Desde DemoAmlat expresamos nuestra profunda preocupación ante la posición adoptada por algunos presidentes de la región de reclamar la participación de los gobiernos autocráticos en la Cumbre de las Américas, dejando de lado el sufrimiento de las víctimas de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
La primera Cumbre de las Américas tuvo lugar en Miami en diciembre de 1994. Bajo la presidencia de Bill Clinton, los mandatarios (59) convinieron en declarar que “por primera vez en la historia, las Américas son una comunidad de sociedades democráticas. (…) Reafirmamos nuestro compromiso de preservar y fortalecer nuestros sistemas democráticos en beneficio de todos los pueblos del Hemisferio. A través de los organismos competentes de la OEA, trabajaremos en favor del fortalecimiento de las instituciones democráticas y de la promoción y defensa de los regímenes democráticos constitucionales, de conformidad con la Carta de la OEA.”
El tiempo pasó, y sin embargo, las Cumbres siguieron adelante, incluso en contextos adversos como fue aquella de Mar del Plata en el 2005. La cumbre a realizarse en junio de 2022 ya ha generado controversias con aquellos mandatarios que defienden la presencia de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, tal el caso de Bolivia, México y Honduras, a quienes en las últimas horas se ha sumado Chile. Este último, a través de su canciller, Antonia Urrejola, quien afirmó que está a favor de que Cuba, Nicaragua y Venezuela participen en la Cumbre de las Américas y agregó que en los últimos años «la exclusión no ha dado resultados en materia de derechos humanos». Estos líderes reclaman el manto de la democracia para amparar sus formas de gobierno que equivalen a una represión legalizada. Incluso como ellos hacen gala de su desprecio por el orden liberal, a menudo insisten en la validez de sus propios sistemas como tipos de gobierno democrático; incluso se inventan términos para describir su variante especial, tales como “democracia soberana” o “democracia revolucionaria”. El antiimperialismo norteamericano les sirve de concepto legitimador de sus caprichos.
El presidente de Bolivia, Luis Arce, escribió en twitter: «De persistir la exclusión de pueblos hermanos, no participaré de la misma», y recalcó que Bolivia «cimienta sus relaciones internacionales en la Diplomacia de los Pueblos con inclusión, solidaridad, complementariedad, respeto a la soberanía, autodeterminación y construcción colectiva de la Cultura del Diálogo y la Paz». El domingo 15 de mayo, diez meses después de las masivas protestas antigubernamentales, la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba aprobó por «unanimidad» un nuevo Código Penal que trata de evitar la repetición de las protestas al criminizarla y cuyo objetivo último es preservar el actual régimen totalitario. El nuevo Código «tipifica como delitos los hechos más graves y lesivos para la sociedad y protege los intereses del Estado y del pueblo», sostuvo el presidente del Tribunal Supremo, Rubén Remigio Ferro. El Estado por encima de los derechos del individuo para terminar negando esos derechos. Entonces, ¿Dónde está la solidaridad con los pueblos? ¿Por qué continúan burlándose de las víctimas de estos regímenes? Como presidentes democráticamente electos no pueden desconocer abiertamente la declaración universal de derechos humanos, desvirtuar el significado de las palabras no cambia los hechos.
La participación de estos regímenes en la Cumbre de las Américas debe estar supeditada al respeto de los más elementales instrumentos en materia de derechos humanos, y es deber de los gobiernos que adhieren al Estado de derecho, exigirle a los autócratas el cese de las violaciones a los derechos básicos, la liberación de los presos políticos, y detener la persecución contra la sociedad civil y las fuerzas democráticas.