma directa e indirecta. Son actores cuya confianza no se recuperará y que sufren en carne propia las injusticias del régimen. Para ellos no hay reparación del daño a no ser que el perpetrador sea juzgado en principio de Estado de derecho y justicia integral.
La cárcel ejemplifica la supresión absoluta de derechos. Pero llegado este momento, se resemantiza porque pierde su naturaleza de castigo. Los confinados se convierten en ejemplos para la sociedad, que observa la injusticia cometida y valoran el sacrificio de quienes enfrentan al poder. La creencia en el valor de la libertad ha cambiado de propietario y de actor. Por lo tanto, paradójicamente, la cárcel se convierte en el símbolo máximo de la libertad. Se contiene la acción, pero no el pensamiento.
Todo lo anterior, demuestra que la vitalidad del régimen autoritario cubano ha entrado en declive. La lealtad está condicionada. Necesitan incrementar los recursos destinados a la movilidad de instituciones policiales y no al desarrollo nacional. La estabilidad nacional es cada vez más débil y el descontento cada vez mayor. Y precisamente por esa preocupación de controlar el descontento es que se convierte en un círculo vicioso. El Estado en estas condiciones impondrá cada vez más sacrificios y entregará cada vez menos derechos. Claramente esto conduce a una situación insostenible porque llega el momento donde los ciudadanos ya no pueden cumplir con las demandas gubernamentales y el poder solo puede sostenerse haciendo uso de la fuerza. Ya ha perdido su capacidad para su reformulación, para el diálogo entre gobernados y gobernantes. En este escenario se producen los cambios.
Bibliografía
Agencia Cubana de Noticias [@magaACN_Cuba] (11 de julio 2021). La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios», ha dicho el presidente de #Cuba @DiazCanelB #Cuba #CuentaConmigo[tweet]. Recuperado de https://www.trendsmap.com/twitter/tweet/1414330126016434178
Ariel, E (16 julio 2021). Una bandera para la protesta. Entrevista a Miguel Monkc sobre el 11-J, Rialta. Recuperado de https://rialta.org/bandera-protesta-entrevista-a-miguel-monkc-el-11j/
Bourdieu, P. (2000). “Sobre el poder simbólico”, en Intelectuales, política y poder, traducción de Alicia Gutiérrez, Buenos Aires, UBA/ Eudeba, pp. 65-73.
Cubahora.cu (30/04/2020). Concepto Revolución: brújula de futuro. Recuperado de https://view.genial.ly/5eaadb43b88e930d8079bbcd/presentation-concepto-revolucion-brujula-de-futuro
Herrera, A. [@armandoextremo] (1 de enero 2020). “61 años de la revolución cubana, explicación gráfica. Peso cubano. Patria y Libertad, hasta 1959. Patria o Muerte, desde 1959” [tweet]. Recuperado de https://twitter.com/armandoextremo/status/1212545842290126848
Reynel, C. (16 de julio 2021). Propuesta de bandera para la libertad de Cuba. Recuperado de https://reynelaguilera.wordpress.com/2021/07/16/propuesta-de-bandera-para-la-libertad-de-cuba/
Romero, Y. et al [Gente De Zona, Descemer Bueno, Maykel Osorbo, El Funky] (16 de febrero 2021). Patria y vida. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=pP9Bto5lOEQ&lc=Ugzz1JINb4RRIr8wBaF4AaABAg
[1] Por ese motivo, un deportista exitoso es utilizado por la propaganda oficialista como un logro del régimen político, sin atender a los méritos personales. El deportista se convierte, en este caso, en un símbolo político.
[2] Capacidad creativa, crítica, hermenéutica, interpretativa, discursiva y activa
[3] Las imágenes anteriores destacan el conflicto entre la objetividad del símbolo y la interpretación del mismo. Durante el periodo de 2000 a 2006 este concepto fue reproducido masivamente. A partir de ese año el concepto fue desapareciendo del espacio público porque era contrario a la actuación e intereses gubernamentales. Al presentar el concepto de Revolución, se establecieron las características que debe cumplir un revolucionario. En la segunda imagen, se convoca a los revolucionarios a enfrentar a los manifestantes contra el gobierno. La contradicción radica que los revolucionarios convocados no eran aquellos que cumplían estas características del concepto, sino que se convertía en una carta de corso para los atropellos contra los manifestantes.
[4] Se incluye a los no ciudadanos y a los ciudadanos de segunda (ciudadanos con derechos parciales)[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]*Leduán Ramírez. Licenciado en Letras y Diplomado en Formación del Pensamiento y la Identidad Nacional por la Universidad Central de Las Villas. Maestro y Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México. Ha investigado sobre el papel de la migración transnacional en contextos democráticos y autoritarios. Sus líneas principales se concentran en el estudio del transnacionalismo migratorio, el ejercicio de los derechos en todas sus dimensiones por parte de grupos vulnerables y la ciudadanía. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]